Capítulo 32

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Espera, ¿qué? ¿Pero qué dice? ¿Qué va a dejar el insti a final de curso? ¿Por qué? Es decir, ¿ahora que acababa de recuperarle? Seguramente sería alguna 'pablada' que no había reflexionado mucho. Pero era tan cabezota... casi tanto como yo. Y yo lo soy mucho. Bueno, a ver, Óscar, en vez de preguntártelo a ti mismo, pregúntale a él. ¿No? Y eso hice, obviamente. Pero me dijo, seco como siempre, que solo era algo que estaba pensando, y que ya me contaría bien, que se iba a dormir. Como siempre, Pablo es un interrogante para todo, madre mía qué complicado todo. 

Al día siguiente, Albert estaba esperándome en la puerta. Con Diego al lado. Venga, voy a darle una oportunidad. Si en el fondo es majo. El problema es que yo soy un amargado para la edad que tengo.
- Qué tal Oski.

- Hola – saludé, majo como soy yo.

- Hola – saludó Diego y yo sonreí.

- Eh, Óscar – me dijo Albert, reprimiendo la risa, y señalándose la nariz.

- ¿Qué?

- Que tienes algo...

​Me llevé la mano a la nariz, y toqué... bueno, no os voy a decir el qué, pero vamos, un poco asqueroso. Diego y Albert se reían a gusto de mí. Así se empieza un día.

- Joder, no os riáis, y dadme un pañuelo o algo.

- Tío, en la manga – estalló Albert y me dio una palmada en la espalda. ¿Desde cuándo Albert me daba palmadas en la espalda?

- ¿Visteis el fútbol anoche? – preguntó Diego de repente.

- Uhm, mi padre creo que sí. Yo es que de fútbol entiendo poco – admití, aún preocupado por mi pegajoso amigo (entendéis la metáfora, ¿no?).

- Ah, sí, tío. Partidazo – exclamó Albert de repente. Así, como de la nada.

- ¿Y viste el gol de...?

- ¡JODER, CLARO! – volvió a estallar. ¿Siempre había hablado tan alto? Y... ¿desde cuándo le gustaba el fútbol? ¡Si a Albert solo le gustaba el anime! Bueno, y ahora 'La Orden', pero por ver al prota sin camiseta, no por otra cosa. Vale, yo también, yo también.

- Hola, nenes – dijo Celia de repente, que llegaba con Cris cogida del brazo.- ¿Habéis descansado bien? – dijo, socarrona como siempre.

- ¡Nos vemos luego! – se despidió Diego y se adelantó para saltar encima de un grupo de chicos.

- Eh, tío, ¿quedamos esta noche para ver el fútbol y hacernos pajas? – le dije, poniendo voz grave y haciendo fuerza con los brazos.

Los tres me miraron, y me di cuenta que lo que en mi mente era gracioso, a lo mejor no lo era tanto diciéndolo en voz alta.

- Qué dices, moco – me espetó.

- ¡OYE!

- ¿Moco? – preguntó Cris.

- Aquí el amigo, que nada más llegar, tenía un moco que le llegaba hasta el suelo.

- ¡PERO VAMOS A VER EL EXAGERADO!

- ¿Moco le llamamos ahora entonces? – añadió Celia.

- ¡Seguro! ¡Justo lo que necesito! ¡Un mote más!

​Entonces Ramón y sus colegas pasaron junto a nosotros, empujándome con el hombro y haciéndose hueco.

- Madre mía – suspiré mientras se alejaban riéndose como cerdos.

- ¿Sabes algo de Pablo?

- Se supone que vuelve esta semana.

- Pues como no se dé prisa, se acaba la semana y aquí no ha venido – señaló Albert. Y era verdad. ¿Me habría dicho que volvía para darme largas? Pues seguramente. Pero es que anoche.... Fue todo tan raro. Era Pablo... pero no era Pablo. Al igual que Albert, que era Albert... pero no lo era. ¿Tiene algo de sentido? Decidme que sí, anda, dadme un poco la razón.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora