Sábado 4 de Diciembre
—Nahuel, esto no es una buena idea.
—No seas boludo, hagámoslo. Ya llamaste a Lean, los dos ya están viniendo, no da para cancelar.
—Sí... Pero me siento mal... Ellos no saben.
—Lean, no sabe, a Rodrigo ya se lo hice saber antes.
—¿En serio?
—Sí, y la verdad lo veo capaz de no venir...
Paulo suspira, como si no le sorprendiera. —Igual... no entiendo mucho por qué lo hacemos.
—Rodri dijo el otro día que quería salir con Enzo, ¿no? —pregunta Nahuel, y el otro asiente. —Entonces, si quiere salir con Enzo o cualquiera de nosotros, Lean también está incluido en la bolsa de psicópatas. Me gustaría que por lo menos puedan estar en una habitación juntos.
—O sea, ¿terapia de exposición?
—No estudio psicología, no tengo la más pucha idea de que es eso.
Paulo rueda los ojos, porque cree que es algo que se explica bastante fácil con tan solo la palabra. —Nada, que cuando expones a alguien a un estímulo, eventualmente se acostumbra a él y deja de tenerle miedo, en caso de una fobia.
—Si llamas a tu propio Leandro y Rodrigo estimulos, me das miedo.
Se ríe, negando con la cabeza. —Es un término que me sirve para explicarte, nada más.
—Menos mal. —Se siguen riendo. —Mientras antes lleguen mejor, podemos empezar el experimento.
—De hecho, no es un experimento, y si lo es, no es ético porque no tenemos el consentimiento de los otros. No hay placebo, grupo de exposición o grupo controla-
Nahuel levanta la mano para que deje de hablar. —Para un poco, máquina. Relájate.
Paulo le hace caso.
Ambos esperaban que el primero en llegar fuese Leandro, para por lo menos contarle un poco lo que ellos tenían pensado.
Pero no hizo falta, porque cuando llegaron, lo hicieron juntos.