Vuelta a clases y notas

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Los días de las fiestas de Lazytown se habían terminado con fuegos artificiales en la Plaza Mayor como despedida.

Durante aquella semana, la pandilla de Roger no hizo ninguna gamberrada. Dolph, como segundo líder, le comentó a Stingy que habría un alto al fuego. Desde ese momento, las fiestas fueron muy calmadas.

El lunes empezó con el despertador sonando. La pelinegra lo paró y se fue abajo a preparar su desayuno, el almuerzo y el desayuno para su madre.

Al entrar en la cocina alucinó de ver a su madre preparando su desayuno y su sándwich para el almuerzo.

- Mamá - Trixie pensaba que podría estar soñando -, ¿te encuentras bien?

- ¿Me estás vacilando o qué? Solo quería prepararte la comida.

- Gracias.

- ¿Por qué me las das? Soy tu madre.

- Porque llevo desde los diez años levantándome temprano y preparándome la comida, por eso te agradezco que me estés haciendo el desayuno y el almuerzo.

- He estado toda la semana de las fiestas sin probar el alcohol - confesó la mujer -. He tenido miedo de que ese gordo malnacido pudiera aparecer por sorpresa en casa y jodernos la vida. Sería como cavar una tumba más en mi cementerio de fracasos. Además, hoy te dan las notas y eso es bueno. Al menos esos capullos de servicios sociales verán lo buena estudiante que eres.

- Tendrás que guardar las botellas o petacas, por si te queda alguna en tu habitación.

- Vacíe todas las botellas que tenía escondidas en mi cuarto, y he tirado las petacas a la basura.

- Me alegro de que dejes de beber, mamá.

Aquella frase derrumbó a Bárbara.
No lloró delante de su hija, lo haría cuando ella se fuera al instituto. La vida había tratado mal a ambas, pero Bárbara tuvo que elegir entre luchar o esconderse. Eligió la segunda opción.

Tras finalizar su desayuno, Trixie se fue a cambiarse de ropa. Mientras, su madre le guardaba el almuerzo.

Al tocar la mochila de su hija, Bárbara se derrumbó por completo. Los años de colegio e instituto los había perdido por culpa de su alcoholemia; no pudo disfrutar ni una sola obra musical que realizaban porque o nunca estaba o llegaba cuando se finalizaba la actuación; tampoco llegó a tiempo para recogerla delante del colegio después de haber estado, casi un día entero, en una excursión que hizo a la ciudad de al lado.

Aquellos años nunca regresarían y esa sería la cruz que cargaría Bárbara durante el resto de su vida.

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora