Capítulo extra final: el verano de Albert

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 Es curioso que, cuando uno se lía por primera vez con alguien que le gusta, las cosas salen solas. Torpes, sí, pero salen. Tampoco es que nosotros hiciéramos gran cosa. Es decir. Besos. Toqueteos. Una paja. No nos hizo falta nada más. A mí desde luego no. Primera vez. Solo esperaba no haber hecho mucho ruido, porque si no, el desayuno iba a ser tirando a incómodo. Recuerdo cuando le pregunté a Óscar por las veces que se había liado con Pablo. Pero solo para aprender. Porque estas cosas pues bueno, las vemos en series de vez en cuando, en el porno... aunque nunca nos lo explican bien. Nunca nos dicen qué hacer y qué no. O cómo hacerlo. Y en el instituto menos aún. Así que, obviamente, los dos estábamos un poco perdidos más allá de tocarnos y besarnos. Nos chocamos varias veces los dientes, las cabezas, nos reímos, paramos y volvimos a empezar. Quizá lo que nos muestran sea mentira, y esté todo idealizado. Quizá el amor y el sexo sea esto. No lo sé.

Pasamos toda la noche abrazados, sin soltarnos ni un solo segundo. Con el ventilador del techo encendido a máxima potencia, eso sí, y con nuestro sudor funcionando casi como pegamento extrafuerte. Nunca me había liado con un chico. Nunca había dormido con uno a mi lado. Nunca había sentido las cosas que estaba sintiendo por él. Y puede que fuera exactamente como lo había fantaseado tantísimas veces. Porque sí, porque sentía que le gustaba. Sentía que quería estar conmigo, a mi lado. Y cuando sientes eso, cuando notas eso en alguien que te gusta, pues es una sensación indescriptible.

Aunque la esté describiendo ahora.

Pensaba que había sido el primero en despertarme. Pero fue él. Porque cuando abrí los ojos y bostecé, escuché su voz.

—Buenos días... —me dijo en un susurro.

—Ay... buenos días —bostecé de nuevo —. ¿Qué tal has dormido?

—Genial. ¿Y tú?

—A la vista está... que aún estoy medio dormido... uf...

—Creo que algo ahí abajo dice lo contrario —dijo Yamil y tardé unos segundos en entender lo que quería decir, y otros segundos extra en apartar mi cadera de la suya.

—¡Perdón!

—No me pidas perdón, si yo estoy igual —y cogió mis manos para que le tocara los calzoncillos. Y sí. Se había levantado igual que yo.

—Joder.

—Joder —repitió y se giró sobre sí mismo para mirarme directamente a los ojos —. Qué guapo estás cuando te despiertas.

—No digas tonterías. —Me daba una vergüenza horrible que estuviera tan cerca.

—Pero es que es verdad.

—Sé que no, pero gracias.

Bajó sus manos lentamente, acariciándome la tripa, el ombligo y llegando hasta la goma de mis calzoncillos. Pero escuché como se abría la puerta de una de las habitaciones y mi reflejo fue empujarle. Yamil rodó sobre sí mismo y cayó sobre el colchón del suelo casi boca abajo, segundos antes de que se abriera nuestra puerta de golpe y apareciera Estrella.

—¡BUENOS DÍAS! —chilló.

—¿Es que no sabes llamar, enana? ¡SAL!

Mi grito fue tan fuerte que Estrella se asustó, puso cara de ponerse a llorar y salió del cuarto, obviamente dejando la puerta abierta. Me cago en todo. Me levanté de un salto, pasé por encima de Yamil, que aún estaba reponiéndose, y cerré la puerta con fuerza. Fue ahí cuando me di cuenta del empujón que le había metido y corrí para ver qué tal estaba.

—¡Perdón, perdón, perdón! Joder, pero casi nos pilla... —y, al darle la vuelta, estaba partiéndose de risa. Estiró los brazos, me cogió con fuerza y me tiró sobre él, cayendo de golpe contra su pecho.

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⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

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