Capítulo 15 : Entre Tensiones y Realidades

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La invitación a la fiesta de Anahí llegó como un suspiro de alivio después de las tensiones recientes entre Dulce y Christopher. Era una oportunidad para relajarse, para olvidar los problemas y disfrutar de una noche tranquila con amigos. Anahí, siempre animada, había planeado todo al detalle; sus padres estarían fuera de la ciudad en un viaje de negocios, lo que significaba que tenían la casa para ellas y la libertad de divertirse sin restricciones.

—¿Por qué no traes a Christopher? —sugirió Anahí mientras caminaban por los pasillos de la preparatoria—. Será divertido. Además, quiero que conozca a más de nuestros amigos.

Dulce sonrió, aunque no pudo evitar sentir una punzada de preocupación. La última vez que Christopher estuvo rodeado de sus amigos, las cosas no habían salido del todo bien. Pero esta vez sería diferente. Anahí siempre sabía cómo hacer que todos se sintieran cómodos.

—Sí, le preguntaré —respondió Dulce, intentando sonar despreocupada—. Seguro que querrá venir.

Esa tarde, cuando Christopher pasó a buscarla después de las clases, Dulce le contó sobre la fiesta.

—Anahí está organizando una fiesta en su casa este fin de semana. Me pidió que te invitara —dijo, observando su reacción.

Christopher asintió lentamente, recordando la última vez que había estado en una fiesta con los amigos de Dulce. Había sentido como si hubiera una barrera invisible que lo separaba de ellos, una brecha que no podía cruzar fácilmente.

—Claro, suena bien —respondió, aunque una parte de él se sentía reticente. No quería incomodar a Dulce, pero tampoco quería revivir esa sensación de ser un extraño entre su propio grupo.

El día de la fiesta llegó más rápido de lo que esperaban. Dulce se había arreglado con esmero, luciendo un vestido rojo que resaltaba su cabello pelirrojo. Christopher la recogió con una sonrisa, pero en el fondo, ambos estaban nerviosos por lo que la noche podría depararles.

Cuando llegaron a la casa de Anahí, la música ya resonaba a través de las paredes y las luces de colores brillaban en la oscuridad de la noche. Al entrar, fueron recibidos con entusiasmo. Sin embargo, Christopher pronto notó las miradas curiosas de los amigos de Dulce. Algunos sonrieron amigablemente, pero otros susurraron entre ellos, intercambiando miradas y sonrisas que no pasaron desapercibidas.

—¡Dulce, estás aquí! —gritó Alfonso Herrera, un chico alto de cabello oscuro y ojos penetrantes, acercándose con una sonrisa demasiado amplia—. Te he estado buscando.

Dulce sintió una incomodidad inmediata. Alfonso siempre había sido un poco insistente con ella, pero nunca había sentido más que amistad. Y ahora, con Christopher a su lado, las cosas se sentían aún más complicadas.

—Hola, Alfonso —respondió Dulce con una sonrisa tensa—. Este es Christopher, mi novio.

Christopher extendió la mano, intentando ser cordial, pero Alfonso lo ignoró, manteniendo su atención fija en Dulce.

—Pensé que tal vez podrías bailar conmigo más tarde —dijo Alfonso, sin perder el ritmo—. Como en los viejos tiempos.

Dulce sintió cómo la tensión aumentaba, pero antes de que pudiera responder, Christopher intervino.

—Creo que eso no será posible —dijo Christopher, manteniendo la calma en su voz—. Esta noche, Dulce está conmigo.

Alfonso lo miró con frialdad, su sonrisa desapareciendo.

—Bueno, parece que no todos están contentos con tu elección, Dulce —murmuró Alfonso antes de alejarse, lanzando una última mirada desafiante a Christopher.

Dulce sintió un nudo en el estómago. Sabía que la noche no iba a ser fácil, pero no esperaba que comenzara tan mal. Tomó la mano de Christopher y lo llevó a un rincón más tranquilo de la sala, tratando de escapar de las miradas y los murmullos.

—Lo siento por eso —dijo Dulce, sintiéndose avergonzada—. Alfonso... él es así. No deberías tomarlo en serio.

Christopher apretó suavemente su mano, tratando de mantener la calma, pero no podía evitar sentirse irritado.

—No es solo Alfonso —respondió, su voz suave pero tensa—. Es... todo esto. A veces siento que no encajo con tus amigos, como si siempre estuviera fuera de lugar.

Dulce bajó la mirada, sintiendo una punzada de dolor. Sabía exactamente cómo se sentía él, porque había experimentado lo mismo cuando estaba con los amigos de Christopher.

—Así me sentí yo con tus amigos —admitió Dulce, levantando la vista para mirarlo a los ojos—. A veces, siento que... que no soy lo suficientemente madura, que no soy parte de ese mundo. Pero luego me doy cuenta de que no importa porque estamos juntos, y eso es lo que importa.

Christopher suspiró, tirando suavemente de Dulce hacia él en un abrazo.

—Tienes razón —murmuró contra su cabello—. Lo siento, Dulce. No quiero que esto se interponga entre nosotros. Te quiero, y quiero estar contigo, sin importar lo que los demás piensen.

Dulce sonrió contra su pecho, sintiéndose reconfortada por sus palabras. Pero antes de que pudiera responder, una chica pasó junto a ellos, murmurando lo suficientemente alto como para que ambos lo escucharan.

—¿Quién es ese tipo tan mayor? ¿Es su novio? Parece demasiado mayor para ella.

Christopher sintió cómo su paciencia se agotaba. Había venido a esta fiesta para estar con Dulce, no para ser juzgado por su edad. Sintió que las palabras estaban en la punta de su lengua, pero antes de que pudiera decir algo, Dulce tomó su mano y lo miró con una mezcla de determinación y cariño.

—Vamos, salgamos de aquí —sugirió Dulce.

Christopher asintió, aliviado por la idea. Salieron al jardín trasero, donde la música era más suave y el aire más fresco. Se sentaron en un banco, y por un momento, disfrutaron de la tranquilidad.

—No te preocupes por lo que dicen los demás —dijo Dulce finalmente, girándose para mirarlo—. Estoy contigo porque quiero estar contigo, Christopher. No importa la diferencia de edad, ni lo que piensen los demás. Lo que importa es cómo nos sentimos nosotros.

Christopher sonrió, inclinándose para besarla suavemente.

—Te amo, Dulce —susurró contra sus labios—. Y no dejaré que nada ni nadie se interponga entre nosotros.

Dulce lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón latía en sincronía con el de él. Esa noche, entre susurros y promesas, supieron que, a pesar de las diferencias y los obstáculos, su amor era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier adversidad.

Y aunque el mundo alrededor seguía girando, ellos encontraron su propio rincón de paz, donde nada más importaba excepto ellos dos.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora