Capítulo 8: Una Canción para Dulce

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La luna brillaba intensamente sobre la Ciudad de México, iluminando las calles mientras Dulce y Anahí caminaban apresuradamente por los adoquines, intentando llegar a tiempo al bar donde Christopher tocaría esa noche. Dulce sentía una mezcla de nervios y emoción; su corazón latía con fuerza ante la idea de verlo de nuevo. Habían pasado algunos días desde su último encuentro, y desde entonces, no podía sacarse de la cabeza aquel beso inesperado.

—Estás nerviosa —comentó Anahí con una sonrisa pícara, dándole un ligero codazo—. No te hagas la que no te importa.

Dulce sonrió, aunque su rostro se enrojeció un poco.

—No estoy nerviosa, solo... curiosa —respondió, intentando sonar casual.

Anahí rodó los ojos, riendo suavemente.

—Claro, curiosa... Bueno, de todas formas, me muero por ver cómo reacciona cuando te vea. Después de todo, ¡le dedicaste todo tu tiempo! Incluso el que deberías usar para hacer la tarea.

Llegaron al bar justo a tiempo. El lugar estaba lleno de gente, y el ambiente vibraba con la energía del público que esperaba ansioso. Dulce y Anahí se abrieron paso hasta el frente del escenario, buscando un buen lugar para ver. Cuando llegaron, Dulce no pudo evitar sentirse más emocionada al ver a Christopher ya en el escenario, ajustando su guitarra y hablando con los miembros de su banda.

Christopher levantó la vista y, al instante, su mirada se encontró con la de Dulce. Una sonrisa se dibujó en sus labios, y Dulce sintió que su corazón se aceleraba aún más. Anahí, al notar la reacción de su amiga, se inclinó hacia ella con una sonrisa traviesa.

—Ahí está, la mirada que lo dice todo —susurró Anahí—. Te tiene completamente hechizada.

Dulce no pudo evitar reírse nerviosamente. Antes de que pudiera responder, Christopher tomó el micrófono y habló al público.

—Buenas noches a todos —dijo, su voz suave pero firme resonando por todo el bar—. Esta noche, quiero dedicar una canción especial... para alguien muy especial que está aquí hoy.

Los ojos de Christopher no se apartaban de Dulce mientras decía esto, y ella sintió un calor subiendo por su pecho, mezclado con la emoción que no podía ocultar. Anahí la miró de reojo, con una sonrisa divertida.

—¡Te la está dedicando a ti! —exclamó Anahí en voz baja, pero llena de emoción.

La música comenzó a sonar, y el bar entero se sumió en un silencio expectante. La voz de Christopher llenó el espacio, suave al principio, pero ganando fuerza con cada palabra.

Me duele, lo siento 
Sé que algo me falló 
Por eso regreso para volver a ti 
Y solo así perderme en tu mirada 
Y solo así, si estás conmigo puedo ser feliz

*Dulce se sintió atrapada por cada palabra, su corazón latiendo cada vez más rápido con cada línea que Christopher cantaba. La letra era intensa, llena de emoción, y cada palabra parecía hablar directamente de lo que habían vivido últimamente. Se dio cuenta de que Christopher la miraba directamente, sus ojos azules fijos en ella, transmitiendo una mezcla de vulnerabilidad y deseo.*

Sueles volver en mis sueños 
Como un recuerdo 
Pero despierto y te pierdo 
Estás tan lejos 
Hoy quiero tenerte 
Sin miedo a equivocarme 
Me faltan tus besos 
Que vuelvas junto a mí

La voz de Christopher se elevó, llena de emoción, y Dulce sintió que su pecho se apretaba. No había experimentado una conexión tan intensa con nadie antes. Era como si la canción hubiera desnudado todos sus sentimientos, revelando lo que había estado tratando de ocultar incluso de sí misma.

Y solo así perderme en tu mirada 
Y solo así, si estás conmigo puedo ser feliz 
Sueles volver en mis sueños 
Como un recuerdo 
Pero despierto y te pierdo 
Estás tan lejos

Las palabras resonaban en el aire, y Dulce sintió que su respiración se aceleraba. Era como si cada palabra fuera un reflejo de sus propios sentimientos, de sus propias dudas y deseos.

Me hace falta respirar 
Ver tu cuerpo y no pensar 
Olvidar mi soledad, sin ti no puedo 
Quiero verte una vez más 
Solo pienso en regresar a ti

Cuando la canción terminó, el público estalló en aplausos, pero Dulce apenas podía escuchar el ruido a su alrededor. Todo lo que podía sentir era su corazón latiendo frenéticamente en su pecho y la intensa mirada de Christopher aún fija en ella.

—Wow —susurró Anahí, mirando a Dulce con una sonrisa amplia—. Eso fue... bastante intenso. ¿Estás bien?

Dulce apenas podía hablar. Su mente estaba envuelta en un torbellino de emociones. Solo asintió, incapaz de apartar la mirada de Christopher.

Después del concierto, Christopher se acercó a ellas, con una sonrisa cautivadora en su rostro. Anahí se disculpó, dándoles un poco de espacio, aunque no sin antes lanzar a Dulce una mirada significativa.

—¿Qué te pareció? —preguntó Christopher, acercándose a Dulce.

Dulce sintió que sus mejillas se calentaban.

—Fue... hermosa —admitió—. Me hiciste sentir tantas cosas...

Christopher la miró con suavidad, acercándose un poco más.

—Quería que supieras lo que siento... lo que me haces sentir, Dulce. No he podido sacarte de mi mente desde que te conocí.

El silencio entre ellos se llenó de una tensión eléctrica. Dulce sintió que todo su cuerpo temblaba ante la cercanía de Christopher. Había algo en sus ojos que la atraía irremediablemente, algo que la hacía sentir segura y, al mismo tiempo, terriblemente expuesta.

—Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti —confesó finalmente Dulce, su voz apenas un susurro.

Christopher sonrió y, sin decir una palabra más, la tomó de la mano y la guió fuera del bar. Caminaron por las calles iluminadas por las luces de la ciudad, riendo y hablando durante horas. Dulce sintió como si estuviera flotando, cada momento con Christopher era como un sueño del que no quería despertar.

Eventualmente, encontraron un pequeño parque y se sentaron en un banco, disfrutando del silencio de la noche y de la compañía del otro. Christopher la miró con ternura, sus dedos jugando suavemente con los de ella.

—¿Sabes? Esta es una de las noches más maravillosas de mi vida —dijo en voz baja.

Dulce sonrió, su corazón lleno de felicidad.

—La mía también.

Se quedaron así, juntos bajo las estrellas, disfrutando de la simple presencia del otro. Era un momento perfecto, y Dulce sabía que no lo olvidaría jamás.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora