Mallas (Primera Parte)

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Trixie salió del vestuario femenino con mallas cortas y una sudadera. En la ciudad, las bajas temperaturas se habían asomado desde hacia unos días. El glotón salió del vestuario masculino con Eduardo, un chico ecuatoriano que vino al país desde hace siete años porque a sus padres les salieron ofertas de trabajo en una multinacional. Ambos se sorprendieron al ver a la pelinegra con pantalón corto.

- Trixie - dijo Eduardo -, ¿no tienes frío con esos pantalones?

- Un poco, pero me aguanto.

Stephanie salió suspirando porque gimnasia era una asignatura que odiaba con toda su alma.

El profesor Kallengy siempre les hacia correr durante diez minutos de calentamiento, sin embargo, hoy jugarían a pádel.

- No pongas mala cara, Pinky. Luego, nos divertiremos con el pádel.

- Odio el pádel, el vóleibol es más entretenido.

La pelinegra apoyo su cabeza en el hombro de Stephanie. Al ser un poco más alta que Trixie, esta dejaba apoyada su cabeza en su hombro.

El profesor Kallengy, un hombre de unos 44 años y de estatura mediana, con su silbato colgado con una cuerda fina alrededor de su grueso cuello silbó con su fiel herramienta y comenzó con el calentamiento de correr durante diez minutos. El alumnado empezó a trotar. 

Stephanie y Trixie corrían juntas. La pelinegra era la que más podía aguantar el trote sin parar durante el tiempo establecido. Aun así, iba al ritmo de su amiga que lentitud era su apodo. El calentamiento para el glotón era una tortura, pero debía aguantarlo si quería convertirse en el nuevo Sportacus una vez que terminara el instituto.

El profesor Kallengy hizo sonar el silbato.

- Muy bien alumnado podéis ir a jugar a pádel.

Cada uno escogió su pareja. Ziggy y Eduardo fueron juntos a por las raquetas y las pelotas de tenis. 

- Voy a por las raquetas.

Trixie se fue a por el material, mientras que Stephanie fue a escoger en qué pista iban a jugar. 

La adolescente se mantuvo en la cola para coger las raquetas. Mientras esperaba, se percató que el grupo de chicas situado a su derecha, a unos pocos metros de ella, cuchicheaban mofándose e intimidándola con la mirada.

¿Y estas inútiles que ni todas juntas hacen una neurona qué hacen mirándome?

Trixie las miró, se percató que eran el grupito de pijas cuya líder era Samantha Smith. Una chica rubia de pelo lacio hasta las caderas, con unos ojos grandes y verdes, unos labios carnosos preciosos, cintura marcada, delgadez de modelo y una belleza que medio instituto iba tras ella pidiéndole salir. Aquella chica rubia, de estatura mediana, junto con sus amigas se burlaban de Trixie y Stephanie.

La joven ignoraba a ese grupo, pero de fondo escuchó un ¿Seguro que no le gustan las chicas? Porque lo parece. Aquello colmó el vaso de la paciencia de Trixie. Al recibir las raquetas, miró al profesor Kallengy.

- Discúlpeme, señor Kallengy.

- Disculparte, ¿por qué?

El profesor no entendió nada. La adolescente le dio la espalda al hombre pasando por el lado de aquel grupo con la raqueta en su mano. Para sorpresa suya, le dio en la cabeza a una de las chicas, Victoria, quien había soltado aquel comentario tan innecesario. La golpeó dos veces con la raqueta. Inmediatamente, el profesor, Stephanie y Ziggy acudieron donde se encontraba la pelinegra.

- ¡¿Pero qué haces?! - le gritaba el profesor - ¡Podrías haber matado a Victoria!

- Me da igual, maestro.

- ¡Vete al despacho del director! ¡AHORA!

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora