Capítulo 6: Corriendo Contra el Tiempo

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La noche era cálida y vibrante en la ciudad, y Dulce sentía una mezcla de emociones mientras caminaba junto a Christopher. Después del encuentro incómodo con Aurora, había decidido dejar de lado sus inseguridades por una noche. Había algo en Christopher, en la forma en que la miraba, que le hacía querer confiar en él. Esta noche, quería olvidarse de todo y simplemente disfrutar del momento.

Christopher la llevó por las calles iluminadas de la ciudad, mostrándole lugares que nunca había visto antes. Caminaron por callejones empedrados llenos de vida, visitaron pequeñas tiendas que apenas cerraban y tomaron helado de un carrito que encontraron en una plaza. La risa de Dulce llenaba el aire, su corazón se sentía ligero, casi como si estuviera flotando.

—Esto es increíble —dijo Dulce, su sonrisa iluminando su rostro mientras caminaban—. Nunca había visto la ciudad de esta manera.

Christopher sonrió, mirándola con ternura.

—Sabía que te gustaría. Hay tanto que descubrir aquí, tanto que ver.

Mientras continuaban su recorrido, la conversación fluía con facilidad. Hablaban de sueños, de miedos, de los pequeños placeres de la vida. Dulce se sentía como si estuviera en otro mundo, uno donde no existían las reglas del internado ni las expectativas de su familia.

—Gracias por esto —dijo Dulce de repente, deteniéndose frente a una fuente iluminada en una plaza vacía—. De verdad, Christopher. Esto significa mucho para mí.

Christopher se detuvo a su lado, sus ojos azules brillando bajo las luces de la fuente.

—No tienes que agradecerme, Dulce. Me gusta estar contigo. Me haces sentir... diferente.

Dulce sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar sus palabras. Quería decirle cómo se sentía, cómo él también la hacía sentir diferente, pero no quería arruinar el momento.

—¿Sabes? —dijo Christopher, rompiendo el silencio—. Siempre he pensado que la ciudad es más bonita por la noche. Todo parece más vivo, más real.

Dulce asintió, sintiendo el mismo encanto.

—Sí, es como si todo estuviera lleno de posibilidades.

Pasaron horas recorriendo la ciudad. Vieron el amanecer desde un mirador, con el sol tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Fue en ese momento, mientras observaba la ciudad despertar, que Dulce se dio cuenta de cuánto había pasado el tiempo.

—Oh, no... —susurró, sus ojos abriéndose de par en par.

Christopher la miró, preocupado.

—¿Qué pasa?

—Es muy tarde, o muy temprano... no lo sé, ¡pero tengo que volver al internado antes de que la madre superiora se dé cuenta de que no estoy!

Christopher maldijo por lo bajo, entendiendo la gravedad de la situación.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

Dulce sacudió la cabeza, su rostro lleno de pánico.

—No quería preocuparme por eso... y luego, bueno, perdí la noción del tiempo. Y ahora mi teléfono está sin batería, no puedo avisarle a Anahí para que me cubra.

Christopher asintió, rápidamente formulando un plan en su mente.

—Está bien, no te preocupes. Vamos a llegar a tiempo. Solo... agárrate fuerte.

Antes de que Dulce pudiera preguntar a qué se refería, Christopher la tomó de la mano y comenzó a correr por las calles. Ella lo siguió, riendo a pesar de la urgencia del momento. Corrían como si el viento los empujara, zigzagueando entre las personas que empezaban a llenar las calles.

—¡Por aquí! —gritó Christopher, tirando de ella hacia un atajo.

Dulce apenas podía ver dónde iban, pero confiaba en él. Sentía la adrenalina bombeando en sus venas, el corazón latiendo frenéticamente en su pecho. Nunca había sentido algo tan emocionante, tan vivo.

Finalmente, llegaron a una calle lateral cerca del internado. Dulce se detuvo, respirando con dificultad.

—Gracias, Christopher... de verdad. No sé cómo lo haré, pero tengo que entrar antes de que la madre superiora me descubra.

Christopher la miró con preocupación.

—¿Estás segura de que podrás hacerlo sola?

Dulce asintió, decidida.

—Sí. Estoy acostumbrada a colarme. Pero, gracias por traerme hasta aquí.

Christopher le sonrió, su mano todavía sujetando la de ella.

—Ten cuidado, Dulce.

Dulce asintió, y antes de poder detenerse, se inclinó hacia él y le dio un rápido beso en la mejilla.

—Nos vemos pronto —susurró antes de darse la vuelta y correr hacia los muros del internado.

Christopher se quedó allí, viendo cómo la figura de Dulce desaparecía en la distancia, una sonrisa suave curvándose en sus labios.

Dulce corrió a toda velocidad, esquivando las sombras mientras se acercaba a los muros del internado. Encontró su punto de entrada habitual y, con la agilidad que había perfeccionado durante sus escapadas nocturnas, escaló el muro y se deslizó al otro lado. Justo cuando estaba a punto de entrar por una ventana lateral, escuchó pasos.

—¿Quién anda ahí? —una voz conocida resonó en la oscuridad.

Dulce se congeló, reconociendo la voz de la madre superiora. Su corazón latía con fuerza en sus oídos, pero se obligó a mantener la calma. Se movió silenciosamente hacia una esquina, rezando para que la oscuridad la cubriera.

La madre superiora miró alrededor, frunciendo el ceño, pero finalmente se dio la vuelta y continuó su patrulla nocturna. Dulce soltó un suspiro de alivio y, con un último impulso, se metió por la ventana, aterrizando en el pasillo silencioso del internado.

Con el corazón aún latiendo rápido, corrió hacia su dormitorio, agradecida de encontrar la puerta cerrada. Se metió dentro, cerrando la puerta detrás de ella con cuidado. Anahí estaba sentada en la cama, con una expresión preocupada en su rostro.

—¡Dulce! —exclamó en un susurro—. ¿Dónde has estado? ¡Estaba preocupada!

Dulce se dejó caer en su cama, riendo suavemente.

—Fue una noche larga... pero valió la pena.

Anahí la miró, sus ojos llenos de preocupación pero también de comprensión.

—Solo prométeme que la próxima vez me mantendrás al tanto. No quiero que te pase nada malo.

Dulce asintió, agotada pero feliz.

—Lo prometo, Ani. Gracias por siempre cubrirme.

Y con eso, se acurrucó en su cama, cerrando los ojos. A pesar del peligro, a pesar de los riesgos, sabía que esta aventura con Christopher era algo que nunca olvidaría. Pero también sabía que el camino que había elegido no sería fácil, y las verdaderas pruebas apenas estaban comenzando.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora