La basura (Segunda Parte)

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- Iba paseando - empezó a hablar el hombre rechoncho -, y al verte me ha parecido buena idea saludarte.

- Entonces, hola.

Trixie sabía que es lo que quería el hombre. Por lo que, intentó disimular sus nervios que resurgían a flor de piel.

- Quería comentarte un hecho increíble, Trixie - el hombre se acercó a la adolescente acariciando su mejilla -. Tú sabes que yo tengo poder en mi departamento, y esta mañana he tenido que convencer a Nicole de qué tu madre no iba pasada de alcohol. Le olía el aliento a Martini o, tal vez, ¿vodka?, no lo recuerdo. Sería un grave error que alguien acudiera por sorpresa a vuestra casa y ver que tu madre no lleva para nada tres semanas sobria.

- Mi madre lleva tres semanas sobria, Don Matthew. ¿Qué es lo que quiere exactamente?

- Tu madre, no esta sobria y puedo entrar en tu casa y corroborarlo. Los alcohólicos nunca se curan y, sobre todo, cuando hay servicios sociales de por medio. No es un milagro.

Trixie empezó a asustarse. El hecho de ir a un centro de menores o estar en una casa de acogida no era muy gracioso, tampoco para su madre qué esperaba a que su hija cumpliera la mayoría de edad para que los servicios las dejaran de molestar.

El hombre gordo supo acorralar con el miedo a la joven, quien quería meterse en su casa enseguida.

- ¿Qué es lo que quiere, señor?

- Podemos dar una vuelta, hablar y hacerme un trabajito oral.

- ¿Cómo?

Las lágrimas salieron sin pausa de los ojos de la pelinegra. Matthew estaba feliz de ver cómo esa pobre cría se iba desmoronándose lentamente. Matthew iba a dar el siguiente paso, pero como si se tratase de un ángel de la guarda, Stingy apareció interrumpiendo al hombre.

- Trixie - sonrió el pijo -, ¿también sueles tirar la basura a estas horas?

Stingy miró al hombre, gravó su gordo rostro en su memoria. El adolescente se puso en medio de los dos y el rechoncho tuvo que alejarse un poco para que hubiera espacio entre ellos.

- Usted, ¿quién es? —Preguntó Stingy.

Matthew se dio media vuelta y se marchó a su Chevrolet negro de la década de los noventa. Stingy se giró y vio como Trixie permanecía callada con los ojos cerrados y con las mejillas que brillaban por sus lágrimas.

Aquel Chevrolet encendió motores, pasando por delante de la pareja. Stingy observó al hombre sin parpadear y Matthew hizo lo mismo.

El hombre se fue con su vehículo y la soledad de la noche resurgió entre el pijo y la pelinegra.

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora