Capitulo Seis.

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Demian Kuznetsova.
Horas antes:

Las cámaras de seguridad muestran lo que pasó hace unas horas, un hombre salto por la barda de la entrada, por fuera había hombres cuidando, están muertos ahora.

Lo mismo sucedió con los que cuidaban  la casa por fuera, pero el problema aquí era que sea quien sea era una persona con un entrenamiento militar muy fuerte.

Su salto de una barda de dos metros, matar a tres hombres con un arma con silenciador de forma siniestra me hace deducirlo.

Inhaló profundo y trago hondo, ¿De dónde carajo había salido?

La junta con la mujer Durán había terminado hace dos horas, mas aún no puedo dormir. Sigo viendo las grabaciones desde mi computador mientras Margara me deja una taza de café.

Frente a mi, un hombre se agita, su boca está vendada y la sangre corre por su pierna a la que acabo de darle un tiro, su cabeza sangra y la tierra se ha pegado en su rostro que está lleno de sudor, está hecho un desastre.

—Bien, dile ahora quién es el hombre de estas grabaciones —me digo levantando de la silla con la tableta en la mano, me acerco a él y exhaló el humo del cigarro—. No me digas que no lo conoces por qué estabas con él, se te vió en las grabaciones.

Miro a Margara, ella le baja la venda de la boca y logra soltar un quejido.

—Ya te dije que no lo conozco —me dice.

Suspiro pesado y le pasó la tableta a Margara, me acerco a él y le suelto el humo del cigarro en la cara.

—Me estás cansado...

El hombre comienza a respirar rápido, parece ser que está decesperado.

—No lo sé, ¿Cómo podría hablarte de alguien a quien no...

Es ahí cuando le suelto un guantaso en la cara, uno que le voltea y lo obliga a soltar un quejido.

Hago mi cabello hacia atrás y suspiro pesado.

—Te preguntaré una vez más, ¿Quién es este hombre? Quiero toda su información y digamos que no soy un hombre paciente.

El hombre está asustado, tan asustado que se ha meado en sus pantalones.

—¿Quieres que te haga hablar? ¿O hago que no puedas hablar nunca cuando te arranque las manos y la lengua? —suelto acercándome a él, este sigue negandose—. ¿Qué pasa?

Él me evita.

—Margara, trae el cúter.

Margara se da la vuelta y se sale de la habitación, yo por otro lado me giro y veo por la ventana, el cielo si que está oscuro hoy. Me doy la vuelta y le comienzo a golpear la cara con fuertes puñetazos, sus quejidos son cada vez más fuertes y la sangre comienza a salpicar a mi cara, mi ropa que era solo una camiseta blanca con un chaleco de diseñador, ahora están empañados de su sangre.

—¿Ahora que? ¿No vas a limpiar tu desastre?

El hombre rie.

Me doy cuenta que ahora no tiene dos dientes.

—De todos modos moriré, ¿no?

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