—¡Licha! —lo llama Nahuel, acercándose hasta él. Está sentado en el cordón, y parece que acaba de vomitar todo. Tiene la cabeza gacha.
—Nahuuu. —Dice, y lo abraza. El otro lo agarra, intentando levantarlo. —¿Qué haces acá?
No se le entiende un carajo cuando habla.
—Me mandaste la ubicación.
—Ah... No, ese fue un amigo. Ya se fue, pero le pedí que te la mande.
—¿Estás bien? —le pregunta con preocupación. Le chequea la cara y se le notan las bolsas abajo de los ojos como si no hubiera dormido nada durante días. —¿Cuándo fue la última vez que dormiste?
—No sé.
Lo ayuda a levantarse, pasando un brazo por alrededor de los hombros.
—Dale, que Enzo está acá y me está haciendo el aguante.
—¿Enzo? —pregunta Lisandro. —¡Enzo! ¡Sí!
Nahuel lo termina por cargar hasta que está en la puerta del auto, ayuda a Lisandro a que se tire en la parte de atrás, y termina acostado sobre unas camperas. Enzo gira la cabeza para verlo y lo saluda.
—¡Hola! —dice Licha, sacudiendo la mano.
El otro no habla, solo lo mira. —Estás hecho mierda.