Domingo, 19 de Diciembre
Alexis dormía sobre él, con su cabeza apoyada sobre su hombro. Sus cuerpos pegados en algo que podía asimilarse mucho a un abrazo. Para Nicolás, la siesta era el momento más pacífico de todos los que compartía con él.
No se refería a que el mundo despierto era un infierno, porque al contrario, estar despierto con Alexis era hermoso y todos sus momentos compartidos eran perfectos sin necesidad de nada más, pero también, un minuto de paz y silencio lo alegraba.
Cuando Alexis dormía, se lo hacía parecer casi como un ángel por lo tranquilo de su cara, mientras que cuando estaba despierto podría ser comparado a un demonio (Nico no lo veía de esa manera, pero según otros...)
Una vez pasó el dorso de su mano por su cara en una caricia, ahí fue que el contrario abrió los ojos con cansancio. Lo miró.
—Me despertaste. —Dijo como una queja, y Nicolás sonrió.
—Ya dormimos como dos horas. Son las cinco de la tarde.
Alexis arrugó la nariz, estirando su brazo para agarrar su celular, pero quedándose en aquel abrazo que el contrario le otorgaba. Efectivamente, su celular marcaba 5:21.
—Sigo con sueño.
—Sueño... y no hiciste nada. —Lo jode Nicolás. El pelirrojo lo mira ofendido, como si le hubieran molestado esas palabras.
—Vine a tu casa, caminando. —Le recuerda Alexis, porque le parece que eso es suficiente para que esté cansado. Además, desde el día que se juntaron todos en la plaza que su batería social se encontraba en menos diez.
—No está tan lejos de la tuya.
—Mentiroso, te va a crecer la nariz como Pinocho. —Dice, y como para enfatizar, le toca la nariz. —Tené cuidado.
—Vos y tus referencias a Disney.
Se encoge de hombros. —Me encanta.
—Ya lo sé, te conozco.
Alexis sonríe y se vuelve a apoyar en el hombro de Nicolás, su cabeza un poco inclinada hacia arriba mientras el otro estaba medio sentado, sus ojos enfocados en el techo como si estuviera pensando.
Hay algo que le está molestando, Alexis se da cuenta de eso, pero no sabe si intervenir. Se queda dubitante, hasta que Nicolás, como leyéndole la mente, habla.
—Te quiero preguntar algo.
El pelirrojo lo mira y se encuentra con los ojos del contrario que lo están mirando fijamente, como en busca de respuestas. Cuando a Alexis le preguntaban cosas sobre él, no le gustaba responder. No se sentía lo suficientemente importante como para que alguien le preguntara algo, y si tenía respuestas, iban a ser aburridas.
Pero igual, asiente.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué invitaste a los chicos a tu casa para Navidad?
Alexis no entiende la pregunta, y se lo hace saber. —No entiendo.
Nicolás vuelve a mirar al techo. Obvio, no iba a ser tan fácil.
—Últimamente estás... no sé, hay algo diferente.
—Eso no tiene nada que ver con lo de Navidad, Nicolás.
Ahí empezaba, la actitud pasiva-agresiva de Alexis, que era como su mecanismo natural de defensa.
—No lo digo como algo malo, Ale. —Le responde, y se acomoda mejor. Alexis ya se empezaba a alejar, se había levantado de su cuerpo y había puesto distancia entre ellos. —Pero hay algo que te pasa.