Sábado, 30 De Octubre
Julián había invitado a Phil a pasar la previa de la joda con Joaco y Licha. El inglés había aceptado sin siquiera decirle nada, porque le encantaba pasar tiempo con ellos.
Entre todas las salidas que tuvieron esa semana, Julián terminó por ayudar a Phil a elegir su disfraz. Era simple, pero bueno: de militar.
Una vez el inglés apareció en su casa con pantalones cargo camuflados y una remera negra con tirantes verdes y por encima una campera militar también, Julián pensó que para completar el disfraz solo le faltaba una cosa.
Licha silbó apenas vio a Phil entrar al departamento.
—Mira qué hombre. —Dice, señalándolo. El inglés sonríe en el lugar, sin saber muy bien que decir. —Encima ese corte en la ceja... diez de diez.
Como para reforzar el gesto, hace un beso al aire como si fuera un chef.
Julián empuja la espalda de Lisandro, quien estaba en cuero, pasando por la casa re tranquilo—ahora que estaba Phil se tenía que ir a cambiar.
—Dale, anda a cambiarte que no hiciste nada todavía. —Dijo, rodando los ojos.
Su mejor amigo le hizo caso y se metió en su cueva. Otro que estaba bastante encerrado en la suya también era Joaquín, quien decía que tenía mucha vergüenza sobre lo que iba a usar y se estaba acostumbrando y viendo que le faltaba.
Julián pensó que cualquier cosa que su amigo se pusiera le iba a quedar bien porque ya de por sí era un bombón, pero a veces a Joaco se le daba por ignorarlo porque estaba muy metido en lo suyo.
—¿Por qué no te has cambiado aún? —preguntó Phil. Su acento comenzaba a salir con tonada más argentina—casi diría que al estar mucho tiempo con Julián le salía medio cordobés—, pero hablaba más neutro, como los españoles.
—Te estaba esperando. —Dijo, como si esa fuera una buena excusa. Tomó la mano de Phil y lo llevó hasta su habitación, cerrando la puerta detrás de ellos. Lo volvió a observar, de arriba a abajo. —Igual, antes de cambiarme, hay que hacerle algo a tu cara.
—¿Mi cara? —preguntó el chico confuso. Por un momento, creyó que quizás no había entendido bien la oración, entonces la repitió en inglés. —¿My face?
—Sip. —Respondió Julián, asintiendo. Se acercó hasta su escritorio y agarro un marcador negro indeleble de su porta lápices. Señaló a la silla giratoria que había frente al escritorio, dándola vuelta. —Sentate.
Phil hizo como le pidió, sentándose en la silla y mirando arriba. Julián se puso frente a él y le levantó la cabeza. Por medio segundo, se miraron fijamente a los ojos y durante el momento, el cordobés sintió que podría llegar a ser algo más que amistad en aquella mirada.
Pero el primero en romper contacto visual fue Phil, que se enfocó en mirar al techo.
Julián destapó el marcador y agarró al inglés por la mandíbula, sosteniéndolo mientras hacía una línea negra en su cachete izquierdo, seguida por una igual en el derecho.
Sacó su lengua mientras se concentraba, intentando hacer la línea lo más recta posible para que no pareciera un gusano.
—¿Querés una verde? —preguntó Julián una vez terminó de dejar las líneas negras un poco más decentes.
Phil asintió, y Julián se estiró hasta su escritorio, esquivando parte del cuerpo del contrario y llegando a agarrar un marcador verde, dejando el negro en el mismo lugar del que lo sacó.