Servicios Sociales a las tres (Primera Parte)

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Bárbara se encontraba en el salón durmiendo plácidamente. En cambio, su hija había limpiado todo el desastre que había causado y, luego de eso, a comer. Más tarde, la pelinegra se hizo un topo y fregó los platos, los vasos y los cubiertos que había usado para su salmón con patatas al horno.

Tras haber fregado todo, vio el paquete de tabaco de su madre. Todavía estaba por abrir. Necesitaba una calada de nicotina, pero se prometió desde pequeña no probar el alcohol ni tampoco fumar. Pero la tentación era tan exquisita que parecía oír como el paquete de tabaco la estaba llamando para que diera una larga calada a uno de sus veinte cigarrillos. Cogió el paquete y lo echó a la basura.

Bastante mierda hay en mi vida como para joderme ahora los pulmones con esta basura adictiva

Trixie se fue a su habitación a descansar un poco. Quería dormir. Al cerrar los ojos pensó en cómo Stingy le había puesto cachonda al golpear el árbol con un puño; el acorralarla debajo de su casa del árbol; cómo le había dicho aquello susurrándole en el oído; el beso excitante; como la había acercado su cuerpo al de ella; los besos en su cuello; ambos cuerpos chocándose por ese abrazo y tocar el suave cabello de Stingy.

Serás idiota, Stingy. ¿En serio me tenías que besar? ¿En serio que debía ser tuya en ese preciso momento? ¿Era necesario golpear el árbol con tanta fuerza que hasta las hojas caían al suelo? ¿Era necesario acorralarme con tus brazos con tu rostro a unos pocos centímetros de mí? ¿Era necesario besar mis labios; besar mi cuello; apretar tu cuerpo con el mío; tocar mi cintura y matarme a besos? ¿Era necesario ser sumisa por qué tus besos era un delito placentero para mis sentidos y sensaciones? ¡Te odio, Stingy, te odio!

Trixie estaba apunto de dormirse, pero el timbre de la casa empezó a sonar.

¡La madre que me parió! ¡¿Y ahora quién...?! ¡MIERDA, LOS SERVICIOS SOCIALES!

A toda velocidad, Trixie bajó a la planta baja yendo haber quiénes eran. Por la mirilla observó que eran Nicole y Matthew.

Los inspectores de servicios sociales las visitan cada tres semanas para ver cómo iba el tema del alcoholismo y las calificaciones.

Apresuradamente, la pelinegra despertó a su madre.

- ¡Mamá! - le susurraba - ¡¿Mamá, te quieres despertar?!

- ¡¿Pero que coño te pasa, Trinnie?!

- ¡Nicole y Matthew, están aquí!

El timbre volvió a sonar acompañado de golpes y voces. Bárbara se apresuró en levantarse del sofá e ir, a toda mecha, a su habitación a cambiarse de ropa y salir por la ventana para entrar en la casa y fingir que venía de comprar.

- ¡YA VOY! ¡YA VOY!

Gritaba la chica con el corazón a mil. Antes de abrir practicó su sonrisa. Cuando lo tuvo, abrió la puerta saludando a los señores de los servicios sociales.

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora