Copas rotas

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Bárbara estaba en el baño arrodillada a un lado de la tapa del váter vomitando las cuatro copas que se había tomado esta mañana al despertarse. Mezclar Martini y vodka no era una buena idea.

¡Dios! ¡Qué sensación más horrible!

Maldecía la mujer entre dientes mientras que su hija entraba a la casa dejando sus llaves sobre el plato que había en la entrada.

La adolescente al pasar por la cocina vio que cuatro vasos estaban rotos cuyos cristales se encontraban esparcidos por el suelo.

- Mamá, ¿dónde estás?

- En el Capitolio, ¿a ti que te parece?

Trixie entró en su habitación que todavía apestaba a alcohol. A la chica le entraban arcadas por el olor tan fuerte a bebida blanca, por lo que abrió las ventanas para que se ventilara el cuarto.

Trixie observó que su madre tenía apoyada su cabeza en la taza del váter por si vomitaba otra vez.

- Nunca mezcles Martini y luego te tomes tres vasos seguidos de vodka, mala idea, mala...

La mujer bostezaba y veía a su hija apoyando su cabeza en el marco de la puerta. Trixie deseaba curar a su madre, pero su progenitora se negaba ir a un centro de rehabilitación.

- ¿Estás mejor?

- Más o menos. Por cierto, ¿y ese olor?

- Yo huelo a bebida en tu habitación.

- No, huelo a perfume de hombre.

Entonces, la chica pensó que al besar a Stingy y acercar su cuerpo al de él el olor de su perfume se le había impregnado en la ropa.

- Yo solo huelo a alcohol, mamá.

- No, no - decía Bárbara con media sonrisa en su cara -. ¿Con quién has estado, Trinnie? Hueles a perfume de hombre, ¿te has metido a puta? Porque sí es así cóbrales bien caro, que vales mucho cariño.

- ¡¿Mamá, cómo voy a ser prostituta?!

- ¡PORQUE HUELES A HOMBRE! 

- ¡YO SOLO HUELO EL PUTO ALCOHOL EN TU JODIDA HABITACIÓN!

- ¡HUELES A MALDITA ZORRA, TRINNIE!

La adolescente se fue a su habitación cerrándola de un portazo. Tras ella, su madre no paraba de gritar que era una fulana que había contraído el sida y una víbora por no querer darle dinero a su madre.

Bárbara se fue a la cocina a prepararse otro vaso de whisky. De camino a la cocina, el timbre sonó y Trixie salió de su habitación lo más deprisa posible para que su madre no fuera. Pero Bárbara abrió la puerta y era el pijo que al ver a la madre de la pelinegra la saludó.

- Buenas tardes, señora Kolman - Stingy era un chico muy educado -. ¿Por casualidad está su hija?

- ¡TRINNIE!

Trixie apareció y apartó a su madre de la puerta.

- Mamá, vete.

- ¿Y las copas rotas?

- ¡Ya lo limpiaré yo!

La mujer levantó las manos hacia arriba en señal de rendición y se fue a tumbarse en el salón.

- ¿Quieres algo, Stingy?

- Devolverte tu pendiente.

El pijo enseñó su aro plateado que se le había caído cuando se marchaba a casa.

- Gracias, nos vemos Stingy.

El chico se despidió y regresó a su hogar. Mientras, ella cerró la puerta, cogió aire y se fue a la cocina a limpiar el desastre que había causado su madre.

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora