Capítulo 3: El Regreso Inesperado

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La noche avanzaba rápidamente mientras Dulce y Christopher continuaban conversando en el bar. El ambiente era cálido y relajado, como si ambos estuvieran en un pequeño mundo aparte, lejos de las preocupaciones y las reglas del internado. La música suave que salía de la guitarra de Christopher llenaba el aire, creando una atmósfera mágica que hacía que el tiempo pareciera detenerse.

Dulce se sentía más cómoda de lo que había esperado. Christopher no solo era un gran músico, sino también un excelente conversador. Hablar con él era fácil, fluido, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo.

—Así que, ¿cómo terminaste tocando en un bar como este? —preguntó Dulce, apoyando los codos en la mesa y observando a Christopher con curiosidad.

Christopher se encogió de hombros, sonriendo.

—Supongo que es mi forma de escapar, como te dije antes. Pero también es porque amo la música. Me gusta la libertad que me da, la manera en que puedo expresarme sin restricciones.

Dulce asintió, entendiendo completamente. Ella también anhelaba esa libertad.

—Creo que eso es lo que me atrajo de ti —dijo Dulce, un poco más atrevida de lo que había planeado—. Tu música. Hay algo en ella... algo real.

Christopher sonrió, inclinándose un poco más cerca de ella.

—Y creo que eso es lo que me atrajo de ti, Dulce. Hay algo en ti que también es muy real, muy honesto.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, sus miradas entrelazadas. Dulce sintió su corazón latir con fuerza, su pulso acelerándose. Sin decir una palabra más, Christopher levantó su guitarra y comenzó a tocar una melodía suave, una canción que parecía hecha especialmente para ese momento.

Dulce cerró los ojos y se dejó llevar por la música, sintiendo cada nota vibrar en su piel. Era como si la canción hablara directamente a su alma, tocando partes de ella que no sabía que existían.

Pasaron horas, pero Dulce apenas se dio cuenta del paso del tiempo. Solo cuando el cielo comenzó a aclararse con los primeros rayos del amanecer, se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado.

—Oh, Dios mío, tengo que volver al internado —dijo repentinamente, levantándose de su asiento con un sobresalto.

Christopher dejó de tocar y la miró, con una mezcla de diversión y preocupación en sus ojos.

—¿Tienes que irte ya?

—Sí, si no, me descubrirán —respondió Dulce, apresurándose a recoger sus cosas—. Pero... me encantaría verte de nuevo.

Christopher sonrió, poniéndose de pie también.

—Me encantaría eso, Dulce. ¿Me das tu número? —preguntó, sacando su teléfono.

Dulce asintió, tomando su teléfono y escribiendo rápidamente su número.

—Llámame cuando quieras —dijo ella, entregándole el teléfono—. Me encantaría seguir escuchándote tocar.

—Lo haré —respondió Christopher con una sonrisa—. Y, Dulce, gracias por esta noche. Fue... diferente a todo lo que he vivido.

Dulce sonrió, sintiendo una calidez en su pecho.

—Para mí también, Christopher.

Se despidieron con una última mirada, y Dulce salió apresuradamente del bar, sintiendo el aire fresco de la mañana en su rostro. Sin embargo, en su prisa, olvidó su abrigo sobre una de las sillas.

Christopher observó cómo Dulce desaparecía por la puerta y luego notó el abrigo olvidado. Se acercó y lo recogió, sintiendo algo en uno de los bolsillos. Al sacar el objeto, descubrió una pequeña libreta con la dirección del internado.

Una idea se formó en su mente, y sonrió para sí mismo.

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Horas más tarde, en el internado "Santa María", Dulce se encontraba en su habitación, tratando de calmarse. Se había escapado y vuelto sin ser descubierta, pero su corazón todavía latía con fuerza al recordar la noche con Christopher. Anahí, por su parte, la miraba con una mezcla de curiosidad y diversión.

—Entonces, ¿qué hiciste anoche? —preguntó Anahí, levantando una ceja—. No me mientas, te conozco demasiado bien.

Dulce se encogió de hombros, tratando de parecer casual.

—Solo salí a dar una vuelta. Nada importante.

Anahí sonrió, no creyéndole ni por un segundo.

—Ajá, claro. Seguro que solo "distes una vuelta". ¿Ese chico músico tiene algo que ver?

Dulce sintió sus mejillas sonrojarse, pero antes de que pudiera responder, alguien llamó a la puerta de la habitación.

—¿Quién será a esta hora? —murmuró Anahí mientras se levantaba para abrir la puerta.

Cuando abrió, se quedó boquiabierta. Ahí, parado en el umbral, estaba Christopher, con el abrigo de Dulce en la mano y una sonrisa traviesa en su rostro.

—Hola, chicas. Estoy buscando a una pelirroja que olvidó su abrigo en el bar anoche —dijo con tono divertido, sus ojos brillando al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Dulce.

Dulce se quedó paralizada, sin poder creer que Christopher realmente había venido al internado.

—Christopher, ¿cómo... cómo llegaste aquí? —preguntó, caminando hacia él.

—Encontré la dirección en tu abrigo —respondió él, levantando la libreta—. Y decidí hacer una pequeña visita.

Anahí miró a Dulce con una sonrisa cómplice.

—Bueno, parece que tenemos una sorpresa, ¿no, Dulce?

Dulce sonrió nerviosa, tomando el abrigo de las manos de Christopher.

—Gracias por traerlo... pero no deberías estar aquí. Si alguien te ve...

Christopher se encogió de hombros, con una sonrisa despreocupada.

—Quería verte de nuevo. Y además, todavía no tengo tu número —dijo, levantando su teléfono.

Dulce se rió, asintiendo mientras tomaba su teléfono y se lo daba.

—Está bien, pero tienes que irte antes de que te vean.

Christopher se inclinó un poco más cerca, bajando la voz.

—Solo si me prometes que nos veremos de nuevo, fuera de aquí.

Dulce asintió, sintiendo su corazón latir rápidamente.

—Te lo prometo.

Christopher sonrió y, con un último guiño, se giró y salió de la habitación, dejándolas a ambas con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Anahí cerró la puerta detrás de él y se giró hacia Dulce, riendo.

—¿Qué te dije? Este chico definitivamente va a complicarte la vida.

Dulce sonrió, sin poder dejar de pensar en Christopher y en lo que podría suceder después.

—Y no puedo esperar para ver cómo lo hará.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora