Capítulo 53 : La Conversación más Difícil

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Después de varios días fuera, Christopher finalmente regresó a casa. La tensión en el aire era palpable; cada paso que daba hacia la puerta le hacía sentir como si estuviera a punto de cruzar un umbral hacia un conflicto ineludible. Con una respiración profunda, empujó la puerta y entró. La casa estaba en silencio, pero no era el tipo de silencio que trae paz, sino el que anuncia una tormenta.

Dulce estaba sentada en el sofá con Tessa en brazos, amamantándola, pero su expresión era de pura tristeza y agotamiento. Apenas alzó la vista cuando escuchó la puerta abrirse. No había lágrimas en sus ojos, pero la forma en que su mandíbula estaba apretada mostraba claramente que estaba luchando para no romperse.

Christopher dejó su abrigo sobre una silla y se acercó lentamente, sintiendo el peso de su propia culpa y frustración. Antes de que pudiera decir una palabra, Dulce rompió el silencio.

—¿Te divertiste en casa de tu mamá? —preguntó con un tono sarcástico que nunca había usado antes. Sus ojos lo miraban fijamente, como si trataran de perforar su alma.

Christopher suspiró, ya sintiendo que esto iba a ser más complicado de lo que había anticipado.

—Dulce, no se trata de eso... Yo solo necesitaba un poco de tiempo para pensar. —respondió él, tratando de mantener la calma.

Dulce dejó de amamantar a Tessa y la acomodó en su cuna cercana, asegurándose de que la bebé estuviera cómoda antes de volverse hacia él.

—¿Tiempo para pensar? ¿En qué exactamente, Christopher? ¿En cómo es más fácil huir que enfrentar los problemas que tenemos? —su voz era fría, y cada palabra cortaba como un cuchillo.

Christopher pasó una mano por su cabello, claramente frustrado.

—¡No estoy huyendo, Dulce! —exclamó, alzando la voz más de lo que quería—. Estoy tratando de encontrar una manera de solucionar esto sin que sigamos lastimándonos.

Dulce se levantó del sofá, su cuerpo temblando ligeramente con la ira reprimida.

—¿Y crees que abandonarnos a Tessa y a mí es la forma de solucionar esto? ¿Dejándonos aquí, solos, mientras te escondes en casa de tu mamá? —lo acusó, su voz llena de dolor.

Christopher se mordió el labio inferior, intentando contener sus emociones.

—No te abandoné, Dulce. Solo necesitaba espacio para aclarar mi mente. Esta situación es difícil para mí también. —respondió con un tono más suave, tratando de calmar las aguas.

—¡Difícil para ti! —Dulce se rió, pero no había humor en su risa—. ¡Yo soy la que se queda en casa, con nuestra hija, lidiando con tus decisiones impulsivas y con tu madre diciéndome constantemente que no soy lo suficientemente buena para ti ni para Tessa!

—¡Y tú crees que es fácil para mí ver cómo todo se desmorona! —Christopher explotó, su paciencia finalmente alcanzando el límite—. Tal vez lo peor que hice fue casarme contigo tan rápido... tal vez lo peor fue fijarme en una niña cuando yo ya tenía 24 años y tú apenas estabas comenzando a entender lo que es la vida.

Dulce sintió como si la hubieran abofeteado. Las lágrimas que había estado reteniendo comenzaron a rodar por sus mejillas.

—¿Así que ahora todo es mi culpa? —preguntó en un susurro, su voz temblando—. ¿Soy una carga para ti? ¿Nuestra hija es una carga?

Christopher se dio cuenta de inmediato del peso de sus palabras y trató de retroceder.

—No, Dulce, no quise decir eso. Es solo que... —vaciló, buscando las palabras adecuadas—. Estoy frustrado. No sé cómo arreglar esto.

—¿Y crees que decirme que soy una niña y que casarte conmigo fue un error va a arreglar algo? —Dulce gritó, su voz quebrándose—. ¡Tessa y yo somos tu familia ahora! ¡No tu mamá, no nadie más, nosotros!

Christopher se pasó las manos por el rostro, sintiéndose atrapado.

—Lo sé... —dijo en un susurro—. Pero siento que estamos fallando.

Dulce lo miró con incredulidad.

—¿Fallando? ¿Así que eso es lo que piensas? ¿Que nuestro matrimonio, nuestra familia, es un fracaso? —sus lágrimas no cesaban—. Christopher, si de verdad piensas eso, entonces dime ahora mismo. Porque yo no puedo seguir así, sintiéndome como si fuera insuficiente para ti o para nuestra hija.

Christopher se acercó a ella, intentando tomar sus manos, pero Dulce dio un paso atrás.

—Dulce, por favor... —dijo suavemente—. No quise decir eso. Es solo que... estoy perdido. Quiero hacerte feliz, quiero que Tessa tenga una buena vida... pero siento que no soy capaz de hacerlo.

Dulce lo miró directamente a los ojos, su expresión llena de dolor y determinación.

—Christopher, si realmente crees que no puedes ser feliz con nosotras, entonces tal vez deberías irte. Porque yo no voy a obligarte a quedarte. Pero no me culpes a mí por tus inseguridades. —respondió con frialdad.

Christopher sintió que una oleada de arrepentimiento lo inundaba.

—No quiero irme, Dulce. Quiero arreglar esto. Quiero que seamos una familia. —dijo, su voz casi un susurro.

Dulce lo miró, viendo la sinceridad en sus ojos, pero aún sintiendo el peso de sus palabras anteriores.

—Entonces, Christopher, demuéstralo. Porque si no luchas por nosotras, yo lo haré sola. —concluyó, su voz firme.

El silencio llenó la habitación una vez más, pero esta vez no era el preludio de una tormenta, sino el de un mar agitado que lentamente comenzaba a calmarse.

Ambos sabían que este no era el final de sus problemas, pero por primera vez en mucho tiempo, ambos estaban dispuestos a enfrentarlos juntos, dispuestos a pelear por su amor, por su hija, y por la familia que habían comenzado a construir.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora