Capítulo 37

13.3K 1.2K 896
                                    


- Tío, mira esta foto – oí cómo decía Ramón, entre risas de cerdo. No, a ver, pobres cerdos.- ¿Has visto qué patético? ¡Si hasta tiene tetas!

- ¡Qué fuerte, macho! ¿De dónde la has sacado?

- Se la envió a Pablo. ¿Se puede ser más ridículo? ¡JA, JA, JA!

Oh, J-O-D-E-R. Fue oír el nombre de Pablo y ya supe que algo iba terriblemente mal. Pero no era consciente aún de lo que mal que se iba a poner todo.

- ¿Y se la envió así?

- Sí, tío, ese Óscar es un cerdo, enviando fotos cerdas. ¡Si da asco! Míralo, qué grasa – se burlaba Ramón, y entonces entendí que el de la foto era yo. Y que esa foto era la que le había enviado a Pablo hace unos días. Pero, ¿cómo podía tenerla Ramón en su poder? El pensamiento pasó fugaz por mi mente, pero lo aparté rápido, porque no podía ser cierto.

Vamos a ver, relaja, Óscar, que lo que estás pensando es imposible. Es IMPOSIBLE. ¿Cómo si quiera se te ocurre pensar que Pablo, Pablo Bernabé, ha podido coger y enviar tu foto a estos dos cavernícolas? ¡Es que no puede ser!

- A ver si el Bernabé deja ya de hacer el gilipollas y vuelve con la Almu, que es lo que tiene que hacer, joder – vociferó Moi.

¿Perdona? ¿Vol-volver con Almudena? ¡VOLVER CON ALMUDENA DE QUÉ! Es qué, ¿es qué han sido novios alguna vez? ¿No dijo que yo era su primer beso? ¡No, Óscar, no malinterpretes nada de lo que digan estos dos imbéciles! ¡Lo están diciendo para joderte! Bueno, no. No lo están diciendo para joderme porque no saben que estoy aquí, escuchando. Me cago en la puta. Ya ni siquiera me importa que se lo haya enviado Pablo o no (que también, pero dejadme, cada cosa a su tiempo). No. El problema es que esos dos tienen una foto mía semidesnudo. ¡Pueden hacer con ella lo que quieran! ¡Pueden enviársela a todo el mundo! ¡PODRÍAN INCLUSO SUBIRLA A INSTAGRAM O QUÉ SÉ YO! Me muero. O sea, me muero ahora mismo. Aquí y ahora. Es que les odio. Les odio. ¡LES ODIO! Y con ese grito interior, mi rabia afloró en el peor momento y, os juro, sin yo quererlo, solté una patada contra la pared que, obviamente, se oyó. No solo en el baño, sino en todo el puto instituto, estoy seguro. Al momento de hacerlo, me arrepentí. Genial. Había firmado mi sentencia de muerte. A ver, de muerte no, pero no era una situación idónea para mí, si os digo la verdad.

- ¿Quién está ahí? – gritó Ramón.

- Ocupado – susurré pero tratando de modificar mi voz.

- Pues deja de dar golpes, puto loco – respondió y yo callé.- Vámonos, tío – y escuché los pasos alejarse y la puerta del baño abrirse y cerrarse. Pasaron unos segundos y volví a respirar. Tenía que hacerme mirar lo de aguantar la respiración en momentos de tensión o un día me iba a dar un algo.

Menos mal que se había largado. Solo faltaba que, después de lo que habían dicho, descubrieran que les había estado escuchando todo el tiempo. Tenía que hablar con Pablo. No podía ser que les hubiera mandado la foto. ¿Es qué seguía siendo amigo de esos brutos? A ver, sí, iban al mismo equipo de fútbol, pero yo soy su novio, joder.

- Mira quién tenemos aquí.

Esa voz. Alcé la vista y vi a Ramón, apoyado en una de las paredes de mi baño. Seguramente se habría subido al váter de al lado.

- Hola – dije, intimidado.

- Qué raro verte con la camiseta puesta, ¿no? – masculló.

- Oye, dejadme en paz. No os he hecho nada.

- Nosotros tampoco, ¿no? Pero quiero saber. ¿Este de aquí eres tú? – sacó su teléfono y me enseñó lo que sí, era mi foto. Encima el muy cabrón le hacía zoom continuamente.- Interesante que ahora a Pablo le pongan estas cosas... Bueno, o a lo mejor no.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora