Capítulo 1: La Escapada

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El reloj marcaba las once de la noche en el internado de señoritas "Santa María". Las luces de los pasillos estaban apagadas, y el silencio se extendía como una manta sobre el edificio. Dulce María Espinoza Saviñón, con su cabello rojo fuego suelto sobre los hombros, miraba con impaciencia por la ventana de su habitación, observando el cielo estrellado.

—¡Anahí! —susurró, girándose hacia su compañera de cuarto—. ¿Estás lista?

Anahí, una rubia de ojos azules con una sonrisa traviesa, asintió con entusiasmo mientras se abrochaba los zapatos deportivos.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Dulce? —preguntó en voz baja, aunque una sonrisa emocionada cruzó su rostro—. Si nos atrapan, estaremos fregadas.

Dulce sonrió con picardía.

—¡Vamos, Ani! Ya sabes que estoy cansada de este lugar. Quiero ver el mundo, sentirme viva. Además, nunca nos han atrapado antes.

Anahí rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.

—Está bien, pero si nos descubren, yo diré que tú me obligaste —dijo bromeando.

Dulce se acercó a la puerta y giró el pomo con cuidado. El pasillo estaba vacío. Ambas salieron en puntillas, cuidando de no hacer ruido. El plan era sencillo: bajar por la escalera de incendios y salir por la puerta trasera, donde un taxi las estaría esperando para llevarlas a la ciudad.

—¿Cómo piensas convencer a la madre superiora mañana cuando vea que no estamos? —preguntó Anahí mientras bajaban las escaleras con rapidez.

—Oh, ya sabes cómo es. Le diré que estábamos en la biblioteca estudiando para el examen de historia —respondió Dulce con una risa contenida—. Siempre cae con esa excusa.

Al llegar al pie de la escalera, Dulce empujó suavemente la puerta trasera. Una brisa fresca les golpeó la cara, y ambas chicas respiraron profundamente el aire de libertad.

—¡Lo logramos! —exclamó Anahí en un susurro emocionado.

Subieron al taxi que las esperaba. El chofer, un hombre mayor con una barba canosa, las miró a través del retrovisor.

—¿A dónde las llevo, señoritas? —preguntó con una voz ronca.

—Al centro, por favor. Queremos ver las luces de la ciudad —respondió Dulce con una sonrisa.

Mientras el taxi avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, Dulce observaba por la ventana, maravillada. Cada luz, cada sonido, cada aroma le hablaba de una libertad que anhelaba. Anahí, a su lado, también sonreía, disfrutando de la emoción de la aventura.

—Mira, Ani, ahí hay un bar —señaló Dulce emocionada—. Vamos a entrar.

—¿Estás loca? —respondió Anahí, mirando con desconfianza la entrada del bar oscuro—. No sabemos qué clase de gente hay ahí dentro.

—Por eso mismo. ¡Vamos, será divertido!

Antes de que Anahí pudiera objetar más, Dulce ya estaba bajando del taxi y caminando hacia la entrada del bar. Anahí la siguió, sacudiendo la cabeza, pero riendo.

Al entrar, fueron recibidas por una ola de música. Un hombre en el escenario tocaba la guitarra con pasión, y su voz llenaba el lugar con una intensidad que resonaba en cada rincón. Dulce se detuvo en seco, fascinada por la figura en el escenario. Su mirada se fijó en el músico, que estaba absorto en su interpretación. Anahí le dio un codazo.

—¿Qué pasa? —preguntó Anahí, notando la expresión en el rostro de Dulce.

—Ese chico... —Dulce apenas pudo susurrar—. Es increíble.

Anahí levantó una ceja.

—¿Ya te enamoraste, Dulce?

—No es eso... es solo que... míralo. Hay algo en él, algo que no puedo explicar.

Anahí miró al chico en el escenario. Era atractivo, con el cabello desordenado y una intensidad en su mirada que capturaba la atención de todos en el bar. Pero lo que más impresionaba era la forma en que tocaba la guitarra, como si fuera una extensión de su alma.

—Bueno, si te gusta, ¿por qué no te acercas y hablas con él después? —sugirió Anahí con una sonrisa traviesa.

Dulce negó con la cabeza, sin dejar de mirar al músico.

—No... aún no. Quiero observarlo un poco más.

Anahí sonrió y se encogió de hombros.

—Como quieras, pero no te quedes toda la noche mirándolo. Vinimos a divertirnos, ¿recuerdas?

Dulce asintió, pero su mirada no se apartó del escenario. Algo en su interior le decía que esta noche cambiaría su vida para siempre, y todo comenzaba con ese misterioso músico en el escenario.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora