Capítulo 33 : Recuperando Memorias y Viviendo en Libertad

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Las semanas pasaron en el pequeño pueblo de Guadalajara, y la vida de Christopher y Dulce se asentaba en una rutina sencilla pero gratificante. El tiempo lejos de la presión de sus familias y del internado les permitió enfocarse en ellos mismos y en su relación. El pueblo, con su ritmo lento y aire limpio, les ofrecía un refugio del caos que habían dejado atrás.

Christopher, poco a poco, comenzaba a recuperar fragmentos de su memoria. Al principio, eran solo pequeños destellos: imágenes vagas de su infancia, conversaciones sueltas con su madre, momentos con Dulce antes del accidente que le había causado la amnesia. Pero con cada día que pasaba, esos fragmentos se iban uniendo, formando un panorama más claro de quién era y de todo lo que había sucedido antes de su fuga.

Una tarde, mientras estaban sentados en la pequeña cocina de la casa de sus abuelos, Christopher miró a Dulce con una mezcla de seriedad y ternura en sus ojos.

—He estado recordando más cosas —confesó, rompiendo el silencio que los envolvía—. No todo... pero algunas partes están más claras ahora.

Dulce dejó de cortar las verduras y lo miró, sus ojos llenos de expectativa. —¿Qué cosas recuerdas?

Christopher se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en la mesa. —Recuerdo más sobre nosotros, sobre cómo todo empezó. Recuerdo lo importante que eres para mí, Dulce. Lo mucho que te amo.

Dulce sintió un nudo en la garganta y una sonrisa iluminó su rostro. —Eso es todo lo que importa, Christopher. Lo que hemos vivido juntos, lo que hemos construido. Nada más importa.

Él se levantó y se acercó a ella, envolviéndola en un abrazo cálido. —Gracias por estar conmigo, por no rendirte. Te amo tanto.

Dulce sonrió contra su pecho. —Y yo a ti, más de lo que puedo expresar.

Aunque la vida en el pueblo era tranquila, Dulce y Christopher no podían evitar notar los susurros y las miradas de los habitantes. El pueblo era conservador, con costumbres arraigadas y expectativas claras sobre cómo debía comportarse una pareja. El hecho de que Christopher y Dulce vivieran juntos sin estar casados había levantado algunas cejas y generado comentarios. En las calles, en la pequeña tienda de comestibles, en la iglesia... Dulce escuchaba los murmullos, las voces que decían que "no era apropiado" que estuvieran viviendo así.

Al principio, a Dulce no le importaba. Ella y Christopher habían elegido esta vida juntos, alejándose de todo para encontrar paz y libertad. Pero con el tiempo, esos rumores comenzaron a afectarla. Una tarde, mientras tomaba un café con algunas mujeres del pueblo que había conocido, los comentarios se hicieron más directos.

—Dulce, querida —dijo una de las mujeres, una señora mayor llamada Doña Pilar—, no es que queramos meternos en tu vida, pero... ¿no te parece que deberías casarte con ese muchacho? No es propio que estén así, juntos, sin un anillo en el dedo.

Dulce sonrió, tratando de ocultar su incomodidad. —Entiendo su punto, Doña Pilar, pero Christopher y yo... estamos felices así. Estamos tomándonos nuestro tiempo.

—Es solo que este pueblo... bueno, ya sabes cómo son aquí —añadió otra mujer, Carmen—. No queremos que la gente hable mal de ti. Eres una buena chica.

Dulce asintió, agradecida por la preocupación pero también consciente de que su vida privada no era asunto de nadie más. Sin embargo, aquella conversación la dejó pensativa. ¿Acaso estaba siendo egoísta por ignorar las costumbres del pueblo? ¿Deberían casarse para evitar más rumores?

Esa noche, cuando Christopher volvió de trabajar en la pequeña huerta que habían empezado a cultivar, Dulce no pudo evitar plantearle la pregunta.

—Christopher... —comenzó, mientras él se servía un vaso de agua—, ¿te molesta que la gente esté hablando de nosotros? ¿Que digan que estamos viviendo en pecado?

Christopher la miró por un momento, luego sonrió y se acercó a ella, tomando su mano. —No me importa lo que diga la gente, Dulce. Lo único que me importa es que tú y yo estemos bien. No necesito un papel para saber que te amo y que quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Dulce sonrió, aliviada por su respuesta. —Yo tampoco. Pero a veces siento que nos están juzgando.

Christopher acarició su mejilla suavemente. —Déjalos que hablen. Nosotros sabemos la verdad. Y si algún día decides que quieres casarte, entonces lo haremos. Pero no porque ellos lo digan, sino porque es lo que ambos queremos.

Dulce asintió, abrazándolo con fuerza. —Gracias por entenderme.

***

Cada noche, Dulce y Christopher se sumergían en un mar de amor y pasión. Su conexión se había profundizado aún más desde que llegaron al pueblo, y ahora, con la privacidad y la libertad que les ofrecía la casa de los abuelos de Christopher, podían expresar sus sentimientos sin reservas. Dulce se sentía más segura y amada que nunca, y Christopher parecía recuperar cada día más de sí mismo, especialmente en esos momentos íntimos, donde no había lugar para dudas ni miedos.

El roce de la piel contra la piel, los susurros entre las sábanas, las risas compartidas en la penumbra... cada noche era una declaración de amor renovada. Encontraban en la oscuridad la luz que los guiaba, el refugio donde podían ser ellos mismos sin restricciones, sin expectativas ajenas.

Una de esas noches, después de hacer el amor, Dulce se acurrucó contra el pecho de Christopher, escuchando los latidos de su corazón. Sentía que había encontrado su hogar, no en un lugar, sino en él.

—Nunca me había sentido tan feliz, Christopher —murmuró, sus ojos cerrándose mientras la fatiga del día comenzaba a vencerla—. Nunca pensé que podría sentirme así.

Christopher la abrazó más fuerte, besando su frente. —Tampoco yo. Pero aquí estamos, Dulce. Juntos. Y eso es lo único que importa.

Y así, en la tranquilidad de su nuevo hogar, rodeados de los rumores y las miradas curiosas del pueblo, pero protegidos por el amor que compartían, Dulce y Christopher encontraron una paz que nunca creyeron posible. Un amor que los hacía sentir completos y libres, capaces de enfrentar cualquier desafío que el futuro les deparara.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora