Capítulo 39

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- ¡Señor Bernabé! ¡Esa música apagada! ¡YA! – chilló nuestra tutora desde el final del pasillo. Joder, macho, ni que estuviera Pablo aquí pegando martillazos. No entiendo nada. Pablo tardó unos segundos más en apagarlo. Concretamente, dejó que la canción llegara a la parte de "y si digo estás linda una y otra vez" pero vocalizó "lindo" para que yo pudiera verlo. Para que yo pudiera sentirlo. Me miró, me guiñó un ojo y sonrió con esa media sonrisa que me hacía temblar.

- ¡Vale, vale, apagada! – y apagó el teléfono. Me dedicó una última mirada y se fue hacia las escaleras. Yo me asomé hasta que hubo desaparecido y quise seguirle, pero con la tutora ahí esperando en medio del pasillo, pues como que me dio cosa, ¿sabes? Así que volví a entrar en mi habitación, con el corazón en un puño.

    Nada más entrar, María y Ainhoa estaban ahí, expectantes, mirándome como con asco, pero también os digo: con un poco de envidia. Normal. Después de haber visto la cosa más bonita de sus vidas es bastante entendible, ¿no? Yo claro, entré con la cabeza bien alta, la barbilla así pa'rriba, para parecer mas chulo, y con aires de superioridad.

- Qué – dije, tratando de parecer ahí malote, pero me salió un gallo inoportuno que vamos, para descojonarse en mi cara como poco.

- Nada, nada, que menuda vergüenza ajena – dijo María.

- Se llama envidia, cariño – respondí.

- ¿Envidia yo? ¿De ti?

- Sí, de mí. ENVIDIA. ¿Sabes lo qué es?

- Oye, ya – medió Ainhoa. Y nos sorprendió tanto a María como a mí. A ver, este giro de guión ahora no. Ya me había acostumbrado a odiarla. ¿Se iba a poner ahora de mi parte? – Si quiere ser tan patético, déjalo – añadió. Retiro lo dicho. Puedo seguir odiándola.

- Pero vamos a ver, ¿se puede saber qué coño os he hecho yo para que estéis así conmigo, joder? – exploté.

- No estamos de ninguna forma contigo – respondió María.- Pero tampoco queremos tener nada que ver contigo, ¿no te entra en tu cabecita de mariquita? – dijo, burlándose de mí.

- ¡Pues muy bien! ¡Iros a tomar por culo y dejarme puto en paz ya!

- Uy, a tomar por culo tú, que te gustará más – y con una sonrisa diabólica, cogió a Ainhoa del brazo y se metieron en su cuarto, dejándome solo en el salón. Bueno, que también llamar a eso salón es pasarse, pero vamos, que me entendéis. Apreté los puños con fuerza y mira, estuve a punto de abrir su puerta y seguir discutiendo, pero me contuve, que yo creo que mejor, preparé bien mi sofá-cama y me tiré, agotado. ¿Este agotamiento que crees que no estás cansado pero de repente te echas en la cama y es como 'Oh dios, estaba puto muerto'? Pues ese tipo... por mil.

    Estuve un huevo de tiempo sin parar, con calor, con frío, dando mil vueltas en la cabeza a cosas sin sentido. Pero no era capaz de desconectar, de dormirme, así que cogí el móvil y me puse a mirar Instagram. Y estaba yo ahí super motivado viendo vídeos de perretes cuando me llegó un mensaje. Un mensaje de Pablo.

Cuando empiezas a bailar...

    Ni más ni menos. Puntos suspensivos. Para que yo continuara. Era él el que daba el paso. Estaba claro que la conversación que habíamos tenido había servido de algo. Bueno, conversación. Mi explosión más bien. Pero había servido. Joder, es que necesitaba tanto decirle todo lo que le había dicho que madre mía. Y le eché huevos, por una vez. Porque siempre tengo miedo a que si le digo algo que no le guste, me va a dejar. Pero no puedo tener un novio al que tenga miedo porque me vaya a dejar, ¿sabes? Y me estoy dando cuenta que todo, al final, es mental. Porque Pablo me quiere, y le da igual que lo sepa su madre, el insti, el mundo entero. Así que le contesté:

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora