El tiempo discurre como el río: no vuelve
Cuando llegaron al vestíbulo del hotel, había unas diez personas dispuestas en un semicírculo, todos escuchando atentamente a la mujer que sería la guía de la excursión.
El vestíbulo del hotel estaba impregnado del aroma a café recién hecho y una suave música de fondo que creaba una atmósfera acogedora. Las luces cálidas iluminaban los rostros de los viajeros que, como mariposas, se acercaban a la guía, todos ansiosos por comenzar la aventura.
—¡Pero si son Li y Alex! —exclamó Ana al acercarse, arrastrando a su prometido por el brazo—. ¡Qué adorables, vais a juego! —dijo, divertida
Alex se dio cuenta de lo que decía: tanto él como Li llevaban prendas similares, lo que les daba el aire de pareja a juego en una película romántica. Sin embargo, a Li no parecía molestarle; habían cogido las prendas por pura comodidad.
—¿Habéis pagado ya? —preguntó Fran, señalando con la cabeza la fila que se estaba formando frente a la guía.
Alex miró a Li, notando una expresión de ligera sorpresa en su rostro. No entendía su reacción. ¿Por qué parecía extrañada de tener que pagar?
—¿Cómo entraste la última vez? —le susurró.
Ella se encogió de hombros con naturalidad.
—Entrando.
La respuesta no sorprendió a Alex; era muy propio de ella pasar por alto el protocolo. Li extendió un billete y él se dirigió a la fila. Cuando llegó su turno, sintió un súbito calor en las mejillas al darse cuenta de que el billete era exageradamente grande para la cantidad tan pequeña que pedían. Tras lo que pareció una eternidad, la guía le devolvió el cambio, y Alex volvió con Li, visiblemente más tranquilo.
—¿Esperamos a alguien más? —preguntó la guía al finalizar de recaudar el dinero. Se puso en su posición al frente del grupo—. Si echáis en falta a nadie, comenzaré con una breve introducción.
Li y Alex se colocaron a un lado junto a Ana y Fran. Mientras la guía explicaba la ruta, Li sacó un pequeño espejo y comenzó a aplicarse protector solar, dejando una capa pálida en su rostro. Alex notó su meticulosidad, y ella interpretó su mirada fija como interés.
—¿Quieres? —le ofreció el bote, a lo que él negó con la cabeza.
—Deberías —insistió, encogiéndose de hombros.
Alex miró su piel, entonces bronceada tras pasar el día anterior en la piscina. No tardó mundo en que Li, con una precisión maternal, le embadurnara la cara, cuello y los brazos con protector solar, dejando una capa blanca por toda su piel. ¿Cuándo había llegado ese producto a su piel? Se acordó de cuando su madre solía hacerlo a la fuerza antes de lanzarse al mar.
La voz de la guía hizo que Alex recordara dónde se encontraba.
—¡Ay, casi se me olvida! ¿Todos aquí hablan español? —preguntó, mientras paseaba la mirada entre los presentes, deteniéndose en Li y Alex.
Estuvieron a punto de responderle que ambos entendían el idioma —incluso era el idioma materno de uno de ellos—, pero un grupo de chicos interrumpió. Tenían una edad similar a la suya, quizás algo mayores, pero definitivamente no llegaban a los treinta; aunque su altura podía confundir. El matrimonio de mediana edad que estaba junto a ellos se veía diminuto en comparación.
Uno de los chicos habló francés, y la guía le respondió en el mismo idioma. Alex había estudiado francés tanto en el colegio como en el instituto, pero, si le preguntaban, realmente no recordaba mucho. Apenas podía mantener una conversación básica. Los idiomas no eran los suyo.
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VINCULADOS
FantasyAlex, un joven universitario, descubre un misterioso huevo que altera su vida por completo, vinculándolo a fuerzas sobrenaturales que no comprende. A medida que extraños sucesos se desarrollan, Alex se encuentra en el centro de una batalla entre pod...