SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍

CAPITULO 7

ALEX

Unas semanas después...

Llevaba todo el día fuera, y se me había hecho más tarde de lo habitual. Me había quedado a tomar unas copas con algunos amigos del negocio. Mantener una vida social era crucial; era mi escudo ante los ojos de mis enemigos, quienes debían ver que no tengo miedo y que nunca estoy solo.

Esa noche, habíamos terminado el trabajo en la oficina de Logística Moretti, y decidí quedarme con algunos clientes, solo para reforzar nuestros acuerdos. Desde hace cuatro años, soy el responsable de la empresa, desde que mis padres nos dejaron. Y no se me daba nada mal.Desde que empecé a ayudar a mi padre en la compañía a los 17 años, me gané el respeto de cada uno de los empleados de ambos negocios: el legal y el no tan legal. Logística Moretti era una de las empresas de transporte más grandes del país; trabajábamos internacionalmente y, durante casi 40 años, hemos sido los líderes del mercado.

La parte no tan legal comenzó hace 30 años, cuando Roberto, mi padre, se dio cuenta de dónde se encontraba el verdadero dinero y poder. Todo empezó con pequeños envíos nacionales por tierra. Con el tiempo, la maquinaria se engranó suavemente; ahora suministramos sustancias y armas a casi cualquier rincón del mundo. Hasta tenemos varios hombres vendiendo en las calles.

Esa fue una jugada que inicié hace años y que, sin duda, nos ha creado varios enemigos, entre ellos Los Delgado, quienes controlan la venta de sustancias en las calles y ven con malos ojos que sangre fresca les esté robando terreno. Pero me da igual; no me detendré hasta conseguir lo que quiero. Y siempre lo consigo.

Aparqué el coche en la entrada de la casa, deteniéndome un instante para observarla. La casa se alzaba majestuosamente, como un guardián silencioso del pasado. Con sus tres pisos, la fachada blanca resplandecía bajo la luz de la luna, resaltando los detalles de su arquitectura clásica. Los techos negros, oscuros como la noche misma, contrastaban con el blanco puro de las paredes, otorgándole un aire de sofisticación y misterio.

Las ventanas, enmarcadas en madera oscura, parecían ojos vigilantes, atentas a cada secreto que la casa había atesorado a lo largo de los años. Los balcones, decorados con barandillas de hierro forjado, eran como alas que invitaban a soñar y reflexionar. El jardín, aunque un tanto descuidado, tenía un encanto nostálgico: las sombras de árboles centenarios se entrelazaban en el suelo, mientras flores marchitas contaban historias de épocas más brillantes. La entrada, con su imponente puerta de roble, ofrecía un umbral entre el mundo exterior y el refugio que albergaba tantos recuerdos.

Entré en la casa, donde el aire estaba impregnado de una mezcla de fragancias: madera pulida, un ligero toque de cuero y el aroma cálido de la chimenea. El vestíbulo, con su suelo de mármol pulido, reflejaba la luz titilante que emanaba del candelabro de cristal. Los pasillos, adornados con retratos de ancestros que parecían observarme con curiosidad, susurraban ecos de risas y lágrimas, cada uno contando su propia historia. Era un lugar donde el pasado y el presente se entrelazaban en un delicado baile, un escenario donde el drama de la vida se había desenvuelto en sus muros, un espacio que respiraba historia y poder.

Sin embargo, esa noche la casa tenía un aire extraño, como si los ecos del pasado se volvieran sombras amenazantes. La oscuridad era un manto que envolvía todo. La única luz provenía del fuego de la chimenea, que danzaba como un espíritu travieso en la penumbra. No se escuchaba ni un susurro. No sé si eso es bueno o malo. Últimamente, una inquietud creciente se ha aferrado a mí, una sensación de que me estoy volviendo loco. Mi mente ha comenzado a dar vueltas, cada sombra se siente como un enemigo potencial, cada ruido se convierte en una advertencia. Estoy cada vez más paranoico con la seguridad en mi casa, especialmente en lo que respecta a Nico. Esa idea se clava en mí como una espina, y no puedo dejar de pensar en lo que podría suceder si bajara la guardia.