CAPITULO 52

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JULIA

Abrí los ojos lentamente, y todo lo que me rodeaba se sintió borroso por un momento, como si el mundo a mi alrededor fuera solo una sombra difusa. Mi cuerpo dolía, cada músculo protestaba, y el sabor amargo de la sangre permanecía en mi boca. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que perdí el conocimiento, pero el dolor del último golpe contra el suelo seguía presente, resonando en cada parte de mi cuerpo.

Me obligué a levantar la cabeza, tratando de enfocarme, y vi que estaba rodeada de gente.
Hombres, la mayoría con miradas duras y desinteresadas, otros apenas prestándome atención. Estaba en medio de ellos, atada y expuesta. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, un miedo profundo que me mantenía en alerta, aunque mi cuerpo apenas tuviera fuerzas.
Había perdido la cuenta de los días que llevaba sin dormir. Cada vez que mis ojos se cerraban, cada vez que el agotamiento se hacía demasiado grande, Iván aparecía con un balde de agua fría, lanzándomelo encima, arrancándome del borde del sueño y devolviéndome al frío y la oscuridad.

—¿Por qué? —murmuré, mi voz apenas un susurro, rota, mis labios secos—. ¿Por qué me hacen esto?

Era una pregunta que ya había hecho demasiadas veces, una pregunta que nunca recibía respuesta. Cada vez que lo decía, cada vez que intentaba entender lo que querían de mí, lo único que recibía era silencio, o la risa cruel de alguno de los hombres que me vigilaban.
Mis pensamientos eran un caos, una mezcla de desesperación y terror. Todo lo que quería era que esto terminara, que de alguna manera alguien viniera a sacarme de este lugar. Alex...
su nombre estaba en mi mente constantemente, como un susurro que me empujaba a resistir, a no rendirme. ¿Habría escuchado mi mensaje? ¿Sabría que estaba aquí?
Intenté mover mis manos, pero estaban atadas con fuerza detrás de mí, y el roce de la cuerda en mi piel me arrancó un gemido de dolor.

Todo dolía. El frío del lugar, el constante sonido de las voces a mi alrededor, las miradas que me juzgaban como si no fuera más que un objeto... todo se sentía como una pesadilla de la que no podía despertar.

Cerré los ojos por un momento, intentando encontrar algo de calma en medio del caos.
Pero en cuanto los cerré, el miedo volvió a apoderarse de mí. Sabía que si me quedaba dormida, si dejaba que el agotamiento me venciera, Iván aparecería de nuevo. Lo escuchaba, su voz, sus risas, su cruel diversión con cada gota de sufrimiento que me hacía pasar.

—¿Por qué...? -susurré de nuevo, mi voz quebrada, el eco de la palabra muriendo en la oscuridad del lugar.
No sabía cuánto más podía soportar, pero algo dentro de mí seguía resistiendo. Una pequeña chispa, una esperanza que se negaba a extinguirse, un deseo profundo de sobrevivir, de salir de este lugar y no dejar que ellos ganaran. Todo lo que me quedaba era esa esperanza, y mientras la tuviera, no iba a rendirme.

—¿Por qué...? -—murmuré de nuevo, aunque ya no esperaba una respuesta. Mi voz era apenas un susurro, llena de dolor y agotamiento.
Para mi sorpresa, esta vez alguien respondió.

-¿Por qué? —dijo Iván, su tono burlón, acercándose hacia mí—. Porque un amiguito tuyo nos dijo que tú te dabas besitos con Moretti.
Sus palabras me golpearon como una descarga eléctrica. Abrí los ojos de golpe y vi su rostro a solo unos centímetros del mío, su sonrisa torcida llena de maldad.

—Y resulta que Alex Moretti mató a mi hermano -continuó, su voz cargada de rencor
-. Por eso estás aquí, Julia. Ojo por ojo.

Me quedé mirándolo, el miedo atravesándome como una espada. Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies, el pánico nublaba mis pensamientos. Habían llegado hasta mí por Alex... esto era mi culpa. Mis labios temblaron, tratando de formar palabras, pero no había nada que pudiera decir.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora