Capítulo 24

22.8K 1.7K 907
                                    




A ver, no es como otras veces que os he dicho algo y luego ha resultado ser bastante menos de lo que os avisé. Esta vez es cien por cien real. REALÍSIMO. El caso es que volví a casa de los nervios, mirando el móvil cada cinco segundos para ver si alguien me había escrito. Pablo, Albert... ¡quién fuera! Pero al final siempre acaba mirando el 'anónimo misterioso'. "Os he visto". Vale. Muy bien. ¿Se supone que tenía que asustarme? ¿Es que iba a hacerme chantaje o algo por el estilo? No había contestado. ¿La verdad? Tenía miedo de lo que pudiera pasar después. Iba en el metro de uñas, tieso como una escoba, y cada ruido me ponía en alerta. Vale, un poco exagerado sí que estoy siendo. Sorry, pero bueno, ya sabéis. Ya me conocéis. Vamos, digo yo. Si no, ¿qué coño pasa con vosotros?

            Cuando llegué a casa, mi padre no estaba. Pero mi madre sí, y no dejó de preguntarme que qué tal con Ainhoa y Elena. Vale. Claramente, o se hacía la loca, o pensaba que lo de ser gay debía poder elegirse, ¿sabes? Y que solo habría sido un capricho absurdo que me dio el otro día. Joder, me daba una rabia... Pero no me iba a poner a discutir. Bastante mal había terminado el día, como para añadirle más drama, así que no salí en toda la noche de mi cuarto. Es decir, estuve viendo todos los anime que me había recomendado Pablo del que, por cierto, no había vuelto a saber nada desde el momento baño. Se me había ido un poco la olla tratando de chupársela. Habrá flipado. Por eso salió de ahí y no me volvió a escribir. O... Espérate un segundo, ¿y si fue alguno de los cavernícolas esos el que me escribió el mensaje? ¿Y si le habían pillado finalmente? Y yo aquí tan tranquilo en casa. Cogí el móvil y decidí contestar al anónimo, cuando vi que ya tenía un mensaje. Albert. ALBERT. No sabéis lo que me calmó leer que no estaba cabreado y que le perdonara, que se había pasado un poco. Pues sí, Albert, te pasaste un poco, que no hice nada malo, ¿sabes? Pero bueno, qué bien. Es decir, menos mal. No podía estar enfadado con Albert. Le conocía desde hacía muy poco tiempo. De hecho... ¿de un fin de semana? Pero ahora mismo, era mi único amigo.

- En serio, me pasé la vida – me dijo, porque me llamó, porque Albert es de esos que siguen llamando de vez en cuando.

- No pasa nada, tío.

- Pero es que estaba solo, y tú te piraste, y claro.

- Ya, ya. Lo siento yo también.

- Joder, nos conocemos de dos días y ya nos estamos pidiendo perdón. Parecemos novios – rió al otro lado del teléfono.

- Un matrimonio, ¿eh?

- Bueno, ¿y qué tal con Pablo? Estuvo el resto de la tarde rarísimo.

- ¿Ah, sí? – pregunté.

- Todo el rato con Arenas. Puaj.

            ¿Le contaba lo del baño? No, mejor que no. Era un secreto entre Pablo y yo, y pasaba de romper su confianza, aunque fuera en mi mente. Estuvimos hablando como media hora (nunca había hablado tanto por teléfono) hasta que nos despedimos para el día siguiente. Mira, Albert había sido un descubrimiento. Menos mal. Colgué pero, antes de dejar el móvil a un lado, me decidí a escribir al anónimo.

Quién eres

            Esa fue mi respuesta. ¿Os contestó a vosotros? Pues eso. De los nervios, salí de mi cuarto en medio de la noche para cenar algo. Mis padres estaban viendo la tele en el salón. Entonces sonó el telefonillo del portal. ¿Quién podía venir a casa a las diez de la noche de un domingo? Descolgué y miré en el videoportero, porque nosotros somos así de modernos. Bueno, a ver, mis padres al final son unos rancios de mierda, pero tienen videoportero, ¿vale? Pero es que no sabéis a quién vi al otro lado. O sea, casi me caigo de culo. ¡Casi me caigo de culo!

- Hola. ¿Está Óscar?

- ¿Pablo? ¿Qué haces aquí?

- Venir a verte. ¿Qué voy a hacer sino? Abre.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora