Los días pasaban lentamente en el hospital. La rutina se había convertido en un ciclo interminable de esperanza y desesperación para Dulce. Christopher seguía inconsciente, conectado a un respirador, y cada día que pasaba sin que él despertara sentía como si una parte de ella misma se estuviera desvaneciendo.Alexandra estaba cada vez más ansiosa y alterada. Los médicos le habían explicado que habían hecho todo lo posible y que no podían seguir esperando mucho más tiempo. El doctor principal del caso de Christopher se acercó a la familia, su rostro reflejando la gravedad de la situación.
—Señora Alexandra —dijo el médico con voz firme pero compasiva—, hemos llegado a un punto en el que debemos tomar una decisión. Christopher no ha mostrado signos de mejora, y tememos que seguir manteniéndolo en el respirador no cambie su condición. Creo que es hora de considerar la posibilidad de desconectarlo...
—¡No! —interrumpió Alexandra, su voz cargada de desesperación—. ¡Tiene que haber algo más que puedan hacer! ¡Él es mi hijo, no puedo dejarlo ir así!
Dulce, de pie a un lado de la habitación, sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. La idea de perder a Christopher era algo que no podía ni siquiera contemplar. Las lágrimas llenaron sus ojos y comenzaron a rodar por sus mejillas sin control. No podía soportarlo más. En medio del caos, se adelantó y, con el corazón en la garganta, se acercó a la cama de Christopher.
Se inclinó hacia él, tomando su mano fría entre las suyas. —Christopher, por favor —susurró entre sollozos—, tienes que despertar. No puedes dejarme. Te necesito... te amo tanto. No sé qué haría sin ti...
Las lágrimas de Dulce caían sobre las sábanas blancas del hospital, empapándolas. Ella se acercó más, desesperada, susurrando más palabras, rogando por un milagro. —Por favor, amor... si puedes escucharme, vuelve a mí. No me dejes...
Mientras los médicos se preparaban para realizar el procedimiento, uno de ellos tomó una bocanada de aire, como preparándose para lo inevitable. Justo en ese momento, el monitor del corazón de Christopher emitió un pitido más fuerte, y, de repente, su cuerpo convulsionó levemente. Sus ojos se abrieron de golpe, y un grito desgarrador rompió el silencio de la habitación.
—¡Dulce! —gritó Christopher, con voz ronca y desesperada.
La habitación quedó en silencio por un instante, el asombro paralizando a todos. Alexandra, Maite, y el resto de los presentes se quedaron sin aliento, mirando incrédulos cómo Christopher, quien había estado al borde de la muerte hacía apenas unos segundos, ahora estaba despierto, con los ojos muy abiertos, buscando a Dulce con desesperación.
Los médicos rápidamente se acercaron a la cama, revisando los signos vitales de Christopher, que ahora mostraban signos de vida. Dulce no podía creer lo que estaba sucediendo; su corazón latía con fuerza en su pecho. Lentamente, se acercó más a Christopher, quien la miraba con una mezcla de confusión y alivio.
—Christopher... —susurró ella, temblando—. Estoy aquí.
Él la miró fijamente, sus ojos llenos de una mezcla de lágrimas y desconcierto. —¿Dulce...? —dijo, como si no pudiera creer que estuviera allí—. ¿Eres tú?
—Sí, soy yo —respondió ella, apretando su mano con fuerza—. Estoy aquí, amor. No te he dejado ni un segundo.
El médico que los había atendido se volvió hacia la familia, hablando con tono grave pero esperanzador. —Parece que Christopher ha despertado, pero debo advertirles que puede tener amnesia. No recordará muchas cosas de su vida, aunque claramente recuerda a Dulce. Por ahora, creo que sería mejor que solo viera a la persona que recuerda, para no forzar demasiado su mente.
Alexandra, todavía en shock, asintió lentamente, incapaz de pronunciar palabra. Maite, aunque también estaba sorprendida, le dio una mirada tranquilizadora a Dulce.
Dulce asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Lentamente, se acercó más a Christopher, sentándose junto a él en la cama del hospital. Él la miró, tratando de entender lo que sucedía a su alrededor.
—Lo único que recuerdo antes de todo esto —dijo Christopher, su voz débil— es tu rostro, tu sonrisa... sé que eres mi novia, porque cada vez que te miro, mi corazón late como loco. Como ahora...
Dulce no pudo evitar sonreír a través de sus lágrimas. —Eso es porque te amo, Christopher. Y siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.
Los dos se quedaron en silencio, abrazándose mientras la emoción llenaba la habitación. Aunque Christopher no recordaba muchos detalles de su vida, el hecho de que aún sintiera algo tan fuerte por Dulce le daba esperanza de que, con el tiempo, pudiera recuperar sus recuerdos. Y, mientras tanto, Dulce sabía que nunca lo dejaría solo, no ahora, no cuando más la necesitaba.
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Amor a la medianoche
FanfictionDulce María Espinoza Saviñón, una pelirroja rebelde y popular, vive en un estricto internado para chicas, donde sueña con libertad y aventuras más allá de las paredes del colegio. Su mejor amiga, Anahí, la acompaña en sus escapadas nocturnas para ex...