Lluvia

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- Parece que va a llover - comentó Stephanie mientras ambas salían del instituto -, creo que bajarán todavía más las temperaturas.

- ¿Más?

Stephanie iba a contar una anécdota sobre lo que había pasado en clase de biología, pero ambas sintieron que el cielo lloraba.

- Acelera un poco el paso porque nos vamos a mojar.

- No importa - dijo la pelinegra -, nuestro trayecto es de media hora andando igualmente llegaremos a casa como una maldita sopa.

La idea de llegar a casa como si se hubiera metido en la piscina no le gustaba a Stephanie. A Trixie no le disgustaba, disfrutaba andar bajo la lluvia. Al menos, los malos pensamientos se iban junto con el agua caída del cielo.

- Se está... - ambas escucharon el sonido de un claxon - ¡Stingy!

- ¡Subid!

Las chicas subieron al vehículo del joven quien había puesto el techo despegable para no mojar la tapicería y el cuero del coche.

Trixie iba delante y Stephanie detrás. El chico puso la calefacción. La lluvia empezó a golpear los cristales del vehículo con fuerza. Para romper el hielo, Stephanie preguntó dónde estaban el informático y Ziggy.

El mimado respondió que tenían extraescolar de ajedrez y baloncesto. Hoy les tocaba quedarse un rato más en el instituto.

Mientras tanto, Trixie cerraba los ojos. Su estado de nerviosismo había pasado a tranquilidad. Desde el lunes por la noche que estuvo a solas con Matthew enfrente del contenedor de la basura; cuando Stingy la salvó; el trabajo de ayudar a su madre a que se fuera a dormir sin probar ni una gota de alcohol junto con la visita de los servicios sociales en aquella tarde, todo era un cúmulo de nervios y ataques de ansiedad. 

Del corto trayecto en coche solo hubo silencio. El chico se despidió de Stephanie. Ella bajó del vehículo sin decirle nada a su amiga. Le sabía mal molestarla mientras dormía. 

Una vez que Stephanie entró en su casa, Stingy se dirigió al hogar de su amiga.

- Trixie, despierta.

La pelinegra bostezó y se frotó los ojos. Al abrirlos observó por unos instantes a Stingy, quien miraba la puerta de su casa. La adolescente, antes de bajarse del vehículo, se disculpó con su amigo por haberle echado su agua en la hora del recreo a la cara.

- No importa. —Respondió Stingy.

- Si que importa - confesó Trixie apenada -, solo me has pillado en mal estado.

- ¿Y por qué no me lo cuentas?

Stingy se mantenía al margen. Quería besar a Trixie, pero no quería sentir sus ojos en él; su mirada le hacía estallar su corazón. La chica le agradeció por llevarla a casa y se despidió. Bajo la lluvia inmensa, la adolescente con cuatro pasos se metió en su hogar. Antes de cerrar la puerta, levantó su mano como gesto de despedida y él tocó el claxon como respuesta.

Nunca pruebes el alcohol - TringyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora