CAPITULO 29

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JULIA

Llevo días encerrada en casa, dejando que el tiempo se deslice entre mis dedos como un río que nunca se detiene. He hecho todo lo que está en mis manos para conseguir un empleo, pero en esta ciudad ya no me queda más que hacer. La idea de irme de aquí ronda mi mente, pero no tengo dinero para una mudanza, ni siquiera un medio de transporte que me lleve a otro lugar.

Estos días he perdido por completo el apetito. La comida me parece insípida, como si el sabor se hubiera desvanecido junto con mis esperanzas. Estoy atrapada en un espiral de depresión. No siento tristeza, solo una profunda desesperación que me consume lentamente.

Cada mañana, me despierto con el peso del mundo sobre mis hombros, y la lucha por encontrar un motivo para salir de la cama se convierte en un desafío abrumador. El silencio de la casa se siente cada vez más opresivo, y el eco de mis pensamientos resuena en las paredes vacías. La rutina se ha vuelto monótona, y cada día parece una repetición del anterior.

He estado ignorando las llamadas del hospital y de Natalia, las únicas dos personas que parecen estar realmente interesadas en mí. Cada vez que suena el teléfono, una parte de mí quiere contestar, pero otra simplemente no puede. La ansiedad me paraliza; no quiero escuchar más sobre tratamientos ni sobre preocupaciones que ya conozco de sobra. Prefiero el silencio a la carga de la realidad.

Los pensamientos me envuelven cuando de repente el sonido de un golpe en la puerta me saca de mi letargo. Pienso que, una vez más, es Natalia. Ha estado viniendo casi todos los días, y aunque me siento mal por ignorarla, no tengo ganas de estar con nadie.

Pero los golpes no cesan. La insistencia me hace fruncir el ceño. Entonces, una voz masculina suena del otro lado, rompiendo el silencio. ¿Quién será?

La curiosidad me impulsa a levantarme y acercarme a la mirilla. Al mirar, mis ojos se encuentran con la figura de Marcos. ¿Qué hace aquí?

Decido abrir la puerta y, al hacerlo, lo saludo con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Marcos me pregunta si puede pasar, y le digo que sí, aunque no entiendo bien a qué viene esta visita.

Una vez dentro, comienza a explicarme que entiende mi desesperación y la necesidad de conseguir dinero rápido. Sus palabras me sorprenden; me recuerdan a la época en que él también se encontraba en una situación semejante.

Frunzo el ceño, sintiendo que su discurso se aleja de lo que realmente quiero escuchar. "Marcos, ¿puedes ir al grano, por favor? No tengo tiempo para historias."

Me observa con preocupación, y tras un suspiro, dice: "Lo siento, Julia. Solo quería que supieras que entiendo por lo que estás pasando. Hay formas de salir de esto."

"¿A qué te refieres?" pregunto, sintiendo que el nudo en mi estómago se aprieta.

"Hay trabajos que, aunque no son ideales, pueden ofrecerte lo que necesitas de inmediato. Dinero rápido, fácil," responde, evitando mis ojos.Noto que el también esta inquieto.

"No estoy interesada en nada ilegal, si es eso lo que estás sugiriendo," replico, cruzando los brazos.

"No, no es eso," insiste, levantando las manos en señal de rendición. "Pero en mi experiencia, a veces hay que tomar decisiones difíciles. Lo único que quiero es ayudarte."

En ese momento, mi mente regresa a la historia que me contó sobre su propia familia, cuando la falta de dinero casi los destruye. Recuerdo cómo hablaba de noches sin dormir, de la desesperación de su madre al buscar formas de salir adelante. Su relato me retumba en la cabeza, y aunque sé que la situación no es la misma, la sombra de su pasado me asedia.

"Marcos, no puedo... No quiero hacer nada de lo que tú haces," murmuro, sintiendo que el peso de sus palabras me agobia.

"Entiendo tu miedo, pero a veces la vida nos empuja a hacer lo que nunca hubiéramos imaginado. Solo quiero que consideres tus opciones," dice, su voz suave pero firme.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora