Capitulo Treinta.

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Appartenente.
Margot Smith.

[Dos semanas después]

Damien  no ha visitado mi habitación desde aquel día, de hecho, ni siquiera ha venido a mi habitación a llevarme a desayunar, ahora Alexander es quien viene, me lleva a desayunar, comer y cenar, después subo, duermo, y la misma rutina todos los días.

Parecía ser que había desaparecido para mí.

Me dejé caer en la cama y me gire sobre mi eje. Entre cerré los ojos y mire el techo, había otro sol sobre mi cabeza, pero está vez, no tenía ni siquiera bombillo ni tampoco alguna luz. Solo el dorado que brillaba de vez en cuando la luz del sol se metía, pero ahora, ni eso lograba verse ya que la luz de las nubes oscuras anunciaban la lluvia pronta, por lo tanto decían que hoy el sol estaría desaparecido.

La puerta es abierta después de tocar dos veces, cuando me giro, lo que veo es a Alexander en la puerta.

—Quiere que bajes a desayunar.

Asiento y me levanto de la cama, cuando me siento, un mareo me acompaña, cierro los ojos y me apoyo de la madera de la cama, meto mis pies a las pantuflas de vaca y salgo detrás de Alexander quien camina detrás de mi, pero a la vez muy pegado sin que pueda hacer movimientos alguno de aventarme por las escaleras. Camino tranquila mientras miró el paisaje, la casa tiene gigantescos ventanales que giran a 180 grados en la casa Kuznetsova, toda la vista hermosa, está hecha para el bosque, el cielo, y el barranco que deja al fondo el bosque gigantesco.

Aunque quieras escapar, el bosque te tragara viva.

Inhaló profundo y me apoyo de los barandales de las escaleras, Alexander camina detrás de mi, siento su presencia.

He estado sola todas estas semanas, por lo tanto, no podría descubrir bien si Damien ha estado saliendo o no. Alexander, ha estado bajo mi cuidado, cada vez que salgo, miró el reloj que esta colgado frente a mi habitación, marca las ocho de la mañana el desayuno, a las doce de la tarde la comida, y a las ocho de la noche la cena. Tengo una hora para estar fuera de mi habitación.

Alexander me ha contado tres días que Damien ha estado saliendo a juntas del trabajo.

Por lo tanto comprendí, que si son juntas de trabajo debería de estar viendo a un cliente. La mujer del otro día ha aparecido un par de veces más durante la cena, cuando llega, me ha quitado de media hora a quince minutos mi descanso de la habitación.

No he logrado escuchar nada gracias a qué estoy en la tercera planta.

Cuando llegó a la planta baja, el frío invade, y lo primero que veo es a Damien Kuznetsova sentado en su gran comedor, justo en la silla que da hacia la cocina.

Damien usa lentes mientras mira su tableta, sus mangas están recorridas, su chaleco está a la vista.

Bajo lentamente, tenía tantos días sin verlo que se me hace extraño, paso saliva y me acerco hasta el comedor, me siento a su lado, Alexander se va hacia la cocina.

—Buenos días.


La mesa ya estaba lista, la comida sobre ella también.

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