Capítulo 46 : Desaparición Inesperada

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Dulce y Christopher vivían días de pura felicidad desde la llegada de su hija, Tessa. Cada momento con su pequeña era un regalo. La casa estaba llena de risas, amor y la constante melodía del llanto suave de un bebé recién nacido. Ambos padres se turnaban para cuidar de Tessa, compartiendo los momentos de agotamiento y las dulces recompensas de ver a su hija sonreír.

Una tarde, después de haber pasado la mañana paseando a Tessa por el parque, Dulce decidió descansar un poco mientras Christopher se encargaba de preparar la cena. Tessa estaba dormida en su cuna, y el cansancio de las últimas semanas comenzaba a hacer efecto en Dulce.

—Voy a tomar una siesta rápida, ¿sí? —dijo, dejando un beso en la mejilla de Christopher—. No tardo.

—Descansa, amor —le respondió Christopher con una sonrisa—. Te despertaré cuando la cena esté lista.

Dulce subió a su habitación y se tumbó en la cama, cerrando los ojos con un suspiro de alivio. Sin embargo, en lugar de relajarse, comenzó a sentirse extrañamente mareada. Intentó levantarse, pero su cuerpo no respondió. Todo a su alrededor comenzó a girar y, poco a poco, perdió el conocimiento.

***

Cuando Dulce despertó, su mente estaba nublada y su cuerpo entumecido. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su vista. No estaba en su habitación. Se encontraba en un lugar desconocido, una especie de cabaña con paredes de madera y ventanas pequeñas. Intentó levantarse, pero sus piernas temblaban y su cabeza le daba vueltas. Fue entonces cuando escuchó una voz familiar.

—Bienvenida a nuestra nueva casa, Dulce —dijo Aarón con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

El corazón de Dulce se aceleró de inmediato. Intentó moverse, pero estaba débil.

—¿Qué... qué has hecho? —preguntó con la voz temblorosa—. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi hija?

Aarón se acercó lentamente, con una sonrisa perturbadora en su rostro.

—No te preocupes por Tessa, está bien cuidada. Ahora solo somos tú y yo, Dulce. Vamos a comenzar nuestra vida juntos, como siempre debió haber sido.

Dulce sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Intentó gritar, pero Aarón le tapó la boca.

—Tranquila, tranquila... —susurró él—. Nadie puede oírte aquí. Esta es nuestra oportunidad de empezar de nuevo, lejos de todos. Aquí estarás a salvo de cualquier mal. Aquí seremos felices, Dulce, como siempre debimos serlo.

***

Mientras tanto, en casa, Christopher comenzó a preocuparse cuando Dulce no bajó para la cena. Subió a la habitación, pero no la encontró.

—¿Dulce? —llamó, recorriendo cada habitación—. ¿Dulce, dónde estás?

Su corazón comenzó a latir con fuerza. Se dirigió a la cuna de Tessa, pero la pequeña seguía dormida, tranquila. Christopher salió de la casa, buscándola desesperadamente, llamándola a gritos.

Fue entonces cuando vio una nota en la mesa del comedor. La tomó con manos temblorosas y leyó las palabras que parecían haber sido escritas por Dulce:

_"Christopher, lo siento. No estoy lista para ser mamá. Necesito tiempo para pensar. Me voy. Cuida de Tessa."_

Christopher sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. ¿Dulce se había ido? ¿Lo había dejado? Pero nada tenía sentido. ¿Por qué se habría ido sin decirle nada? ¿Por qué habría dejado a Tessa?

Alexandra, la madre de Christopher, llegó en ese momento, y cuando vio la expresión de su hijo y la nota en su mano, supo que algo andaba mal.

—¿Qué sucede, Christopher? —preguntó con preocupación.

Él, con la voz quebrada, le mostró la nota.

—Dulce... se ha ido. Dice que no está lista para ser mamá —respondió, incapaz de creerlo.

Alexandra tomó la nota, la leyó rápidamente, y una expresión de desaprobación cruzó su rostro.

—Te lo dije, hijo —dijo, con un tono amargo—. Esa niña no era digna de ti ni de nuestra familia. Mira lo que ha hecho, te ha dejado solo con la bebé.

Maite, que había llegado a la casa para visitar a su sobrina, escuchó la conversación y corrió hacia Christopher.

—No, no puede ser verdad —dijo, negando con la cabeza—. Dulce nunca haría algo así, lo sé. Ella ama a Tessa y a ti. Esto no tiene sentido.

Anahí, la mejor amiga de Dulce, también estaba allí y se acercó con lágrimas en los ojos.

—Christopher, Dulce no te dejaría de esta manera. Es mi mejor amiga, la conozco mejor que nadie. Algo no está bien.

Alfonso, el hermano de Dulce, llegó apresurado después de recibir la noticia y se unió a la conversación.

—Esto no cuadra en absoluto —dijo Alfonso con voz firme—. Mi hermana jamás abandonaría a su bebé. Hay algo más detrás de todo esto.

Fernando, el padre de Dulce, llegó poco después, con una expresión de preocupación profunda.

—Mi hija no sería capaz de abandonar a Tessa. Sé cómo es Dulce. Hay algo raro en todo esto. ¿Qué es lo que no estamos viendo?

Christopher estaba confundido y desesperado. Miró a cada uno de ellos, buscando respuestas, pero solo encontró más preguntas. La confusión y el miedo se apoderaron de él. Su esposa estaba desaparecida y había dejado una nota que no parecía tener sentido.

—Tenemos que encontrarla —dijo Christopher finalmente, su voz llena de determinación—. Dulce no se fue por su propia voluntad. Hay algo más aquí. Algo no encaja.

Todos asintieron, sabiendo que Christopher tenía razón. Dulce no era del tipo de persona que abandonaría a su familia. Había algo oscuro y perturbador detrás de todo esto, y juntos, prometieron descubrir la verdad y traer a Dulce de vuelta, sana y salva.

Amor a la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora