Capítulo 6

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Montaña de cuchillos, mar de fuego


—¿Estás listo? —preguntó Alex, saliendo de su habitación mientras se abotonaba la camisa.

—Ya casi —respondió Daniel, sacudiendo su cabello mojado y peinando sus rizos con los dedos.

—¿Antonio ya se ha ido? —preguntó Alex.

Daniel asintió. Antonio, sorprendentemente, se había recuperado rápido de su última fiesta y, sin dudar, había aceptado otra salida con sus compañeros de carrera.

Quedaban treinta minutos para que Alex se reuniera con sus compañeros de clase en la discoteca. Aunque ellos habían hecho la previa en el piso, los planes de fiesta eran distintos, Antonio ya estaba con sus amigos, y Daniel, sin tener otros compromisos, fue invitado a unirse al grupo de Alex.

—Se han enfadado —dijo Daniel, leyendo su móvil—. Dicen que siempre me voy contigo.

—No es sorpresa de nadie —comentó Alex mientras se encogía de hombros. Daniel solía cancelar planes con sus compañeros de clase, ya que prefería salir con él y sus amigos. No era nuevo que la gente comentara que Daniel parecía estar en la misma carrera de Alex.

—Me tiré toda la madrugada estudiando —se quejó Daniel, frotándose la cara—. Después del examen, lo único que quería era dormir, pero mis compañeros insistieron en salir de fiesta. Yo no podía salir ayer. ¿Qué culpa tengo que tus planes me vengan mejor? ¿Quién tiene la capacidad de salir de fiesta todos los días?

El chico no recibió respuesta por parte de Alex, quien sólo se encogió de hombros.

—¿Para qué pregunto? —suspiró Daniel— Antonio y tú siempre estáis listos para apuntaros a cualquier cosa. No entendéis que hay gente que tiene un límite de batería social.

—Deja de quejarte y acaba de vestirte —le apuró Alex—. Vamos a perder el bus.

Y, efectivamente, lo perdieron. El autobús se marchó en frente de sus narices, dejándolos soltando una serie de palabrotas. Afortunadamente, tuvieron la suerte de que apareció otro diferente que los llevaría al mismo destino.

—¿Cuándo vuelves a casa? —preguntó Daniel, una vez sentados en el autobús.

—Me quedaré todo junio —respondió Alex, omitiendo el motivo real.

—Te haré compañía—bromeó, dejándose caer en el asiento—. No me gusta la idea de estar aquí todo julio, pero supongo que me lo merezco después del examen que hice.

—Aunque me encanta la idea de seguir siendo compañeros de piso, preferiría ir con mi familia a la playa.

—¿Y qué han dicho tus padres de que te quedas más tiempo?

—No están muy contentos —admitió, recordando la discusión con su madre. Había tenido que inventar que había suspendido uno de los últimos exámenes para justificar quedarse más tiempo.

Cambió rápidamente de tema, incómodo con la mentira. Preguntó por la familia de Daniel, a quien ya había conocido en varias visitas durante el año. Quien más había frecuentado el piso había sido su hermano mayor, Manuel, ya que disponía de coche propio.

Con la excusa de visitar a su hermano pequeño, Manuel había ido de visita a la ciudad desde el pueblo en el que vivían. En esas ocasiones, él se había quedado en el piso, compartiendo habitación con Daniel. Y en consecuencia, acabó entablando relación con los dos compañeros de piso de su hermano.

A diferencia de Daniel, Manuel era mucho más extrovertido. No había tenido problema alguno en hacer amistad con los otros dos chicos, incluso a pesar de la diferencia de edad de cinco años.

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