AJUSTE DE CUENTAS.

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CAPITULO 33.
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Aquel húmedo y mohoso lugar recóndito a las afueras de la ciudad se había convertido en la "bodega" como solían llamarlo, y ahí mantenían encerrado a Marcel. Habían hecho un acuerdo práctico y conveniente, Toga se encargaba de Damian y ellos de Marcel, era el plan más acordé a sus necesidades.

Habían pasado dos días y a pesar de las mil torturas recibidas por parte del pelinegro, el rubio parecía hacer caso omiso y seguía actuando tajante, fue por ello, la revelación de la noche anterior y más, que esa mañana llegó mas altivo que nunca, dispuesto a ajustar cuentas, aquel hombre que se asemejaba mas a un mounstro, pagaría por lo que le hizo a a Rin y a esas alturas ya no le importaba la forma.
...

Ingreso por el viejo portón de hierro y camino por el largo pasillo hasta el cuarto en donde estaba el rubio, solo basto abrir la puerta para verlo encadenado a la pared.

- Pero mira quién se digno en aparecer- Se mofa.

- Pobre idiota- Suelta entre dientes mientras se remanga la camisa hasta los codos.

- Aquí el único idiota eres tu- Músita en medio de una risilla.

- Marcel... En las basuras como tu, no se pierde el tiempo- Escupe con odio al momento en que se acerca a el y lo toma del cabello.

- ¡Entonces suéltame y vete!- Grita con desgano y agitando la cabeza.

- Primero me voy a divertir un poco- Se mofa.

Y en un movimiento casi certero toma un bate de madera que uno de los guardias lanzo para el, no lo pensó dos veces, cuando golpeó bruscamente su costilla derecha.

- ¡Ouch!- Suelta al momento en que se su boca sale sangre.

- No sabes cuánto disfruto ver como sufres- Confiesa lanzándole otro golpe en el lado contrario. - Creo que en mi otra vida fuí beisbolista- Se mofa repitiendo una vez más la acción.

- ¡OUCH!- Suelta una vez más.

- Soy bueno en esto, ¿No, sota?- Insiste mirando al moreno a su espalda.

Quien asiente con la cabeza y se mantiene en silencio, para observar como su jefe una vez más impacta el trozo tallado de madera, de forma brusca en el cuerpo del rubio.

- Golpeame todo lo que quieras...- Murmura antes de escupir sangre.  -Eso no cambiará las cosas- Finaliza antes de perder la conciencia.

- ¡Bastardo!- Refunfuña lanzando con furia el bate al suelo.

- ¿Se encuentra bien señor?- Inquiere el moreno.

- Si...- Responde sin ganas y acomodando su camisa. - Si en media hora no despierta, viertele un balde de agua helada. Regreso después- Demanda.

- Como ordene - Es lo único que responde.

Mientras que el albino con cara de pocos amigos se dirige hasta la salida, en donde una vez más su chófer aguardaba por el.

- ¿A dónde vamos señor?- Pregunta al verlo subir.

- A casa de mi padre- Músita con su vista fija en su celular.

Demanda que el hombre acata de forma inmediata, al poner en marcha al auto, e ir tan rápido como las medidas del tránsito se lo permitian. En media hora llegaron a la mansión de los Taisho, en donde su acalorado y acomplejado padre lo esperaba bastante encolerizado, razón por la que no lo pensó al bajar del auto e ingresar a la casa para entrar hasta su despacho.
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- Te tardaste- Lo reprende tomando un mazo de papeles del escritorio. - Llévalos con tu hermano, el se encargara de poner ese asunto en orden- Pide.

- Y tú, ¿Cómo vas con lo tuyo?- Inquiere recibiendolos.

Monsieur seducción. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora