Capítulo 29

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Disfruta sólo los placeres del momento


La calma de los últimos dos días tenía algo inquietante, como si la adrenalina se hubiese convertido en parte esencial de la rutina de Alex, quien empezaba a notar la falta de aquellos episodios en los que luchaba por su vida. Aunque no los echaba de menos, desde luego.

El día anterior, él y Lu habían regresado de sus compras sin cruzarse con enemigos que buscaran matarlos, y ese día parecía estar destinado a la misma paz. Li le había mencionado que no tenían ninguna misión arriesgada en el horizonte, y él decidió aprovechar para disfrutar, por primera vez desde que llegaron, del hotel.

Esos dos días los pasó en la piscina. Estaba agradecido de haber incluido un bañador entre las compras de ropa, y entre brazadas y saludos amistosos a otros turistas, Alex se preguntaba qué estaría haciendo Li encerrada en la habitación. Había intentado convencerla de comprar otro bañador, pero fue en vano; era como si prefería esconderse en las sombras antes que disfrutar del sol.

Desde aquella primera noche en que Li le habló de misiones y peligros, su vida había cambiado drásticamente. La piscina, los turistas despreocupados y las conversaciones triviales eran un oasis temporal, y a veces se sentía como si estuviera actuando el papel de alguien más. Su cuerpo podía relajarse, pero su mente nunca dejaba de estar alerta. ¿Cuánto tiempo podría mantener aquella doble vida?

—¡Alex! —una voz lo llamó al otro lado de la piscina.

Él giró la cabeza y vio a Cristina, una chica que había conocido el día anterior, saludándolo con entusiasmo. Nadó hacia donde estaba ella.

—¿Y tus padres? —preguntó, apartándose el agua de la cara.

Cristina bufó, rodando los ojos con fastidio.

—Andan por ahí en su tercera luna de miel. A veces me pregunto para qué me traen —respondió ella con una sonrisa resignada.

—Mejor para ti, ¿no?— rió él.

Cristina suspiró.

—Después de estos días agotadores, no veo la hora de regresar a casa.

Cristina era mayor que él, y a diferencia de Alex, había llegado al hotel con su familia, aunque no muy feliz de acompañarlos en un viaje que habría preferido pasar en casa. A pesar de sus súplicas, sus padres insistieron en hacer un viaje familiar tras terminar los exámenes, y, para su sorpresa, había encontrado en Alex un compañero con quien compartir charlas triviales, lo cual también le venía bien a él, ya que le permitía desconectar de las tensiones.

—Alex, ¡mira aquí! —llamó Cristina con el teléfono en alto.

Él apenas tuvo tiempo de girarse antes de que la chica le tomara una foto improvisada y estallara en una risa burlona al ver el resultado.

—No te preocupes, es para mi novio —explicó—. Me ha preguntado qué estaba haciendo.

—Dijiste que era celoso.

—¿Por qué crees que se la voy a mandar? —rió—. Está mal, pero te confieso que me gusta un poco, solo en el fondo, que se ponga celosillo. Me parece adorable.

—Mientras no intente buscarme para pegarme.

Cristina rió.

—No te preocupes. No es nada violento. Es un cacho de pan. Súper bueno. Por eso me gusta cuando se pone algo celoso. Y pensar que podría haber tenido la casa sola para estar con él —suspiró, apoyándose en el borde de la piscina—. Mis padres no entienden que, a veces, quiero tener tiempo para mí, hacer lo que yo quiera sin que me lo digan. Tú al menos pareces tener libertad. Has podido venir durante unos días a un hotel a pasar el tiempo con tu novia —dijo con envidia.

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