Capítulo 15

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Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos


Tiempo después de haber partido en su viaje, los dos jóvenes se detuvieron en una gasolinera para repostar. El trayecto prometía ser largo. Después de llenar el depósito casi al completo, Li regresó con dos cafés fríos que había comprado en la tienda de la gasolinera. En esos días, Alex había descubierto algo nuevo sobre la chica: prefería el té, pero detestaba el que vendían allí. Según ella, ninguna marca que había probado se asemejaba al que acostumbraba beber en su tierra natal. Alex supuso que tenía sentido, ya que recordaba haber oído que el mejor té provenía de China.

Dado que no había té lo suficientemente bueno para Li, había optado por el café. Al principio le resultaba desagradable, pero después del segundo intento, hacía admitido que el sabor ya no le molestaba tanto. Al final, se había acostumbrado, y eso era lo que principalmente había estado consumiendo.

Li maniobró el coche hacia un aparcamiento junto a la gasolinera. Se trataba de una breve parada para desayunar. Sacaron la comida que los dueños del Airbnb le habían entregado apresuradamente antes de marcharse. Al principio, Li había rechazado cortésmente la comida, pero fue Alex quien finalmente la aceptó dando las gracias con una sonrisa.

Alex recordaba vagamente la conversación que habían tenido con la pareja mayor antes de irse. Aún seguía dormido en ese momento. Durante el trayecto hasta la gasolinera, había estado dando cabezadas, y no dudaba en que se quedaría totalmente dormido en cuanto volvieran a ponerse en marcha.

Desayunaron en silencio. Eso no había cambiado. A pesar de que el ambiente entre ellos dos parecía haberse relajado, la personalidad de Li no le daba a Alex la oportunidad de mantener conversaciones animadas como estaba acostumbrado. Se preguntaba si era cuestión de su carácter, de su cultura o simplemente porque no le caía bien.

El sonido del motor y el zumbido del aire acondicionado llenaban el ambiente. Ese día era especialmente caluroso. Durante el viaje, el sol penetraba a través de los cristales del vehículo, elevando la temperatura. De no haber sido por el aire acondicionado, el coche podría haberse convertido en un horno perfectamente.

Además, los pantalones largos que Li le había prestado a Alex no ayudaban en absoluto. Lamentablemente, no había otras opciones. Los pantalones cortos de la chica estaban descartados, lo que dejaba a Alex con los largos, los mismos que había usado para dormir.

El joven sintió envidia de Li. A diferencia de él, ella sí llevaba puestos unos pantalones cortos. Cuando Alex salió del coche para tirar los restos de su desayuno, pudo notar aún más la diferencia. La tela del pantalón de algodón, aunque delgada, abrigaba demasiado sus piernas. El breve camino hasta el cubo de basura se le hizo eterno. Además, su cabello estaba bastante largo, y el flequillo se le pegaba a la frente molestamente. Anheló poder cortarse el pelo en ese mismo instante.

Li, en cambio, no parecía tener problemas en ese aspecto. Su cabellera oscura como el manto de la noche aparentaba ser larga, pero siempre estaba recogida en un moño en la nuca. Había algo en el peinado que llamó la atención de Alex. Cuando miró más de cerca, se dio cuenta de que no usaba ningún coletero ni pinza, sino una especie de palo. No lo había notado antes porque era del mismo color negro que su cabello, pero el objeto se asomaba unos pocos centímetros.

Después de la breve pausa, retomaron el viaje, conduciendo por la autovía durante unos quince minutos. Como era de esperarse, Alex estuvo al borde del sueño varias veces, aunque nunca llegó a dormirse profundamente.

En una de esas ocasiones, después de luchar para mantenerse despierto, se dio cuenta de que se dirigían hacia un centro comercial.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Alex, estirándose en su asiento.

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