Enzo no sabía lo que estaba haciendo. Pero le salió así.
No tenía una excusa, solo quería hacerlo. Un motivo que recaía en su pecho le decía que estaba haciendo algo bien y que, de alguna forma, merecía la pena.
Últimamente, lo había nombrado la buena acción del día ft. Enzo Fernández.
Salió de su casa con el auto, y ya conociendo la ubicación de la persona, se dirigió directo hacia allá. Era lunes, y por suerte le dejaban entrar un poco más tarde al laburo gracias a que estuvo haciendo horas extra últimamente.
Se paró en la rotonda del edificio, y esperó. Creía que no tardaría mucho en bajar; ni siquiera le había avisado, solo había aparecido ahí porque tenía ganas de joder.
Cuando lo vio salir de la puerta del edificio, el chico ni lo registró. Se fue caminando directamente, la mochila colgada sobre un solo hombro mientras se peleaba con los auriculares que estaban todos enredados.
Enzo hizo una mueca, y arrancó el auto. Lo siguió de a poco, a paso de tortuga, y después, cuando el otro se iba a poner los auriculares para tapar todo el ruido, fue que hizo sonar la bocina.
El castaño se giró como con miedo, y después reconoció el auto. Miró confuso, sin saber qué hacía ahí. Enzo bajó la ventana del acompañante, y se paró cuando Julián también lo hizo.
—¿Qué haces acá? —preguntó Julián, jugando con el auricular, enredándolo en su dedo.
—Subite, morocha. —Dice Enzo en modo de joda, dando dos golpes al asiento al lado de él.
—Ni en pedo. —Río Julián, negando con la cabeza.
—Dale. Estás lejos.
—Me tomó el subte.
—Así como estás, te van a robar. —Dice, señalándolo y Julián se hace consciente de que quizás el otro tenía razón. —¿Qué le paso al auto?
Julián se encogió de hombros. —Se lo llevó Licha.
—Dale, no vas a ir hasta la facultad en subte, vas a llegar tarde. —Intenta convencerlo Enzo, como si de verdad quisiera llevarlo hasta donde estudia.