Capítulo 9

15 4 4
                                    

Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre


—Ten, creo que esta te puede servir —dijo Alex, tendiéndole una camiseta limpia al chico frente a él.

El joven, notablemente más alto y delgado que Alex, tomó la camiseta con una expresión neutra. Aunque sus cuerpos eran diferentes, Alex pensó que la ropa podría quedarle bien.

—Siento mucho lo de mi amigo. Te lavaré la camisa y te la devolveré cuando esté limpia —se disculpó Alex, con un tono que intentaba parecer tranquilo, pero que apenas lograba ocultar su incomodidad.

Allí estaba, disculpándose por lo que Daniel había hecho, entonces desmayado en su cama como si nada hubiera pasado. La vergüenza invadía a Alex. Apenas podía sostener la mirada del otro chico, no sabía si era por la situación o por la presencia abrumadora del joven. Había algo en él que le recordaba a Li, algo que demandaba respeto sin esfuerzo.

El aire en la habitación parecía volverse más denso. La presencia del chico lo envolvía como una energía invisible, una sensación que lo mantenía alerta. Las advertencias de Li seguían resonando en su cabeza: "Mantente lejos de él". ¿Quién era realmente ese chico?

Tal vez era su altura, o tal vez era esa mirada. Alex no estaba seguro, pero junto a él se sentía pequeño, insignificante. Maldijo mentalmente a Daniel. Él era el culpable de que estuviera enredado en ese incómodo intercambio, tratando de reparar un desastre ajeno. Pero no podía simplemente ignorarlo; no estaba en la naturaleza de Alex dar la espalda.

El joven aceptó la camiseta sin más. Su rostro seguía siendo tan inescrutable que Alex no pudo adivinar si estaba molesto o simplemente indiferente. Si algo lo diferenciaba de Li, aparte de sus ojos más rasgados, era su aire de superioridad. Literalmente lo miraba por encima del hombro, no sólo por la diferencia de altura, sino por esa actitud imponente.

Alex lo vio quitarse la camisa manchada de vómito, y de inmediato apartó la mirada hacia la pared, incómodo. Las imperfecciones del gotelé parecían, en ese momento, lo más fascinante que había visto. Pero no pudo evitar echar un vistazo fugaz al torso del chico mientras se cambiaba. Su delgadez le impactó: la piel pálida dejaba entrever las costillas con claridad, como si cada hueso estuviera al borde de atravesar la piel. Aunque su rostro ya indicaba su complexión, verlo sin ropa fue un golpe de realidad.

—Tu número —dijo de repente el chico.

Alex volvió su atención hacia él, confuso.

—Para mi camisa —añadió, señalando la prenda sucia que Alex sostenía como si fuera radioactiva.

El joven le tendió su móvil. Alex, incómodo, dudó por un segundo, pero finalmente lo tomó, incapaz de rechazar la petición. Tecleó lentamente su número, pero justo antes de entregárselo de vuelta, cambió el último dígito a propósito.

El chico guardó el teléfono sin siquiera comprobar lo que había escrito Alex, confiando ciegamente en él. Le lanzó una última mirada antes de recorrer la habitación con la vista. Sus ojos se detuvieron un instante en el brazalete. Su expresión cambió sutilmente, lo justo para que Alex lo notara. Fue un cambio efímero que no pudo descifrar si era curiosidad o algo más. Pero ese momento quedó grabado en su mente.

Sin decir nada más, el chico se subió las gafas y salió de la habitación. Alex lo siguió, no por cortesía, sino para asegurarse de que realmente se marchaba. No se relajó hasta que escuchó el clic de la puerta cerrarse detrás de él. Luego giró la llave, aunque dejó las llaves fuera para que Antonio pudiera entrar más tarde.

Exhaló al fin y se dirigió a limpiar el desastre que Daniel había dejado. El hedor del vómito casi lo hizo vomitar también, pero lo aguantó. Con el suelo limpio, fue a revisar a su amigo. Daniel seguía profundamente dormido, y al ver que su ropa también estaba sucia, Alex se encargó de cambiarle la camiseta por una limpia.

VINCULADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora