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Lisandro se estaba arrepintiendo de sobre manera el haber estado de acuerdo en venir a una joda. Tendría que haberlo pensado dos veces: joda significaba alcohol, y alcohol significaba que estaba a pocos pasos de romper su promesa.
Y él no podía caer tan bajo cuando recién empezaba.
Había prometido un año y un par de meses, y él iba a cumplirlo, incluso si pasaba por las peores situaciones de por medio, él iba a estar sobrio por un año. Tenía que poner voluntad al asunto.
Al momento en que llegó, se separó del grupo. La gran mayoría de las personas llevaban vasos en la mano, y él se sentía un poco sofocado—era irónico, considerando que su disfraz era de un dios griego y no constaba de tantísima ropa, gran porción de su hombro y pectoral estaba al descubierto.
Le envió mensajes a uno de sus otros amigos que sabía que iba a estar en la joda. En corto, lo encontró y el chico, un poco más alto, estaba vestido como si fuera un ángel.
—¡Al fin! —dijo el Dios, riéndose mientras lo saludaba. —Pensé que no ibas a venir.
—Yo pensé que vos no iba a venir. Me pregunto por qué será... ah, es verdad... dejaste de salir. —Se queja el otro.
Licha no le da mucha pelea. —A veces hay que hacerlo para ser mejor hombre.
El más alto hace un sonido con la nariz y le da un golpe en el hombro, al contrario. —¿Qué te haces el correcto ahora?
Comparten una risa corta, y antes de que Lisandro pueda pensar en algo más, el otro se acerca más a él como para hablarle en confianza.
—¿Viniste solo?
—No. —Responde y señala a toda la habitación. —Tengo un grupo gigante de amigos que están por cualquier lado.
Mira a su alrededor, y desafortunadamente, al primero que se cruza es a Cristian—no puede diferenciar lo que tiene puesto como disfraz—que lo está mirando también mientras habla con el ángel.
—¿Ese es el boludo del que me hablas todo el tiempo? —preguntó el contrario, cuando Lisandro se le quedó mirando por un rato largo. Eventualmente, separo la mirada y asintió con la cabeza. —Ni se te ocurra volver con él, eh.
Cuando el Dios no responde, el ángel lo mira con los ojos abiertos.
—No jodas, Licha. —Dice, y pasa una mano por su cara. —Siempre era todo sobre él cuando salíamos. Ahora tenés a mínimo quince personas comiendote con la mirada e igual te seguís fijando en él.
—Es complicado... —habla en voz baja, y se da cuenta de que no se le escuchó nada gracias a la música. —No sé...
El otro rueda los ojos. —Haceme caso, no merece la pena estar con alguien que te lastima, muchos menos cuando ni siquiera le dieron nombre a la "relación," —hace comillas en el aire. —Que tuvieron. Lo sé por experiencia.