MILAGRO.

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CAPITULO 40.
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Al igual que las últimas semanas, la rutina no había cambiado del todo, a pesar, de los miles de esfuerzos de los especialistas, los días continuaron pasando y la mujer continuaba sin despertar, el miedo había pasado a ser desespero y súplica. Todos estaban congestionados y el sentimiento sin duda era compartido, pues para ninguno era ajeno el dolor de saber que la castaña no podía despertar, sin duda, no habría cosa que los reparará más, que un milagro ocurriera.

Aquel día no fue la excepción, todos viviendo la pena a puertas cerradas, Naraku se había vuelto más reservado de lo normal, Sosuke más grotesco que nunca. Hana era la única que dejaba ver cuánto le afectaba la situación, y por último estaba el peliplata, Sesshomaru se habia convertido en un enigma para todos, consagrado y reservado, el cual tenia como unico objetivo cuidar de la joven mujer; sus responsabilidades las había hecho a un lado, y aunque de vez en cuando se ocupaba de ellas, la mayor parte de sus días se mantenia retenido por voluntad propia en el hospital, en busca de buenas noticias sobre el estado de la chica, sin embargo a pesar de que un mes entero había transcurrido nada parecía cambiar, pero la esperanza nunca se perdía.

Esa noche al igual que los últimos dias, a causa de la resignación del pelinegro, el de quedaría con ella; según los doctores ya no era necesario hacerlo, pero el insistía, y una vez más llegó a la habitación esperando que algo cambiara esa noche. Cómo siempre dejo su mochila en el sillón y camino hasta ella, depósito un beso en su frente y otro en su vientre, para después y tal como la rutina lo indicaba, limpiar con un paño su piel y aplicarle crema, una vez finalizada la tarea solo se mantuvo en silencio observándola; a esas alturas el sueño y el ya no eran tan amigos, solo pasaba las noches mirandola en silencio, pero aquella fue un poco diferente, habia retenido sus sentimientos con la intención de no demoronarse, pero ese dia luego de tanto tiempo, fue imposible seguir haciéndolo. Se inclino, se sento a un costado de la camilla y reposo el rostro en su vientre, sin afirmarse del todo pero lo suficientemente cerca como para sentir el calor que amenaba su cuerpo. Fue cuestión de segundos para que los dolidos sollozos comenzarán a hacer eco en la habitación, seguidos de las espesas lágrimas cayendo por sus mejillas.

- No me dejes...- Murmura en medio del llanto, y aferrándose un poco más a su agarre.

Si es que eso se podía hacer. Realmente se había terminado de quebrar, sus manos temblaban, su voz parecía haber desaparecido y simplemente no podía contener las lágrimas, por más que su cordura le exigía que lo hiciera, el no podía... La ansiedad le había ganado y estaba en medio de un colapso ¡Jamás había estado tan vulnerable! Nunca como ese día. Algo en el era diferente, aquel accidente había motivado a su sensibilidad salir, por más ironico e inoportuno que sonara en ese momento.

- Por favor dile a mamá que despierte...- Suelta minutos después en medio de un sollozo. - Dile que si se vá no lo soportaría, no podría- Completa en un grito casi ahogado.

Para esta vez y ya casi después de diez minutos, intentar calmarse, sin embargo su lucha fue insuficiente para el remolido que había en su interior, y por más que intento reprimir las lágrimas, no pudo hacerlo por las que algunos segundos, cuando nuevamente y en medio del llanto recupero su posición inicial.

- Los amó... ¡Te amo Rin! Por favor escúchame- Reprocha con los ojos cerrados.

Manteniendose en aquella posición el suficiente tiempo como para que sus brazos terminarán por dormirse. Fue ahí, que al fin decidió levantarse y regresar a la silla al costado, para sentarse con las piernas estiradas, y limpiar sus lágrimas, en un intento por calmarse; lo cuál logro casi al poco tiempo. Arreglo su cabello en un chongo un poco deforme y se levantó para ir hasta el baño a lavarse el rostro y finalmente regresar a la silla, para asi tomar su mano entre las suyas.

Monsieur seducción. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora