Al estar lejos, tuvieron que salir bastante tiempo antes. Mientras más se acercaba la hora del partido, más gente se apuraba a ir, entonces era más conveniente llegar temprano, pasar, y después esperar todo lo necesario.
Cuando llegaron, les costó mucho entrar. Tuvieron que moverse entre la cantidad infinita de gente, bastante pegados los dos, prácticamente con Julián aferrándose al brazo de Enzo mientras buscaban donde tenían que entrar para "sentarse"—mentira, iban a pasarse todo el tiempo de pie, gritando como dos más en el medio de toda la hinchada.
Y así fue, una vez se dió por comenzado el partido.
—Ahh, es loquísimo. —Dijo Julián, sintiendo como la piel se le ponía de gallina (nunca mejor dicho) por solo el recibimiento de la hinchada hacía los jugadores. Sentía que podía llorar, él jamás había ido a la cancha, y la sensación de estar ahí era tan arrasadora que se iba a morir de felicidad.
—¿Qué es loquísimo? —preguntó Enzo, gritando mientras se giraba a mirarlo.
Tenía una gorra blanca puesta hacía atrás, la remera de River y unos shorts también de lo mismo. Él estaba totalmente radiante, con los pocos rayos restantes del sol dándole en la cara, dado que el partido se jugaba tarde. Mientras que por su parte, Julián llevaba los shorts que Enzo le había prestado y su propia remera.
—Estar acá. —Grita también, y se refriega los ojos.—Con vos.
—¿Lo decís onda bueno o malo?
Julián se ríe, echando la cabeza hacía atrás y sin querer chocándose con alguien. Pronto pide perdón y le respondé a Enzo.
—Como algo bueno, tonto. Me encanta estar acá. Gracias.
—No me agradezcas todavía, porque el partido todavía no empezó. —Le dice el morocho entre gritos. —De acá solo se va a más.
Julián sonríe, y el otro replica el gesto.