CAPITULO 50

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Todos los hombres ya estaban en la mansión, esperando la llegada de Alex. Había una atmósfera tensa, de expectación, como si todos supieran que algo grande estaba por suceder. Dante se había encargado de movilizarlos a todos, dando órdenes precisas y rápidas, asegurándose de que cada hombre estuviera listo para actuar. Sabía que Alex llegaría furioso, y no podían permitirse ningún error.

Dante caminaba por el salón principal, observando a los hombres que se preparaban. Armas, chalecos, planes de acción. Todos esperaban la llegada de su líder, el único que podía dar el siguiente paso. Mientras observaba, no podía dejar de pensar en la llamada de Alex. Había algo en su tono que no había escuchado antes, una urgencia y un enfado que parecían ir más allá de lo habitual.

Dante sabía quién era Julia. Sabía que era la chica que había sido niñera, la misma que, por alguna razón, ahora se había metido en el negocio del menudeo. No podía entender por qué Alex estaba tan preocupado por ella, por qué movilizaría a todos de esa manera. Para él, Julia era solo una chica más, alguien que se había enredado demasiado en el mundo de Alex. Pero por la forma en la que Alex había hablado de ella, tenía que haber algo más. Algo que nadie sabía.

Lucas también estaba allí, sentado en uno de los sofás, sus manos jugueteando con el teléfono mientras esperaba. Dante se le acercó y se sentó a su lado, sus ojos fijos en el suelo por un momento antes de levantar la vista hacia él.

—¿Sabes por qué Julia es tan importante para Alex? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Lucas frunció el ceño y negó con la cabeza, su mirada seria.

—No sé nada —respondió—. Alex nunca ha dicho nada sobre ella. Solo sé que la está protegiendo, y ahora esto...

Dante asintió, aunque la respuesta no le satisfacía del todo. Había algo en todo esto que no encajaba, algo que iba más allá de la simple protección. Y por la forma en que Alex había reaccionado, parecía que esto era algo personal.

—Es raro, ¿no? —continuó Dante, mirando hacia los otros hombres que se preparaban—. Movilizar a todos por una chica... No es algo que Alex suela hacer.

Dante permaneció sentado junto a Lucas, observando a los hombres que se preparaban, mientras el silencio se asentaba entre ellos. Pero la inquietud seguía presente. Había algo en todo esto que no encajaba, y Dante no podía dejar de pensar en la manera en la que Alex había reaccionado. ¿Qué tenía de especial Julia?

Finalmente, Lucas rompió el silencio, su tono reflexivo.

—Ahora que lo mencionas... —dijo, entrecerrando los ojos como si intentara recordar algo importante—. Desde que Julia empezó a trabajar para nosotros, Alex ha estado más pendiente de lo habitual de los hombres en las calles.

Dante lo miró con interés, sin decir nada, esperando a que continuara.

—Nunca preguntaba directamente por ella —prosiguió Lucas—. Pero siempre se aseguraba de que todos estuvieran bien, de que no hubiera problemas. Era como si... no sé, como si necesitara esa confirmación. Al principio no le di mucha importancia, pero ahora... tal vez tiene que ver con Julia.

Dante asintió lentamente, dejando que las palabras de Lucas calaran. Si Alex había estado más pendiente de la situación desde que Julia se involucró, había más de lo que aparentaba. Había algo en ella que lo hacía querer protegerla, asegurarse de que estuviera a salvo, aunque no lo dijera directamente.

—Eso explica por qué está tan alterado —dijo Dante, mirando hacia la puerta principal, esperando ver aparecer a Alex en cualquier momento—. No es solo una cuestión de protección, parece algo más personal.

Lucas miró a Dante y luego volvió a bajar la vista, pensativo. Había visto a Alex en muchas situaciones, en momentos donde la presión era extrema, donde el peligro era real, y siempre había mantenido la cabeza fría. Pero esto... la manera en la que Alex había reaccionado al saber que Julia estaba en peligro, la urgencia en su voz, el hecho de movilizar a todos los hombres de la organización... eso era diferente.

—Sea lo que sea —dijo finalmente Lucas—, debemos asegurarnos de que ella esté bien. Si Julia es importante para Alex, no podemos fallarle.

Dante asintió, y ambos se pusieron de pie al escuchar el sonido de un coche que llegaba a la mansión. La figura de Alex apareció en el umbral de la puerta, su expresión era de pura determinación, y en sus ojos había una intensidad que dejaba claro que no se detendría ante nada hasta recuperar a Julia.

Todos los hombres que estaban reunidos en el salón principal se giraron hacia él, esperando instrucciones. Habían visto a Alex enojado antes, pero había algo diferente en él hoy, algo que parecía arder bajo su piel, una urgencia y un enfado que no podían pasar desapercibidos.

—¡Atención, todos! —gritó, su voz llena de una autoridad que no dejaba lugar a dudas. Todos los hombres se enderezaron, centrándose en él, mientras Alex se plantaba en el centro de la sala.

Sacó su móvil del bolsillo y, sin decir una palabra más, puso el mensaje en altavoz. La voz de Julia llenó la habitación, su tono jadeante y desesperado resonando en cada rincón.

—¡Alex, por favor, ayúdame! ¡Me están persiguiendo! ¡No sé quiénes son! ¡Por favor, ven a buscarme! Estoy... estoy en el centro, cerca de la discoteca... Alex, ¡por favor, ven!

El mensaje se cortó, y el silencio se hizo en la sala. Todos los hombres miraban a Alex, entendiendo la gravedad de la situación. Podían ver la tensión en sus músculos, el ceño fruncido, la rabia contenida en sus ojos.

—La tienen —dijo Alex, su voz baja, pero cargada de furia—. Y la quiero de vuelta. Ya.

El silencio se rompió de inmediato. Todos empezaron a moverse, siguiendo las instrucciones de Dante y Lucas, preparándose para lo que fuera necesario. Nadie necesitaba preguntar quién era Julia ni por qué era importante. La mirada en los ojos de su jefe, el desconcierto y la furia que irradiaba, eran suficientes para que todos comprendieran que esto iba más allá de cualquier cosa habitual. Julia era importante para Alex, y eso significaba que tenían que tratar la situación con la máxima prioridad.

Alex miraba a su alrededor mientras los hombres se organizaban, su mente concentrada solo en un objetivo: traer a Julia de vuelta. No podía permitirse fallar, no ahora. Sentía cómo la rabia bullía bajo la superficie, la impotencia de no haber estado allí para protegerla, de no haber contestado la llamada a tiempo. No se perdonaría si algo le sucedía, y sabía que no se detendría ante nada hasta tenerla a salvo.

—Dante, Lucas, venid conmigo —ordenó, y ambos se acercaron, preparados para cualquier instrucción.

La operación acababa de comenzar, y Alex sabía que no importaba lo que tuvieran que hacer o a quién tuvieran que enfrentarse. Julia iba a volver con él, y nadie se interpondría en su camino.

SUSURROS DE LA NOCHE || Finalizada. 🤍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora