Capítulo 17

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En el mismo barco durante la tormenta


Cuando Alex le preguntó varias veces a Li si estaba bien, ella prácticamente tuvo que obligarlo a salir de la habitación para que tomara una ducha. A regañadientes, el joven terminó cediendo, y finalmente pudo refrescarse y cambiarse de ropa. Cambió sus pantalones largos por unos cortos y también se afeitó. La sugerencia de Li le había hecho reconsiderar su aspecto, y decidió seguir su consejo. Nunca le había dado demasiada importancia a su apariencia, limitándose a estar presentable solo cuando era estrictamente necesario; la mayor parte del tiempo optaba por vestirse de la manera más cómoda posible.

Cuando salió del cuarto del baño, Alex notó que sus músculos, tensos por horas en el coche y el estrés, se habían relajado considerablemente.

—¿Dónde está mi qiangshu? —preguntó Li en cuanto salió del baño. Había abierto el macuto donde llevaba la mayoría de sus pertenencias.

—¿El qué? —preguntó Alex, confuso.

A veces consideraba seriamente aprender algo de chino. Le frustraba no entenderla cuando usaba su idioma.

Li parecía horrorizada. Sacó varias piezas del macuto y las observó con incredulidad.

—¿Qué has hecho? —exclamó, sosteniendo lo que había sido una lanza de una sola pieza. Entonces, en sus manos, solo tenía las diferentes partes del arma que había usado para luchar contra la criatura.

Alex se rascó la nuca, incómodo, como un niño atrapado en plena travesura.

—No podía dejarla allí tirada, y tampoco sabía cómo meter un palo de dos metros en el coche —intentó justificarse, recordando lo complicado que había sido encontrar una forma de esconder el arma de manera discreta. Al final, había optado por una solución rápida, aunque drástica. No había sido tarea fácil, el material de la lanza era increíblemente resistente, y romperla le había costado bastante—. ¿Dónde se supone que la tenías guardada hasta ahora? —intentó desviar la conversación.

—En el coche, envuelta y camuflada.

El tono de Li era firme, y estaba claro que estaba molesta.

—Pues sí que estaba bien escondida, porque ni me había dado cuenta que llevábamos un arma todo este tiempo —dijo Alex.

No estaba seguro de si acercarse a Li; temía que ella le lanzara la parte de la lanza, así que decidió quedarse donde estaba.

—De todos modos, ¿de dónde has sacado eso?

—La compré —respondió Li con total naturalidad.

Alex parpadeó, desconcertado. ¿Existían lugares donde se pudieran comprar armas así? Luego pensó que, dadas las circunstancias, eso ya no era lo más extraño ni difícil de aceptar. Después de todo, ese mismo día se había enfrentado a un pájaro gigante de nueve cabezas.

—Ya no sirve —suspiró Li, volviendo a guardar los restos de lo que alguna vez fue su arma.

Li se puso en pie y sugirió que fueran a comer algo.

Alex agradeció el cambio de tema. Sintiéndose limpio y más fresco con la ropa nueva, ambos dejaron la habitación. Bajaron las escaleras del hotel, y Alex permitió que Li, que ya había estado allí antes, lo guiara por el lugar.

Dado el calor del exterior, decidieron comer dentro del edificio, donde el aire acondicionado mantenía una temperatura agradable. Alex seguía maravillado, y el comedor no era la excepción. Los tonos marrones de la madera y la piedra dominaban la decoración del hotel, dando una sensación acogedora a la amplia estancia.

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