Capítulo 16

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El agua hace flotar el barco, pero también puede hundirlo


Cuando Li comenzó a moverse, Alex sintió un alivio abrumador. Había pasado casi una hora desde que la había envuelto en ropa en un intento desesperado por mantenerla caliente. Durante ese tiempo, no había dejado de vigilarla, verificando cada cinco minutos cómo se encontraba. Aunque su temperatura corporal había mejorando gradualmente, el proceso había sido bastante lento y angustioso.

Li abrió los ojos, desorientada. Intentó incorporarse apoyándose en sus codos, lo que inquietó a Alex. Pensaba que era demasiado pronto; si hubiera sido por él, la habría obligado a tumbarse otra hora más. Sin embargo, la chica se levantó sin problemas, como si no hubiera estado inconsciente durante una hora entera.

—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Espera, no te muevas.

Alex comenzó a mover las manos nervioso, sintiendo la necesidad de hacer algo, aunque no supiera exactamente qué. Li, por el contrario, parecía estar perfectamente bien para alguien que acababa de librar una batalla contra una horripilante criatura de dos metros.

—Estoy bien. No grites —se quejó Li, llevándose una mano a la cabeza— ¿Qué ha pasado?

—El pájaro... bueno, la cosa esa... creo que está muerta —respondió Alex, hablando rápidamente, casi sin aliento—. Quiero decir, no estoy seguro porque se convirtió en polvo y estaba desapareciendo. Luego tú te desmayaste, estabas fría, te tapé como pude, pero no mejorabas... ¡Ah, sí, y la herida...!

Al mencionar esto, Li se llevó la mano al hombro.

—No sabía qué hacer —continuó Alex—, y no había nada para curarte. Intenté... bueno, intenté ayudarte, pero no tenía ni idea de lo que hacía.

—Está bien —dijo Li con voz tranquilizadora—. Lo hiciste bien —añadió al ver que Alex seguía preocupado— ¿Estás llorando? —exclamó al ver la expresión del chico, a punto de quebrarse.

—No estoy llorando —negó Alex, limpiándose rápidamente los ojos—. Pero es que estabas helada, inconsciente. Parecías... un cadáver. No sabía qué hacer. No podía dejarte sola. Y tampoco podía pedir ayuda.

Li parecía divertida con la situación, lo cual enfureció un poco a Alex.

—No hace gracia —protestó—. Lo he pasado fatal. De verdad pensé que estabas muerta.

—Eso no puede matarme.

Por la forma en que lo dijo, Alex se dio cuenta de que Li no intentaba consolarlo; parecía más bien estar alardeando de su fortaleza. La joven trataba de evitar sonreír, pero le resultaba imposible. La situación le parecía, en cierto modo, cómica y absurda.

—¿Eres así siempre? —preguntó Li, mientras se quitaba el vendaje improvisado del hombro—. Estoy bien, no exageres.

Li inspeccionó la herida, evaluando su estado.

—No está mal —comentó.

Alex sugirió ir a la farmacia, ya que ella había despertado. Después de preguntarle unas diez veces si estaba realmente bien, Li finalmente logró convencerlo para que saliera del coche al menos por unos minutos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que Alex regresara corriendo. Li lo vio apresurarse hacia el coche a través de la ventanilla, y sonrió al ver que la expresión de preocupación aún no había abandonado su rostro.

—No sabía qué comprar, así que le pregunté a la mujer que estaba allí y me dio esto —dijo Alex, sacando las cosas que había traído en una bolsa blanca—. ¿Suero fisiológico? Creo que eso me ha dicho..., antiséptico, gasas, esparadrapos, crema, vendas...

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