Capítulo 12: Una Noche para Recordar

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El fin de semana había llegado, y Dulce estaba más nerviosa de lo que había estado en mucho tiempo. Estaba parada frente al espejo de su habitación en el internado, arreglando su cabello y ajustando el vestido blanco que había elegido para esa noche. Era un vestido sencillo pero hermoso, de tirantes finos, que caía hasta justo por encima de sus rodillas. Le gustaba cómo la tela se movía suavemente con cada paso que daba, y cómo el blanco resaltaba su piel y su cabello pelirrojo.

—Te ves hermosa, Dulce —comentó Anahí desde su cama, donde estaba sentada observándola con una sonrisa traviesa—. Christopher no va a poder apartar los ojos de ti esta noche.

Dulce se sonrojó, girando un poco para mirarse en el espejo desde otro ángulo.

—¿Crees? —preguntó, mordiendo su labio inferior con nerviosismo.

—Estoy segura —respondió Anahí, levantándose para acercarse y ajustar una de las tiras del vestido de Dulce—. Y deja de morderte el labio, ¡te vas a arruinar el maquillaje!

Dulce rió suavemente, pero obedeció. Tomó una respiración profunda y se volvió hacia su amiga.

—Gracias, Ani. No sé qué haría sin ti.

Anahí le dio un abrazo rápido antes de alejarse.

—Solo disfruta de tu cita. Te lo mereces.

Con esas palabras de aliento, Dulce salió de su habitación y bajó las escaleras del internado, sintiendo cómo su corazón latía más rápido con cada paso que daba. Cuando llegó al vestíbulo, encontró a Christopher esperándola. Estaba de pie junto a la puerta, vestido con una camisa azul claro y jeans oscuros, y se veía más guapo que nunca.

Al verla, Christopher se quedó sin palabras por un momento. Sus ojos recorrieron todo su cuerpo, y luego regresaron a sus ojos con una mezcla de asombro y admiración.

—Dulce, te ves... increíble —dijo, finalmente encontrando su voz.

—Gracias —respondió ella, sonriendo y sintiendo cómo sus mejillas se calentaban—. Tú también te ves muy bien.

Christopher le ofreció su brazo, y juntos salieron del internado, listos para su cita. Habían planeado pasar la noche recorriendo la ciudad, bailando y disfrutando de cada momento juntos, y ambos estaban emocionados por lo que estaba por venir.

Caminaron por las calles de la ciudad bajo la luz de la luna, hablando y riendo. Christopher la llevó a uno de sus lugares favoritos, un pequeño restaurante con música en vivo. La banda tocaba una suave melodía de jazz mientras se sentaban en una mesa junto a la ventana, con vista a las luces de la ciudad.

—¿Te gusta el lugar? —preguntó Christopher, mirando a Dulce con una sonrisa.

—Es perfecto —respondió ella, sus ojos brillando con emoción—. Nunca había estado en un lugar así.

—Quería que esta noche fuera especial —dijo él, tomando su mano sobre la mesa—. Para ti.

Dulce sintió un nudo en la garganta, conmovida por sus palabras. La música, las luces, la compañía... todo era perfecto.

Después de cenar, Christopher la llevó a la pista de baile. La música cambió a un ritmo más rápido, y pronto estaban girando y riendo, dejándose llevar por el momento. Dulce se sentía libre, viva, y cada vez más atraída por Christopher con cada paso de baile que daban.

Finalmente, la música se volvió más lenta, y Christopher la atrajo más cerca, sus manos descansando suavemente en su cintura. Dulce colocó sus brazos alrededor de su cuello, y por un momento, solo se miraron el uno al otro, perdidos en los ojos del otro.

—No puedo creer lo feliz que me haces —murmuró Christopher, bajando la cabeza un poco para que sus frentes se tocaran—. No había sentido algo así en mucho tiempo.

Dulce sintió que su corazón latía aún más rápido, y sus manos temblaban ligeramente mientras acariciaba su cuello.

—Yo también me siento así —susurró ella—. Christopher... creo que me estoy enamorando de ti.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerse, pero no se arrepintió. Era la verdad, y quería que él lo supiera.

Christopher la miró fijamente por un momento, sorprendido, y luego una sonrisa lenta se extendió por su rostro.

—Dulce... —comenzó, sus ojos llenos de emoción—. Yo también. Desde el primer momento en que te vi.

Y antes de que pudiera decir algo más, se inclinó y la besó.

El beso fue suave al principio, un toque tímido de labios contra labios, pero pronto se volvió más profundo, más apasionado. Dulce sintió que todo a su alrededor desaparecía, que solo existían ellos dos en ese momento. El mundo podía caerse a pedazos y a ella no le importaría, siempre y cuando Christopher siguiera besándola así.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad, sus frentes todavía tocándose.

—Eso fue... —comenzó Dulce, sin encontrar las palabras adecuadas.

—Maravilloso —terminó Christopher por ella, sonriendo—. Absolutamente maravilloso.

Dulce sonrió, sintiendo una oleada de felicidad que la llenaba por completo. Esta era la noche perfecta, la cita perfecta, y el chico perfecto. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió verdaderamente feliz y en paz.

Y mientras se acurrucaban bajo la luz de la luna, con la música suave de fondo, ambos sabían que esta era solo el comienzo de algo hermoso. Algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar ir.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora