Capítulo 31

20.7K 1.3K 646
                                    




Pablo seguía siendo el chico más guapo de la clase, pero de lejos. Su piel se había vuelto más oscura aún, como si se la hubiera rociado con esa pintura que se usa para pintar las mesas de las terrazas. No es que yo controle mucho de eso, pero sabéis a lo que me refiero, ¿no? Aunque a lo mejor es que llevaba demasiado tiempo sin verle, qué se yo. Sus labios, gruesos y rosados, más besables que nunca. Sus ojos verdes... ¿o color miel? Sigo sin tenerlo muy claro. Yo creo sinceramente que le van cambiando según el mes. ¿Es eso posible? Sí, ¿no? Y, pese a todo, se había fijado en mí. O yo en él. Los dos en los dos. Pasar los primeros tres meses de curso sin él había sido duro, no os lo voy a negar. Ramón sigue igual que siempre, pero desde lo que pasó en la fiesta de fin de curso, como que nos mantenemos separados. A ver, ni siquiera va a mi misma clase ya, sí, lo sé. Pero me refiero a cuando nos cruzamos por los pasillos. Sí, oigo de vez en cuando un "marica" por ahí, como de fondo. Y no os voy a mentir: duele cada una de las veces que me lo dicen. Qué queréis que os diga. Admiro a la gente que le resbala ese tipo de cosas. Yo soy al revés. Soy como una puta esponja. ¿Me insultas? Lo absorbo. Todo pa mí. Pero, ¿sabéis lo que hago? Es una cursilada. Una jodida cursilada, lo sé. Pero bueno, qué le voy a hacer: cada vez que me insultan, agarro con fuerza el colgante que me regaló Pablo esa noche. Es una chorrada, pero oye, me siento como en casa. Pero claro, no todos tienen la suerte de tener un colgante así. Entonces, ¿qué hacen cuando les insultan? Joder. Odio a los típicos famosos que dan entrevistas y dicen cosas como "gracias al bullying, hoy soy más fuerte". ¿Qué cojones dices? Gracias al bullying no. ¡Gracias al bullying nada!

La madre de Pablo tuvo cáncer y por eso estuvo sin venir los primeros meses. Pero es como un puto cabezota, y no cuenta una mierda, pues claro, yo no soy adivino y me enteré mucho después. No hablamos mucho esos meses, casi ni nos vimos. Llegó la navidad y yo estaba en la mierda. Mi madre en el puto psicólogo, mi padre no me hablaba... Estoy diciendo mucho puto, ¿no? Venga, propósito del Año Nuevo: hablar mejor. Pero es que es tan puto difícil. Después de la noche en la que me escapé de casa de mis abuelos, con mis padres está siendo más jodido aún. Mi madre prometió que mediaría con mi padre, pero no ha hecho una mierda. Y yo paso de hacer todo el trabajo. Estoy hasta la polla de hacer esfuerzos por algo de lo que yo no tengo la culpa. Al menos esa noche, durante la fiesta en casa de Almudena, tuve el mejor regalo de navidad que podía tener. Fue abrir la puerta y encontrarme a Pablo, y de repente quise lanzarme ahí, al cuello, y no soltarle. Pero, ¿qué es lo que hice? Pues me lancé, me lancé, pero tropecé con un zapato de Almudena (sí, es de esa gente que te hace quitarte los zapatos cuando entras en su casa, ya sabes) y me comí la pared, ahí, delante de todo el mundo. Pablo, obviamente, se descojonó en mi cara, y desde entonces tengo una bonita marca junto a la nariz. Bueno, y la pared de la casa de Almudena, una preciosa mancha rojo oscuro con forma de estrella.

- Menuda hostia, joder, Óscar.

- Ay... ay... - me acababa de comer la pared, ¿vale?

- ¿Estás bien?

- ¿Qué-qué haces aquí?

- Bueno, es una fiesta navideña, ¿no? ¿Cómo me la iba a perder, vamos a ver? – sonrió, y mira, no me meé encima de milagro. Perdón por la burrada.

Y entonces pasó lo más raro de todo. En serio. Cuando os lo cuente, vais a flipar un poco. Y vais a odiar a Pablo. Pero por favor, no le odiéis. Aunque es bastante odiable. El caso es que, a ver, yo estaba así un poco cubierto de sangre, ¿eh? Lo entiendo. Pero después de tanto tiempo, no me dio un beso. ¡No! Me dio la mano, un abrazo y entró en la casa de Almudena, donde todos le recibieron con los brazos abiertos. ¡Que ni siquiera me dio un beso! ¡Que yo me había comido la pared por él! A ver, no, pero sí. Pablo Bernabé, experto en provocar ralladas mentales a los demás. De hecho, fue Albert el que vino a ver qué tal estaba.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora