SIGUE LA CORRIENTE.

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CAPITULO 19.
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Para sorpresa de la castaña y su hermano los días habían transcurrido con tranquilidad, si bien luego de su mudanza sus padres habían insistido en visitarlos con más frecuencia, ellos se las habían arreglado para excusarse y evitar dichas visitas, por lo que además de eso no tuvieron más molestias.
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Aquella tarde llegó más temprano de lo normal a casa, ya que la última clase fue cancelada, razón por la que aprovecho el tiempo haciendo los deberes atrasados de las lecciones de frances que nuevamente estaban a cargo del pelinegro, y a las seis en punto ya se había desocupado, sin embargo, a pesar de ser una noche de viernes no tenia muchos planes ademas de quedarse en su habitación viendo películas; Liliam estaba con su novio, Naraku en una junta y Sesshomaru tuvo que acompañar a su madre a cenar, ellos era sus únicas opciones pero ninguna estaba disponible, así que se limito a quedarse en su habitación y a cenar un sándwich, cerca de las diez finalmente se quedó dormida.

A la mañana siguiente despertó a cusade los golpes en su puerta, supo de inmediato que era su madre así que se levantó con prisa y le permitió el pasé.

- Buenos días cariño- saluda la castaña para darle un beso en la mejilla a su hija.

- Buenos días mamá - corresponden la joven. - A que se debe tu visita tan temprano - inquiere sin rodeos.

- No es nada temprano Rin... Son las diez de la mañana- anuncia con el ceño fruncido. - Anda, cámbiate por algo decente- pide sentándose en el borde de la cama.

- Para que- pregunta con expresión confusa.

- Desayunaremmos con Marcel y su madre- informa revisando su celular.

- Mamá...- se queja la joven.

- ¡No quiero quejas señorita! Y colócate un vestido de los que te traje de París a principio de año- demanda.

- Por favor mami....- pide mientras junta las manos.

- ¡No Rin!... Marcel es el mejor partido que hemos podido encontrarte, hasta cuando lo entenderás...- suelta con fastidio antes de salir de la habitación. - ¡Te quiero abajo en treinta minutos!- finaliza con un grito desde el otro lado.

En cuanto escucho lo último supo que su madre no cambiaría de opinión, así que se resigno, arreglo su cama y se metió en la ducha, diez minutos después salió y se cambió a un vestido de lino blanco junto con unas baletas a juego y una bolsa igual, el cabello se lo recogio en una media colega y le añadio un lazo blanco, finalmente no se maquillo, tan solo se aplicó un poco de tinta de labios y bajo con pesadez hasta la primera planta en donde su madre ya la estaba esperando; juntas caminaron hasta la salida y en menos de veinte minutos llegaron hasta el restaurante elegido, el lugar era bastante lindo y parecía tener ambiente ameno, pero ella sabía que con aquella compañía solo terminaria por quererse ir; llegaron hasta una de las mesas cercanas a la entrada y el rubio y su madre ya se encontraban alli.

Debía admitir que a Agnes Dubois, la madre del rubio, las palabras no le hacia justicia a su belleza, lo primero en lo que se fijó fue en las delicadas facciones de su rostro, ese cabello tan rubio que se asemejaba al oro y aquellos ojos tan azules y profundos como el mar, ya podia ver de quien habia sacado su belleza Marcel, aunque eso no le quitaba lo fastidioso; su madre y ella tomaron asiento y fue cuestión de segundos para que la rubia le diera inicio a la conversación.

- Pero que hermosa te ves - afirma Agnes con una sonrisa.

- Muchas gracias - murmura la castaña.

- Y tú Hana, cómo te encuentras hoy - continúa la mujer.

- Encantaba de estar con ustedes hoy Agnes... Debo admitir que me emociona esto de comenzar los preparativos para la boda - confiesa la mayor.

- Marcel y yo también estamos encantados- asegura mientras observa a su hijo.

- Por supuesto... Quien no estaría feliz de casarse con una mujer tan hermosa como su hija- comenta on una sonrisa.

Acción que provoca una mueca de desagrado en la castaña, mueca que su madre noto y que con un certero golpe bajo la mesa, le pidio corregir. Motivo para que la mujer terminara por dedicarle una sonrisa su "prometido" antes de tomar un sorbo de jugo de naranja.

- Rin y yo estuvimos pensando que como su graduación ya está cerca.. podríamos hablar de fechas- sugiere Hana. - Cierto que si cariño- inquiere mirando efusivamente a su hija.

- Si... - murmura con dificultad.

- Me fascina esa idea Rinni- asegura el rubio.

- ¡Pero que emoción!- chilla Agnes.

- Pues yo siempre he creído que las bodas en diciembre son de buena fortuna, te gustaría que fuera en ese mes mi amor - inquiere Dubois mientras observa a la castaña.

Quien en ese momento pudo sentir como su respiración se agitaba y la respiración comenzaba faltarle, una cosa era que la obligaran a comprometerse y otra muy distinta es que realmente se casara... ¡No quería hacerlo! No amaba a Marcel y sabía que detrás de su fachada de revoltoso y mujeriego, se escondía un hombre calculador e insensible, y ella no imaginaba su vida con alguien así... No podía.

- Pero solo faltan tres meses- murmura con dificultad luego de varios minutos.

- Pero tu graduación es en noviembre - le recuerda su madre.

- Y yo ya deseo que seas mi esposa - afirma el hombre.

- Anda mi niña, tendremos suficiente tiempo...- insiste la rubia.

- Yo creo que...- murmura con lentitud al sentir como su madre apretaba toscamente su muñeca debajo de la mesa. - En diciembre sería perfecto...- finaliza.

Para ese momento sentía que ya no podía más con el peso que sentía en su pecho, por lo que se levantó con pesadez y camino hasta el tocador. Siempre fingía ser valiente, pero cuando le toca serlo, no lo era... ¡Y le enojaba mucho! Porque quería salir y gritar que no deseaba casarse con el, pero cuando estaba en la mesa las palabras ya no salían de su boca, y un enorme miedo la invadía, miedo de que su madre tomara represalias contra ella o contra su hermano; cuando regreso a la mesa se encontró de que ambas mujeres ya había decidido el díal... Diez de Diciembre, exactamente en tres meses. Luego de eso ni siquiera tuvo animos para comer, pero le tocó fingir el resto del desayuno para no escuchar nuevos reproches de su madre.

En cuanto llegó a casa lo único que hizo fue echarse a llorar e intentar contactar a Sesshomaru, pero este último no atendió ni sus mensajes ni llamadas, por lo que no le quedó de otra, más que sufrir en silencio, por culpa de su nueva pena.
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CONTINUARA...
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Monsieur seducción. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora