Capitulo sin la correcta edición, perdón de ante mano por las posibles faltas.
Pablo.
Me acomodé la camisa del uniforme y la corbata, mientras miraba el reloj de la pared de reojo; las nueve y veinte y yo aun estaba en mi cuarto, cuando debía estar en clases.
Le marqué a mi mamá, por enésima vez, y obtuve el mismo resultado que antes; nada.
Media hora llevaba en eso, y cada vez que lo intentaba, mi mamá ignoraba mis llamadas.
Volví a marcarle, el teléfono sonó dos veces y luego me envió al buzón de voz.
Había rechazado mi llamada deliberadamente, otra vez.
¿Por qué no podía atenderme? Necesitaba hablar con ella.
Seguí intentando, incluso llamé directo al teléfono de mi casa, como era de esperar me atendió la muchacha del aseo.
Mis papás no estaban, habían ido a una reunión o algo así.
Típico.
Lo peor era que ni si quiera podía salir del colegio, porque necesitaba un permiso, que no podía pedir, porque mi mamá no me atendía.
Nueve y cuarenta y cinco.
Ya estaba más que atrasado, que estrés. Ya me había ganado una falta.
Me tiré en mi cama y decidí quedarme en el cuarto, a esperar a que mi mamá se dignara a de volverme las llamadas. Pero no lo hizo, y no pude ir a la primera hora de clases, pero quería ir, no por la clase, claro, no me interesaba la clase de literatura, lo que si me interesaba era ver a mi novia.
Y no solo porque la conversación con Mía la noche anterior, me había dejado preocupado, quería verla porque la extrañaba. No recordaba la última vez que la había besado solo porque podía, y lo echaba tanto de menos.
Ni si quiera había podido saludarla temprano.
Fastidiado y después de enviarle una infinidad de mensajes a mi mamá para que me devolviera las llamadas, salí de mi cuarto, necesitaba salir de esas cuatro paredes o la cabeza me iba a estallar.
Decidí ir a la cafetería a comer algo, pero me detuve a media escalera cuando vi a Martin charlando con gloria en medio del hall.
—Pablo —Me llamó, bajé más rápido y fui hasta donde estaba.
Martín se despidió de Gloria y me recibió con un abrazo cariñoso, cuando llegué a su lado.
—Hola. —Lo saludé, confundido, era extraño que estuviera en el colegio—. ¿Vienes a ver a Marizza? —pregunté.
—Si, bueno, más bien, vine a charlar con ella, la estado llamando y no contesta, como siempre —me explicó.
Me reí, Marizza y su teléfono, no tenían la mejor relación, yo tenía la suerte de ser una de las pocas personas que podía comunicarse con Marizza a través del aparato.
—Bueno, ya la conoces, de seguro ni sabe donde tiene su celular —le dije divertido, el se rio—. Si quieres puedo ir a buscarla —le ofrecí, me di la vuelta para ir por ella, pero Martin habló antes.
—No, no —me detuvo—. Ya que estas aquí porque no me cuentas tú como resultó todo con la psicóloga, ya sabes como es mi Marizza lo más probable es que se enfade por inmiscuirme en sus cosas.
—¿Cómo? —murmuré desconcertado.
¿Había dicho psicóloga?
—Si, como la viste tú, llevo bien la sesión o salió muy afectada.
Me quedé en blanco. No supe ni que decirle.
—¿Fueron juntos? ¿No? —preguntó. Yo solo pude negar con la cabeza—, pero, ella dijo que iría contigo, que no era necesario que yo fuese con ella.
—No, no fue conmigo —respondí decaído, no pasó desapercibido para Martin.
—Entonces fue sola —murmuró Martin.
Yo suspiré, me sentía mal de solo pensar en que Marizza había pasado por eso sola y me sentía peor de que ella no me dijese nada.
—No lo sé —murmuré, Martin me miró confundido—. Yo, no sabía nada, ni si quiera me lo dijo.
Intenté no verme tan afectado, pero no pude evitarlo.
—Bueno, Pablito, no te pongas así —Martin quiso reconfortarme—. Quizás quería hacer esto sola.
No se escuchó muy seguro, y es que los dos sabíamos que aunque Marizza era muy independiente, cuando se trataba de la terapia necesitaba apoyo.
—¿Cuándo se supone que tenía turno? —pregunté.
—Hoy temprano —respondió—. Por eso quería hablar con ella, quería saber que tal todo.
—Hoy —suspiré, Martin asintió—. No entiendo nada. ¿Por qué no lo comentó conmigo? ¿Le habrá ocurrido algo? Tal vez tubo una crisis… o
Soy consciente de que estaba sonando como un loco desesperado, pero es que, no me caía en la cabeza que Marizza me ocultara algo tan importante.
Esto no era importante solo para ella, también lo era para mí.
—Oye, Pablo tranquilo. —Martin me puso una mano en el hombro—. Lo más probable es que todo este bien —se escuchó optimista—. Si hubiese tenido algún problema a la primera persona que hubiese recurrido es a ti.
Eso me calmó un poco.
—Sabes, voy a ir a hablar con ella —dijo Martin—. Así me explica y ambos nos quedamos más tranquilos.
—Me dejas hablar con ella a mi primero, por favor —le pedí—. Te prometo que no voy a atacarla, ni a reclamarle nada, solo necesito saber que ocurrió.
Martin me sonrió.
—No tienes que explicarme nada, Pablo, habla con ella, al final creo que eres la única persona con la que Marizza puede abrirse, si tiene cualquier problema, no dudes en avisarme. Confío en ti —Me dio un apretón amistoso en el hombro.
Forcé una sonrisa, mientras lo miraba marcharse.
Tomé mi teléfono, mi mamá seguía sin de volver mis llamadas, pero para mi buena suerte había enviado un mensaje.
Amor, con tu papa estamos un tanto ocupados hoy, mañana paso por ti al colegio y hablamos.
Te amo.
Bien, tendría que esperar hasta mañana entonces. La parte buena era que ahora podía concentrarme en Marizza.
Guardé el aparato y subí las escaleras, como pude me inmiscuí en el pasillo de las chicas y toqué la puerta del cuarto de Marizza, pero nadie me abrió.
Volví a tocar.
—¿Quién es? —Marizza habló del otro lado de la puerta.
—Soy yo, Pablo —respondí.
—Esta abierto, pasa —me gritó de vuelta.
Abrí la puerta
—Hola —murmuré al entrar, Marizza estaba de espaldas a la puerta frente a el espejo del tocador de Mía.
Yo iba con un objetivo claro, tener una conversación seria, no quería reprocharle nada, pero necesitaba saber porque me había ocultado algo tan importante.
Había armado un pequeño discurso en mi cabeza, para no hacerla enojar, y que no me mandara a la mierda, pero todo lo que había planeado se esfumó en cuanto la vi.
Marizza estaba mirando el espejo, por el reflejo pude ver como se desabotonaba la blusa del uniforme y como si eso fuera poco, en cuanto me vio me sonrió.
Y así sin más olvide a lo que había ido.
Me miró esperando a que yo dijese algo, pero no pude concentrarme mucho, tenía puesta mi atención en sus manos desabotonando la blusa.
—¿Qué pasa? —me preguntó sacándose la blusa por completo.
Okey adiós a mi concentración.
Se movió por la habitación abrió uno de los cajones y sacó una camiseta con el logo de una banda. Seguí sin responder, solo pude mirarla.
—¿Pablo? —Se paró frente a mí, aun con la camiseta en la mano.
A ver, tenía que enfocarme, había ido a tener una conversación importante, pero como podía cuando la tenía así frente a mí.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Contesté con un simple aja, bajé la mirada por su torso semidesnudo, se veía tan bien así, solo con el sujetador y la falda del colegio. No pude contenerme la tomé de la cintura y la atraje hasta mí.
—Que linda, estás. —Me incliné y le dejé un beso en la mejilla, ella sonrió.
—Estoy igual que siempre —me miró divertida.
—Siempre estas linda, pero hoy. —Dejé la frase en el aire y la apegué más a mí. La tomé de las mejillas ella levantó la mirada para verme.
Me incliné y pasé mi nariz por su cuello, ella se retozó.
—Pablo ¿Qué?...
Antes de que siguiese hablando, busqué su boca y la besé.
No me había dado cuenta antes, pero en ese instante fui consciente de lo mucho que había extrañado besarla de esta manera, despreocupado y solo por el placer de hacerlo y por la forma en la que ella me correspondió, estoy seguro de que se sentía igual.
Creo que dentro de todo lo malo que habíamos pasado en el último tiempo habíamos olvidado que ser novios también se trataba de estar así, juntos, disfrutando el uno del otro.
Dejé sus labios un instante, pero solo para tomar aire, y volví a llenarla de besos, le besé las mejillas, la boca, la frente, detrás de las orejas y es que quería besarla toda, completa.
Cuando llegué a su cuello, ella comenzó a reírse, se removió inquieta producto de las cosquillas.
—¿Pablo que haces? —preguntó estaba tratando de controlar sus carcajadas, pero no pudo, yo seguí besándola por todas partes, necesitaba escuchar mas de su risa. Bajé por el centro de su pecho, ahí paró de reír y su respiración se hizo notoria— . Pablo, para pueden venir las chicas —me advirtió, apenas le salió la voz, yo no le hice mucho caso.
—No vienen —rebatí—. Estaban en el estar. —Seguí besándola, subí por su cuello hasta que llegué a su boca, ella dio unos pasos torpes perdiendo la estabilidad, la sujete por la espalda y baje mis dos manos sosteniéndola del culo para alzarla.
—Pablo —dijo sorprendida, me reí al ver su cara asustada. Caminé con ella a cuestas hasta que llegué a uno de los escritorios voté todo lo que había encima y la senté—. Estás muy loco —dijo risueña.
—Tú tienes la culpa, provocadora.
Marizza se rio antes de tirar de mi corbata para atraerme más a ella, quedé en medio de sus piernas y mi pecho se apegó al suyo, ahora fue ella quien me besó.
Mientras ella me volvía loco con su lengua en mi boca, bajé mis manos hasta sus rodillas y me inmiscuí en medio de sus muslos.
Marizza jadeó contra mi boca, me mordió la barbilla y bajó hasta mi cuello. No recuerdo que algo me haya parecido más excitante.
Quizás debí tomarme unos minutos de más para ir más lento, pero por lo visto ni ella ni yo teníamos ganas de ir con calma.
Lo corroboré por la forma desenfrenada en la que Marizza me besaba el cuello.
Solo me bastó rozarla por encima de la ropa para saber la urgencia qué tenía.
Levante su falda y al llegar más arriba hice a un lado la ropa estorbosa.
Ella me mordió el hombro cuando la toqué directamente, piel con piel. Un sonido sordo salió de su boca, cuando mis dedos buscaron y fueron más allá que un simple toque, podía sentirla y ella a mí.
Lo hice lento y pausado, y la miré, no quise perderme ninguna de sus expresiones, cuando fui más allá, Marizza tomó una bocanada de aire y cerró los ojos con fuerza.
—¿Duele? —le pregunté.
—Puedo tolerarlo, solo necesito. —Subió sus manos hasta mis mejillas y me besó, no fue nada sutil, fue arrebatado y desesperado.
Eso aumento mis ganas de continuar, mis manos se movieron, no rápido, si no, profundo, certero y fuerte.
Con cada vaivén, sus jadeos se hacían más notorios y lo que mis manos estaban sintiendo me estaba volviendo loco.
Fui un poco más rápido, pero me mantuve alerta cuidando de no lastimarla. Marizza cerró de nuevo los ojos, un poco incomoda, pero no dejó de besarme e incentivarme a seguir.
—Pablo —jadeó. Su pecho subía y bajaba aceleradamente.
—Todo bien ¿Te estoy lastimando? —Le pregunté al ver que cerraba los ojos con fuerza.
Como pudo negó con la cabeza. Estaba roja y acalorada, se veía preciosa.
—¿Segura? ¿Si quieres me detengo? —le pregunté.
—Si te detienes te mato —masculló.
Si no hubiera estado tan excitado me hubiese reído.
—Solo, sigue, así, si, sigue, sigue. —A cada palabra tomaba una respiración profunda, estaba cerca podía sentirlo.
Con mi mano libre la tomé de la barbilla he hice que me mirara, sus ojos conectaron con los míos, y mis dedos se movieron con un poco más rápido y se que con eso llegó.
Sus ojos se cerraron y su cabeza se fue levemente hacia atrás, la expresión que puso fue la más linda y excitante que yo hubiese visto, si es que esa combinación existía.
Cuando se calmó un poco, dejó caer la cabeza en medio del hueco de mi cuello, su respiración se sintió tibia en mi piel.
—Me voy a desmayar —suspiró. Me reí mientras le frotaba la espalda. Ella trataba de recobrar el aliento, cuando pasó sus brazos por mi torso y me abrazó con fuerza.
—¿Todo bien? —Acaricié su cabello.
Asintió y se separó un poco, para mirarme, pero no dejó de abrazarme.
—Extrañaba mucho esto —murmuró, la miré insinuante. Ella rodó los ojos—. No a esto, precisamente —se rio—. Más bien a pasar tiempo contigo, así, solo nosotros.
Pasó su nariz por mi cuello, me dio varios besos cortos, y mordió mi barbilla.
Intenté no derretirme por el gesto.
Sonreí al darme cuenta de que sentía lo mismo que yo.
Me incliné hacia adelante y besé su frente. Yo no solo extrañaba a Marizza, la necesitaba.
Me hubiese quedado toda la vida así junto a ella si el sonido de la puerta abriéndose no me hubiese alarmado.
Me di la vuelta rápidamente quedando de espaldas a Marizza qué seguí sentada en el escritorio, y suspiré aliviado al ver que era Lujan.
Abrió mucho los ojos cuando nos vio y luego puso cara de asco.
—No puede ser —masculló, estupefacta.
—No hicimos nada —atiné a decir. Marizza se rio a mi espalda, ni si quiera trato de disimular.
—En serio en mi escritorio —inquirió indignada.
—¿Es tu escritorio? —le pregunté divertido.
—Claro que es mi escritorio imbécil —gruñó—. Y todas mis cosas están regadas por el piso, tienen suerte de que esté ocupada porque si no los mataba ahora. —Furiosa se agachó y comenzó a buscar sus papeles.
Marizza y yo nos reímos disimuladamente, mientras veíamos a Lujan gruñendo, eso hasta que escuchamos unos golpeteos en la puerta.
—Hey, cuanto más vas a tardar allá adentro, tengo cosas que hacer.
Escuchamos un grito del otro lado de la puerta.
—¿Ese es Marco? —murmuró Marizza.
Lujan rodó los ojos.
—Si —masculló—. Está esperándome. — Marizza y yo la miramos curiosos, ella suspiró—. Estamos en el grupo de sobresalientes, para los intercolegiales, y tenemos que llenar unas formas —explicó.
—¿Sobresalientes? —preguntó Marizza—. Si tus calificaciones son peores que las mías.
—Bueno, no solo se puede sobresalir en lo académico, yo estoy en el equipo de deportes, el pesado de tu amiguito está en el de matemáticas.
—Y por eso andan juntitos —bromeó mi novia.
Lujan puso mala cara.
—Solo me acompañó a buscar estos papeles—. Nos mostró una carpeta que había cogido del suelo—. Somos los dos únicos representantes de tercero, así que para mi mala suerte tengo que planear todo con él, a fin de año son las competencias y tenemos que planificar un viaje —dijo con desagrado.
—Ustedes, dos, juntos, en un avión, de seguro se cae —dijo, Marizza antes de estallar en una carcajada que me hizo reír a mí también.
—Bueno, no, nosotros dos solos, va un comité de alumnos de todos los cursos, pero si, desgraciadamente tengo que pasar tiempo con el histérico —masculló.
—Yo no sabía que existiese eso de las intercolegiales —dije.
—Tampoco yo —añadió Marizza.
—Es porque ustedes dos no se destacan en nada —contestó Lujan, con simpleza.
—Gracias —dijimos Marizza y yo al unísono, ofendidos.
Lujan se encogió de hombros desinteresada.
—Me voy a hacer viejo aquí —volvió a gritar el insistente de Marcos. Lujan gruñó una maldición.
—Que ya voy —gritó Lujan.
—Dudo que estos dos lleguen en una pieza a la webada esa —me susurró Marizza al oído.
Me removí por las cosquillas. Dejó su mentón en mi hombro y me dio varios besos en la mejilla.
Lujan hizo una arcada.
—Me voy, antes de que empiecen otra vez con sus asquerosidades. —Rodó los ojos al ver que Marizza y yo seguimos jugueteando—. Por cierto, Manuel dijo que los esperaba en la lavandería, que tenía que ensayar —añadió, Marizza y yo asentimos—. Cuando terminen con sus cosas al menos desinfecten, mi pobre escritorio —nos ordenó y salió del cuarto.
Me di la vuelta, Marizza me miró y solo eso bastó para que ambos estalláramos en risas.
—Deberíamos seguir con nuestras cosas —dije en tono sugerente, pasé mis manos por sus piernas de nuevo, pero ella me frenó poniendo sus manos en mi pecho.
—No, no, ya escuchaste a Lujan, los chicos nos esperan para ensayar.
—Si, tienes razón —suspiré frustrado.
—No pongas esa cara —se rio—. Ya tendremos tiempo otro día, además, no creo que hayas venido hasta acá solo para manosearme ¿verdad? —me preguntó, todavía estaba encima del escritorio y a medio vestir.
Eso me hizo recordar que debíamos tener una charla seria.
—Si, pero primero vístete, que si te quedas así me desconcentras —le dije. Ella me sonrió y de un salto bajó del escritorio, tomó la camiseta qué estaba en el suelo y se la puso.
—Listo ¿Feliz?
Yo asentí, aunque era mentira, no estaba nada feliz de que estuviera vestida.
—Entonces… —Se sentó en su cama y me animó a sentarme cerca de ella. Lo hice, ella me miró curiosa.
—Me encontré con tu papá en el hall —le dije, ella dejó de sonreír al instante.
—Ah, si, que extraño. —Quiso parecer despreocupada, pero no pudo yo la conocía demasiado.
—Si, dijo que había intentado llamarte, pero que tú no habías respondido.
—Ah, yo no he visto mi teléfono —se excusó—, pero no importa, luego le marco.
Asentí un poco decepcionado, tenía la esperanza de que naciera de ella contarme, pero no lo hizo, así que iba a tener que decírselo yo.
—Quería saber como te había ido con la terapeuta —se lo dije golpe. Ya no pudo seguir ocultando su desconcierto.
—Pablo... yo —Me miró culpable.
—¿Por qué no me lo dijiste, Marizza? —le reclamé, ella abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla—. Se supone que íbamos a hacer esto juntos —más que enojado me escuché decepcionado.
—Ya, se, pero, es que….
—Deberías habérmelo dicho, si querías hacer esto sola, podrías haber hablado conmigo, yo habría hecho el esfuerzo de entenderte, pero te mandaste sola. —Tomé una bocanada de aire, ella solo me miró preocupada—. Y no puedes hacer eso, no con un tema tan importante.
—Pablo, para —me interrumpió—. No te preocupes, no fui.
—¿Cómo? —No se si quería calmarme con eso, pero fue peor.
—Eso, lo que escuchaste, no fui.
—Si, no querías hacerlo, o tenías dudas lo hubieses conversado conmigo.
—Es que si traté de decírtelo —masculló. Me quedé, perplejo—. Ayer, en el ensayo, intenté hablar contigo, pero me dijiste que estabas cansando y no quise molestarte.
Cerré los ojos con pesar.
Claro que había tratado de decírmelo, y yo como un imbécil, ni si quiera la escuché.
—Perdón, Pablo, se que estás molesto, debería haber insistido, pero estabas tan decaído ayer, no quise ocultarte nada, es solo que no encontré el momento, y cuando apareciste aquí, si quise decírtelo, pero estabas tan animado… —hizo una pausa—. No quería verte como ayer, perdón.
—No, me pidas perdón, soy yo el idiota que no te escucho, y encima vengo a reclamarte. Lo siento —murmuré mientras me frotaba el rostro con las manos.
—No pasa nada, esta bien —Marizza se movió en la cama y me abrazó por la espalda—. No es tu culpa —murmuró y me dio un beso en la mejilla.
—Si que es mi culpa —mascullé.
Ella resopló.
—No, no, lo es, tienes derecho a tener días malos y a estar estresado, no tienes que estar pendiente de mí siempre.
Fue tan comprensiva, que solo me hizo sentir peor.
—Pero, es que…
—Pablo, esta bien, en serio. Es válido que tu tengas problemas, no todo se trata de mí.
Torcí él gesto.
—No tengo ningún problema —le dije casi a la defensiva.
No quería que pensara eso, no quería que se preocupara por mí, ya se había guardado cosas por pensar en mí antes que en ella, y eso me hacía sentir como una basura.
Marizza cambió su semblante a uno más duro.
—Okey—suspiró frustrada—. Como digas. —Era lógico que intuía qué algo me estaba pasando, lo extraño fue que no siguiese insistiendo.
Se separó de mí y se puso de pie. Se quedó en silencio unos segundos qué me parecieron una eternidad.
—Puedes dejarme sola un momento, necesito terminar de cambiarme —murmuró. A penas si me miró, y se dio la vuelta para revisar sus cajones.
Me maldije internamente, como se pudo arruinar un día tan perfecto en solo unos minutos.
—Marizza. —Me acerqué a ella y puse mis manos sobre sus hombros—. No te enfades.
—No me enfado —me respondió tranquilamente, eso me dejó descolocado—. Si, dices que no pasa nada, no pasa nada entonces.
Asentí, con algo de culpa.
—Entonces todo bien. —Seguía sin sonreír, pero se escuchaba serena—. Necesito cambiarme, no quiero hacer esperar a los chicos.
—Bien, te espero abajo —me acerqué a ella y busqué sus labios con mi boca, pero fue todo tan frio, apenas si me correspondió, no fue ni remotamente parecido a la Marizza de hace unos minutos atrás.
Frustrado, salí del cuarto y bajé hasta la lavandería, no me molesté en tocar, simplemente abrí la puerta.
Manuel y Mía estaban ahí, lo que no me esperaba era que estuviesen tan desatados besándose.
Carraspeé fuerte, ambos se separaron al instante.
—Hola —los saludé sin ganas.
Ellos me sonrieron apenados.
—¿Todo bien? —Manuel fue el primero en percatar de mi deprimente estado de ánimo.
—Más o menos —mascullé.
—¿Hablaste con tu mamá? —me preguntó Mía interesada. Negué con la cabeza.
—Y si no es eso ¿Por qué estas así? —volvió a hablar Mía. Me quedé en silencio. No decir nada fue suficiente respuesta para ellos—. Marizza ¿No? —adivinó.
—¿Discutieron? —preguntó Manuel.
—No, no discutimos, pero las cosas no están del todo bien, es que, creo que sospecha, y está molesta porque sabe que le estoy ocultado algo.
—Y sí, Pablo, si Marizza no es tonta —dijo Manuel.
—Deberías hablar con ella, explicarle todo este embrollo en el que estamos metidos —dijo Mía.
—No quiero inmiscuirla en las idioteces en las que esta metida mi familia —murmuré—. Además, tampoco es para tanto, yo estoy bien, solo tengo que solucionar las cosas y todo va a estar igual que antes.
Mia y Manuel compartieron una mirada cargada de desconfianza.
—No le quites peso esto, Pablo —dijo Manuel con contundencia—. Las cosas no son tan sencillas como quieres que parezcan.
Puse mala cara, odiaba a Manuel y ese poder que tenía para hacer reflexionar a las personas.
—No se que hacer. —Me senté en una de las mesas, y apoyé los codos en mis rodillas—. Siento que estoy haciendo todo mal.
—No te martirices, tampoco —Manuel intentó reconfortarme—. Estas haciendo las cosas como puedes, no está mal, es solo, que no la estas pasando bien ,Pablo, esta bien que te preocupes por Marizza, pero no minimices lo que te pasa, tus problemas también son válidos.
Fruncí el ceño, era la segunda vez que escuchaba eso.
—Piénsalo, quizás lo mejor es que hables con ella —me aconsejó Mía.
Asentí, no muy convencido.
Nos quedamos en silencio hasta que Marizza llegó, se había puesto unos jeans y traía la camiseta de la banda, que claro yo no conocía.
Se acercó a los chicos y los saludó, a mí solo me miró de reojo.
—Traje una nueva canción —sonrió levemente.
La miré interesado, aunque ella siguió sin mirarme, caminó directamente hasta los chicos y les tendió las hojas.
—Es solo la letra, aun no tengo la melodía, saben que no soy buena para eso.
—Yo podría —carraspeé. Marizza pareció recordar que yo también estaba ahí—. Yo puedo ayudar con eso —me ofrecí—. Solo si tu quieres claro, si no quieres esta bien —seguí hablando, parecía un imbécil.
Los chicos me miraron divertidos y es que estaba balbuceando como un idiota.
Marizza asintió, y me miró con ternura, bueno al menos mi estupidez la estaba conmoviendo.
Sin decir nada se acercó a mí, para darme la hoja, pero no la recibí. Por impulso tomé su muñeca he hice que diera unos pasitos hasta mí, quedando justo en medio de mis piernas.
—¿Me la enseñas tú? —Puse ojos de cordero a medio morir. Ella suspiró antes de ceder.
Levanté un poco la mirada, los chicos estaban muy interesados en nosotros.
Marizza se percató de lo mismo y se dio la vuelta, quedando de espaldas a mí, rodó los ojos cuando vio a Mía y Manuel tratando de hacerse los desentendidos.
—Que disimulados —ironizó.
—Nosotros solo estamos leyendo la canción —mintió Mía, apostaba a que no habían leído ni un verso.
—Si, claro —masculló mi novia.
Aprovechándome un poco de la situación, apoyé mi cabeza en su hombro. Ella no me rechazó así que pasé mis manos por su cintura abrazándola.
—¿Puedo leerla? —pregunté. Asintió y levantó la hoja para que pudiese verla.
“No escuchaste él grito de batalla.
Como sabes que esto es real.
Como puedes asegurar que empezó la guerra.
Quizás tu mente te volvió a engañar.
Ves a tus compañeros alistarse.
Por qué lo harían si tal amenaza no existe.
¿Y si es así? Para que quieren armas.
La guerra si existe, pero tu no eres un arma necesaria.
Quieres luchar, pero no fuiste convocado.
Porque el pelotón está listo, pero no eres necesario.
Tienes miedo del enemigo, pero no sabes a lo que te enfrentas.
Porque no es tu pelea, no eres parte de ella.”
—¿Les gusta? —Nos preguntó.
Hubo un silencio, Mia, Manuel, y yo, solo pudimos mirarnos consternados. Los tres sabíamos que esa letra no había sido circunstancial, nos era solo una canción más, era evidente.
—Está muy buena —Manuel fue el primero en hablar—. ¿Como se te ocurrió una letra así?
Mia y yo compartimos una mirada, los dos teníamos la misma duda de Manuel.
—No lo sé. —Mi novia se encogió de hombros—. Dicen que las canciones nacen de lo que sentimos.
Hubo algo en su tono de voz que me dijo que nos estaba acusando.
—Tú te sientes como la letra de tu canción —intervino Mía.
—Es solo una canción, solo se me ocurrió, no le den tantas vueltas al asunto —le bajó el perfil—. Lo importante es que les haya gustado, ahora solo habría que ver lo de la melodía y en la próxima presentación tendríamos una canción nueva —dijo entusiasmada.
—Si, claro, entonces deberíamos ensayar —propuso Manuel, estaba igual de incomodo que Mia y yo.
Las siguientes dos horas estuvimos ensayando, cuando terminamos los chicos prácticamente salieron corriendo para dejarnos solos.
Era el momento de arreglar las cosas.
—Marizza —la llamé. —Ella estaba concentrada mirando la letra de su canción, dejó de lado los papeles para verme, yo me quedé en silencio sin saber como continuar, así que preferí ser directo—. La canción es buenísima, pero —comenté.
—¿Pero? —Alzó una ceja.
—La letra es un poco ambigua, no comprendo del todo de que se trata —murmuré, no sabía si seguir hablando, Marizza se había puesto a la defensiva, y es que si había un defecto que tenía mi novia era que no aguantaba una crítica, cuando se trataba de su música.
—Tienes razón —sorprendentemente estuvo de acuerdo—. Es ambigua, pero esa es la gracia, que leas entre líneas y entiendas como se siente el chico de la historia.
—¿Y que es lo que siente?
—El protagonista presiente que algo malo está ocurriendo dentro de su mundo, pero no tiene la certeza —me explicó—. No está seguro de nada porque no sabe si es su cabeza, la que está armando escenarios catastróficos o si su presentimiento es real, aunque muy en él fondo sabe que es real, y lo que más le duele es que no logra entender como sus propios compañeros no lo consideran para la batalla.
—¿El protagonista? ¿Esta segura que es el protagonista el que se siente así? —inquirí.
—Si, ya se los dije, es solo una historia, tonta, no es la gran cosa —masculló, bajando la mirada.
Aunque no estaba seguro si me estaba mintiendo, me sentía tan orgulloso de su talento.
La conexión que tenía Marizza con las letras y la música era lo que me había atraído en un comienzo, y seguía enamorándome más a medida que el tiempo pasaba.
—No es una historia tonta, es increíble, es impresionante como puedes crear una historia y transformarla en una canción. —Di un paso acortando un poco la distancia entre nosotros—. Eres tan asombrosa, Marizza.
Desvió la mirada cuando la cara comenzó a ponérsele roja. Me acerqué un poco más y la tomé de las mejillas.
Me incliné para besarla, pero ella movió la cara, quise maldecir al mundo.
—Pablo, no —susurró, alejándose de mí.
—No quiero pelear, amor —casi le rogué—. Fue un día muy lindo, no quiero que se estropeé por mi culpa.
—No estamos peleados, Pablo, y no estropeaste nada.
—Bueno, no estamos peleados, pero las cosas entre nosotros están extrañas y no me gusta.
—Tampoco me gusta estar así —murmuró—. Odio ser fría contigo, es que me preocupas, lo único que quiero es que estés bien, Pablo.
—Yo… —Dudé unos segundos—. Escucha, tienes razón si tengo uno que otro problema, pero no es nada serio, todo esta bien, no tienes nada de que preocuparte, confía en mí por favor.
Fue lo único que pude decirle, al menos sabía que con esa información ella iba a estar más tranquila.
—Está bien, confío en ti —dijo resignada.
—Y con respecto a lo de la terapia…
—No te preocupes por eso, voy a hablar con mi papá, para que pida otro turno, y cuanto lo tenga, te aviso —me sonrió.
Eso me dejó más tranquilo, Marizza estaba llevando esta pequeña crisis mucho mejor que yo.
—Gracias —exhalé abrazándola , ella me correspondió el abrazo—. Te parece si nos quedamos juntos hoy, el resto de la tarde, podríamos salir o…
—No podemos, Pablo —me interrumpió—. Tienes práctica y no, no puedes faltar, eres el capitán —advirtió adivinando mis intenciones.
Era cierto, lo había olvidado por completo. Quizás en otra ocasión no la habría escuchado y habría faltado de todos modos, pero teníamos un partido importante en una semana.
Así que muy a mi pesar me despedí de ella, y durante lo que quedaba de día cumplí con mis obligaciones.
Y para mi sorpresa creo que fue lo que necesitaba, para despejarme, el deporte y pasar tiempo con mis amigos me había ayudado a olvidar todos los asuntos que tenía en la cabeza.
—En el próximo juego los matamos —exclamó Guido lanzándose sobre Tomas. Veníamos del campo de deporte, jodiendo como en cada práctica.
Me reí al ver como Tomas trataba se sacárselo de encima, fastiado.
—Ojalá sea así, mira que si siguen faltando como hoy, no vamos a llegar muy lejos —murmuró Tomas, refiriéndose a unos cuantos chicos que habían faltado a la práctica.
—No te preocupes por eso, ya me voy a encargar —le resté importancia.
—Sabes lo que es extraño —comentó Guido. Tomas y yo nos detuvimos para verlo—. Que tu hermano no haya estado, cuando el tarado no se pierde ni una práctica.
—Bueno, mejor, quizás tenga suerte y lo haya arrollado un auto —ironicé.
Guido se rio a mi lado.
—Ammm… Pablo —Tomas llamó mi atención—. No creo que lo haya arrollado un auto, de hecho está ahí —murmuró, mirando el estacionamiento.
Se escuchó temeroso y no entendí porque hasta que vi a Rodrigo subirse a su auto y eso no era la parte mala, el problema era quien lo estaba siguiendo.
Creo me reventó una vena del cerebro cuando vi a Marizza subirse al auto de mi hermano y salir disparados del colegio.
+++Después de leer.
1. La canción que sale en el capítulo no existe, solo es algo que escribi para darle más profundidad a los personajes.
2. Él apoyo del capitulo anterior estuvo medio pobre, ojalá mejore en el otro.
3. Ya no queda para que acabe.
4. XOXO.
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❤Señales❤ (Rebelde Way) Haciendo
Novela JuvenilYo estaba en un bucle lleno de sombras. Yo estaba muy feliz con mi vida perfecta. Hasta que llegó él a iluminarlo todo. Hasta que apareció ella a cambiarlo todo. Prohibida la copia parcial o completa de este contenido