Capítulo 4: Descubriendo Verdades

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Dulce no podía quitarse a Christopher de la cabeza. Desde su atrevida visita al internado, todo parecía más emocionante, más peligroso y, sobre todo, más real. No pasaba un solo día sin que pensara en él, en su sonrisa traviesa y en la manera en que la hacía sentir viva.

Con una sonrisa en el rostro, Dulce se escapó del internado con la misma agilidad que antes. Esta vez, sin embargo, Anahí no la acompañaba. Había decidido que sería mejor mantener estos encuentros en secreto, al menos hasta entender mejor lo que sentía.

Cuando llegó al bar, el ambiente era tan vibrante como la primera vez. La música suave llenaba el aire, y las luces bajas creaban una atmósfera íntima. Christopher la esperaba en una mesa apartada, y su rostro se iluminó al verla entrar.

—Hola, pelirroja —saludó con una sonrisa amplia cuando Dulce se acercó.

—Hola, Christopher —respondió ella, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas al escuchar el apodo.

Se sentó frente a él, y Christopher le ofreció una bebida. Pasaron los primeros minutos hablando de cosas sin importancia: música, el clima, anécdotas divertidas. Sin embargo, había una tensión sutil en el aire, una sensación de que ambos estaban ansiosos por profundizar más.

—Así que, Dulce... —empezó Christopher, mirándola con curiosidad—. Cuéntame más sobre ti. ¿Qué te trae aquí todas las noches?

Dulce sonrió, tomando un sorbo de su bebida.

—Ya sabes, me gusta la aventura. Y, además, me gusta tu compañía.

Christopher la miró con una mezcla de diversión y seriedad.

—Eso es evidente. Pero, ¿qué más? ¿Qué es lo que realmente buscas?

Dulce se mordió el labio, pensativa.

—Libertad, supongo. Quiero ver el mundo, descubrir quién soy más allá de las paredes del internado y de las expectativas de mi familia.

Christopher asintió, comprendiendo perfectamente.

—¿Y cuántos años tienes, Dulce? —preguntó de repente, inclinándose hacia adelante.

Dulce frunció el ceño ligeramente, sorprendida por el cambio de tema.

—Tengo diecisiete —respondió con naturalidad—. ¿Por qué lo preguntas?

Christopher se recostó en su silla, una sonrisa divertida apareciendo en sus labios.

—Porque eres una niña, Dulce. Apenas estás comenzando a vivir.

Dulce sintió una mezcla de confusión y ligera molestia.

—¿Una niña? —repitió, cruzando los brazos—. No me siento como una niña. Sé lo que quiero, y sé lo que hago.

Christopher se rió suavemente, como si encontrara su respuesta encantadora.

—No lo decía como un insulto, Dulce. Es solo que... hay tantas cosas que no has experimentado todavía. Tienes toda una vida por delante.

Dulce lo miró fijamente, tratando de leer más allá de sus palabras.

—¿Y tú? —preguntó finalmente—. ¿Cuántos años tienes?

Christopher la observó por un momento antes de responder, como si estuviera considerando cuidadosamente sus palabras.

—Tengo veinticuatro.

Dulce abrió los ojos sorprendida.

—¿Veinticuatro? No lo hubiera imaginado. No pareces tan mayor.

Christopher se rió de nuevo.

—Gracias... creo. Pero sí, soy mayor que tú. Y con eso viene un poco más de experiencia.

Dulce se quedó en silencio por un momento, procesando esta nueva información. Había algo en la forma en que Christopher hablaba, en su actitud relajada pero segura, que reflejaba esa diferencia de edad. Y aunque esa brecha no le molestaba, sí la hacía sentirse un poco insegura.

—¿Te importa? —preguntó Christopher suavemente, observándola con atención.

—No... no realmente —respondió Dulce, mirándolo a los ojos—. Pero me hace preguntarme si ves esto como... no sé, ¿como un juego?

Christopher la miró seriamente, su expresión suavizándose.

—No es un juego para mí, Dulce. Me gusta estar contigo. Me haces sentir diferente, y eso no es algo que encuentre todos los días.

Dulce sintió una oleada de calidez en su interior ante sus palabras. Había algo en la honestidad de Christopher que la atraía, algo que la hacía sentir que podía confiar en él.

—Entonces, ¿qué significa esto? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Christopher sonrió suavemente, inclinándose hacia adelante.

—Significa que quiero conocerte más, Dulce. Sin importar la edad, sin importar las reglas. Solo tú y yo, explorando lo que esto pueda ser.

Dulce asintió lentamente, sintiendo un nuevo tipo de emoción burbujear dentro de ella. Tal vez Christopher tenía razón. Tal vez aún tenía mucho que descubrir, tanto sobre el mundo como sobre sí misma.

Y, tal vez, este era solo el comienzo de algo mucho más grande de lo que ambos podían imaginar.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora