Appartenente.
Dos tristes tigres.Margot.
Inhaló profundo al apretar el arma en mis manos, suspiro despacio y observo la botella de vidrio, es bastante posible que por el viento que corre aquí se desvié hacia cualquier parte y falle. Debía calcular con el viento, debería de apuntar un poco más a la derecha, y por lo tanto..
El disparo hace reventar la botella de vidrio y deja caer los trozos al pasto. Inhaló profundo y bajo el arma. Los aplausos detrás de mi me hacen girarme, es ahí cuando veo a Damien llegar hasta mi con una sonrisa pintada en los labios.
—Buena puntería.
Meto el arma en mi pantalón y me cruzo de brazos antes de que me extienda una botella de agua.
Inhaló profundo y lo miro a los ojos.—¿Has tenido noticias? —pregunto.
Damien niega.
Han pasado cuatro años desde que llegué a Rusia, parece ser que la información de Agnes y Yevgeni está más oculta que un secreto de gobierno. Suspiro pesado y miró hacia el horizonte, todo se extiende en un pasto verde hacia el fondo.
—Has mejorado.
Me giro y lo veo, ha dejado la botella sobre uno de los troncos de madera.
—Cuando recién llegaste, siempre disparabas a todos lados menos a la botella, resultaba algo difícil —susurra antes de meter las manos a las bolsas delanteras de su pantalón—. Ya es momento de que practiques con los cuarenta y siete.
Una sensación me recorrió el cuerpo, mire a Damien quién sonrió de oreja a oreja.
—Necesitas saber defenderte si algo me llegará a pasar.
—Tú, en serio —susurre metiendo las manos en las bolsas de mi pantalón—. Gracias.
Damien me mira y sonríe.
—Es lo menos que te debo.
Bajo la mirada y veo las botellas, aún quedaban bastantes.
—¿Sabes por qué te traje aquí?
Me giro a ver a Damien, quién mira directamente las botellas fundido en el paisaje.
—¿Por qué? —susurro.
Damien suspira y me ve.
—Por que nadie sabe que tengo está casa, inclusive si lo supieran —susurra antes de llegar hasta mi, sube sus manos y toma mis mejillas para enfocarse directamente en mis ojos—. Saben que nadie pasaría de esa puerta.
Bajo la mirada a sus brazos, llenos de cicatrices. Tomo sus muñecas y cierro los ojos, acto seguido, Damien se inclina y me deja un pequeño beso en los labios.
—La cena está lista.
Asiento y me tomo de su brazo para caminar directamente a la gigante casa de Damien, quién ahora, en cuatro años se ha posicionado como uno de los mayores influyentes en el mundo de las drogas en Rusia, Italia, Francia y España. Parecía ser que era el mayor mercader, ha comprado bastantes casas en Moscú, Italia, y para despistar, me ha puesto a nombre de todas ellas y las ha rentado para generar dinero que se deposita a una cuenta que es mía.
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Appartenente.
RomanceMargot sale una tarde de su casa a celebrar su aniversario de tres años con su novio. Después de una acalorada discusión, Margot regresa a casa donde unos ruidos extraños la obligan a salir, es ahí cuando se da cuenta que su novio está tirado en el...