Capítulo 3

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La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta


—¿Qué tal te ha salido el examen, Alex?

Los alumnos se iban agrupando a la salida del aula, comentando su penúltima prueba del curso.

—¿Qué habéis puesto en la pregunta del grupo abeliano? ¿Cómo habéis encontrado el subgrupo propio de G? —interrumpió una chica.

Alex se alejó del grupo. Las voces mezcladas hablando del examen lo abrumaban. Después de una noche sin dormir, lo último que necesitaba era comparar las respuestas con sus compañeros.

—Dejad de calentaros la cabeza —dijo un chico, expresando por fin lo que pensaba Alex— Ya no podéis hacer nada. Ahora es momento de una cerveza, ¿no?

Era costumbre, después de un examen, ir al bar de al lado para tomarse una rápida cerveza. En su doble grado eran un total de quince personas, un número menor incluso que cuando estaba en el instituto. Aquello hizo que las pocas personas que coincidían en todas las asignaturas terminaran estableciendo lazos de amistad con rapidez.

—Pero algo rápido que aún nos queda otro examen —recordó una chica.

Alex les pidió que fueran sin él. Necesitaba ir al baño primero. Conocía bien el camino hacia el bar que solían frecuentar, así que decidió desviarse durante unos segundos.

Caminó en dirección contraria a sus compañeros de clase, esquivando a diferentes grupos de estudiantes que entraban y salían de las aulas. Debido a los nervios, había estado deseando ir al baño durante mucho tiempo y había aguantado las ganas durante las horas que había durado el examen.

Mientras se dirigía hacia la entrada de los aseos, encendió su móvil, que había apagado durante la prueba. Tenía varios mensajes, incluyendo uno de Antonio. Parecía estar relacionado con la caja encima de su escritorio.

—Perdón —se disculpó Alex.

Con la vista clavada en su móvil, había chocado con alguien al entrar al baño. Levantó la cabeza y se encontró frente a una chica de aspecto asiático.

—Creo que te has equivocado —comenzó a decir al darse cuenta de que la persona que salía era una mujer—. Este es para hombres.

No hubo ninguna respuesta por parte de la otra persona. Decidió entonces probar en inglés, ya que Alex sospechaba que la joven no era de allí. Los rasgos faciales característicos de oriente resaltaban con respecto al resto de estudiantes que había allí, más incluso que los de él.

Ante el silencio como respuesta, otra vez, Alex estuvo a punto de preguntar de nuevo, pensando que tal vez no le había entendido la primera vez. Su nivel de inglés no era el mejor, ni se acercaba al de su compañero Daniel, pero era suficientemente competente como para comunicarse con una estudiante de intercambio. Al menos eso decía su título que había obtenido años atrás en la academia de inglés.

Antes de que pudiera decir algo, la chica habló con voz baja y directa. —Tu cartera.

Ambos dirigieron la mirada al suelo, donde estaba el objeto que debería estar en el bolsillo del joven. Antes de que Alex pudiera reaccionar, la chica se agachó, recogió del suelo la cartera, le dio unos golpecitos con los dedos para quitarle el polvo que había acumulado al caer y se la devolvió.

Alex le dio las gracias, pero ella ya se estaba alejando para ese momento.

No le dio tiempo a pararse a pensar ni a preguntarse cómo se le había caído la cartera que tenía en el bolsillo porque su móvil empezó a vibrar en su mano.

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