Capítulo 18

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La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?


Al abrir los ojos de nuevo, Li estaba a los pies de la cama. Se había subido la manga de la camiseta y quitado las vendas. Alex se frotó los ojos y se incorporó.

—Está genial, ¿no? —exclamó él, asombrado.

La hinchazón había disminuido y la herida tenía un aspecto de algo que había ocurrido días atrás. Parecía otra prueba de lo que Li le había contado: un cuerpo diferente, superior al de una persona normal. ¿Eso también incluía poder sanar a tal velocidad?

Li volvió a envolverse la herida en pulcras vendas blancas.

—¿Cómo estás?

Era una pregunta estúpida. Alex supo la respuesta antes de que ella se la diera.

—Bien.

Por supuesto, solo podía haber una respuesta viniendo de Li. Incluso si estuviera al borde de la muerte, seguramente mantendría su respuesta. Sin embargo, Alex preguntó por costumbre.

—¿Qué hora es?

No sabía cuánto tiempo habían estado durmiendo.

—Siete —respondió Li.

Alex había dormido durante dos horas.

—¿Vamos a algún lado? —preguntó, aburrido, mientras miraba hacia la ventana.

Li tenía el cabello húmedo, y por primera vez lo veía suelto. Fue entonces cuando pudo comprobar la verdadera longitud de su melena, que llegaba hasta la mitad de su espalda. Cuando se acercó a ella, percibió una fragancia dulce. Todo indicaba que acababa de salir de la ducha.

La chica se levantó de la cama y se agachó para abrir el macuto, sacando ropa diferente a la habitual. Sin mirarlo a los ojos, le preguntó si le gustaría probar la comida de un chef famoso.

Los ojos de Alex debieron iluminarse. Su expresión de asombro y emoción era demasiado evidente, lo cual provocó una leve sonrisa en Li, una de esas apenas perceptibles, donde solo se elevaban ligeramente una comisura de los labios.

—¿De verdad vamos a salir? ¿A un sitio con gente? ¿Socializar?

Si no fuera porque habría parecido infantil, Alex podría haber dado unos saltos de alegría.

La noche era refrescante en esa zona. El ambiente se sentía diferente al de una ciudad costera. La leve brisa era sumamente agradable, como suaves caricias que relajaban. Siguieron las indicaciones del personal que trabajaba en la recepción, y salieron al exterior, donde todo estaba preparado para el evento. La iluminación consistía en luces decorativas que colgaban alrededor de una larga mesa blanca.

Había gente sentada, pero fue fácil distinguir dos caras conocidas.

Una de ellas gritaba con efusividad para llamar su atención.

La mujer rubia de esa misma tarde estaba sentada en una de las esquinas de la mesa junto a su pareja. Habían cambiado su atuendo y se habían arreglado para la ocasión. Cuando los dos jóvenes se acercaron, la pareja se levantó para darles dos besos, algo a lo cual Li aún no se había acostumbrado. Al parecer, un mes en el país no había sido suficiente para adaptarse a esa forma de saludar. Sin embargo, ni la mujer ni su pareja parecieron notar la expresión incómoda de Li, quien aceptó los dos besos a su pesar.

De cerca, Alex se dio cuenta de que todos los presentes iban bastante elegantes. Algo lógico, considerando que estaban a la altura de la comida que disfrutarían más tarde. Él y Li desentonaban un poco en comparación.

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